Las injusticias que padecemos las personas con discapacidad –de las clases populares– son más crueles y reiteradas que las que padecen personas con discapacidad de la burguesía.

En la esquina de Avda. Urquiza y Andrés Ferreyra paran las líneas de colectivos 53, 123, 181, 237 y 343. Circulan cientos de autos particulares, remises, camionetas y camiones. El parque automotor creció exponencialmente y los que vamos a pie pagamos las consecuencias. El 24 de abril esperaba el colectivo 123 en la esquina mencionada. A las 20.05 llegó un camión de sustancias alimenticias y el conductor estacionó en el espacio para los colectivos. De pie con mis bastones canadienses, dije al chofer: “Si dejás el camión acá el colectivo no puede arrimar al cordón, y no puedo subir al colectivo porque sufro una discapacidad”. El conductor miró a su compañero, ambos se reían y se encogían de hombros. Segundos más tarde, una chica muy joven desde la vereda gritó: “¿De qué te reís, no oís lo que te dijo? Ella no puede subir si dejás el camión acá”. Fui al lado del conductor para seguir hablando con él. El vidrio de la ventanilla estaba cerrado, reflejo de él mismo. Le dije: “Acá no se puede estacionar y lo sabés. Me estás jodiendo porque necesito viajar. Con el camión acá, no puedo subir al colectivo”. El seguía riendo. Ahí exploté: “Si no sacás el camión te denuncio al Inadi. Soy periodista, vas a salir en todos lados”. Una chica que apoyaba mi reclamo gritó: “¿No escuchás lo que te dijo? Sonreí para la foto”. El patotero encendió el motor y aceleró hacia ella, Mayra. Le grité: “¡Subí a la vereda!” De inmediato un chico muy joven desde la calle gritó: “¿Vas a pasar por encima de mi novia? ¡Hijo de puta!” Después, el camión dejaba libre la parada de colectivos. Me sentí mal por el momento que vivió Mayra, le agradezco de todo corazón su solidaridad. Utilizo este medio para hacer esta denuncia, por mí, por Mayra y Joel y por tantos invisibilizados. La patente del camión es FRS 013.

Roxana Paola Randi

DNI 23.952.351