Somos una sociedad que puede producir la inseguridad que padecemos y a la vez creer fervientemente que el único responsable de ella es el Gobierno y que todo se arregla con endurecer las penas y encarcelar cada vez más delincuentes, sin preguntarse ni por un momento cuáles son las causas últimas que las provocan ni cuál es la responsabilidad de cada quien en el asunto. Somos una sociedad que legitima con su continuo encendido un medio masivo de difusión como la televisión, que entroniza la frivolidad más absoluta como único y permanente modo de entretenimiento, encumbra groseros modelos de vida, endiosa el dinero, la fama y el poder, ignora por completo valores como la solidaridad, el trabajo y el estudio, a la vez que se convierte en una fuente periódica de quejas, críticas y reclamos por la inseguridad, que ella misma contribuye a crear, al proponer rumbosas metas de felicidad que muchos sólo pueden alcanzar delinquiendo o como mínimo avasallando a los demás. Somos una sociedad que puede tolerar sin chistar el permanente doble discurso mediático según el cual las acciones que son condenables en el caso de unos son encomiables en el de otros, que otorga popularidad a los traidores, credibilidad a los profetas cuyos apocalípticos vaticinios jamás se cumplen y votos a personajes de méritos absolutamente desconocidos, salvo su presunta riqueza o su reiterada presencia mediática. Somos una sociedad que puede producir una inflación no sustentada en causa macroeconómica alguna y seguir añorando los pocos años en los que no la hubo a cambio del desguace del Estado, del remate de las empresas públicas, del desmantelamiento de la industria nacional y del incremento descontrolado del desempleo. Hay algo que sí no somos: únicos. En el mundo actual casi todos adolecemos de problemas similares, porque estamos inmersos en el mismo sistema salvaje que lleva directamente y cada vez más rápido a la completa deshumanización y a la destrucción del planeta. Tampoco somos los peores, por lo menos no bombardeamos a nadie, pero nos sentimos inseguros o lo estamos y, lo que es peor, ya ni sabemos quiénes somos.
Francisco Jorge
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