Soy lector de PáginaI12 desde la primera edición. Como tipógrafo de aquel entonces, me gustan sus páginas, opiniones, titulares con tipografía adecuada, comentarios políticos sobre la vida boliviana. Por eso deseo expresar por medio de sus columnas mi sentimiento de gratitud a la Argentina y a todos los presidentes sudamericanos por el respaldo y apoyo al gobierno democrático de Evo Morales. Es inmensa la solidaridad. Estoy feliz con Evo, porque mi origen es igual al suyo, a su vida sufrida de infancia campesina. Dios lo guió por otro camino trascendental. Abrazó el estandarte presidencial y despertó a esa inmensa masa dormida que siempre fue sometida. Evo Morales fue una inyección espiritual de sangre nativa. América latina y el mundo lo comprendieron como icono democrático, noble y sacerdote de raza indígena. Territorialmente, Bolivia era extensa. Su gente conductora, débil, ingenua, fue cediendo fronteras a la Argentina, al Paraguay, a Brasil y a Chile, lo que cerró el camino al mar. Quedó achicada, encerrada en el corazón de América. Creo que estas situaciones fueron comprendidas por cada nación y extendieron sus brazos de solidaridad para potenciar el Mercosur y la Unasur sin injerencias de los imperios. Y entonces deliro, se derrite mi corazón por ver la imagen en los billetes de Juana Azurduy de Padilla, revolucionaria, nacida en Bolivia junto a su marido-compañero de armas para la emancipación latinoamericana. Es una hermosa historia para nunca olvidar y tener presente. Memorias y acciones de otras épocas.
Ladislao Sánchez
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