La mudanza que concreté con mi familia el 17 de diciembre pasado incluía un trámite que se anunciaba sencillo: el cambio de domicilio de los servicios de Internet de la empresa Fibertel. Todo lo que vino después desmintió el optimismo inicial. La empresa sólo demostró impericia, negligencia, cuando no mala fe. Después de tres meses de efectuado el pedido de mudanza, sigo con el servicio sin normalizar. Eso sí, las facturas me llegan, incluso con valores mayores a los que pagaba anteriormente. Las decenas de operadores (alrededor de 35) con los que debí dialogar telefónicamente para intentar solucionar mi problema sólo evidenciaron ineptitud. Por mucho menos de todo esto, a una empresa u organismo estatal se la hubiera acusado de burócrata e ineficiente. Una empresa privada que se exhibe como líder en el rubro de tecnología de punta multiplica al infinito la impericia.
Y los reclamos sólo quedan registrados (supuestamente) en su sistema. A nadie más es posible recurrir. ¿Para cuándo la privatización de Fibertel?
Andrés Osojnik
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