Baruch Spinoza (1632-1677) inició su famosa Etica hablando del Poder Infinito de la Naturaleza en su Teoría. Más allá de la conveniencia o no de las centrales nucleares, la pregunta a hacerse es si es posible emplazar dichas centrales, en las regiones del globo más sujetas a dicho poder, por la acentuada posibilidad estadística de los movimientos sísmicos de sus placas tectónicas y su repercusión en la corteza con sus probables terremotos y tsunamis.
Los seres humanos, mal que nos pese, no somos los reyes de la naturaleza, somos simplemente expresión finita de su potencia infinita.
O sea, por razones obvias, no nos conviene desafiar su poder con políticas nucleares poco cautelosas.
Fernando Miranda
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