Parece una macabra utopía ver la beatificación de Ceferino Namuncurá. Quien lo escriba para contarlo sentirá que fue sacada del más escrupuloso melodrama de un cuento de hadas y dragones. Si retrocedemos medio siglo en la historia, es seguro que una santificación sería tomada como una reunión de herejes y de sacrilegio por las mismas jerarquías eclesiásticas que hoy lo santifican. Por mi parte, se me hace difícil creer que la Iglesia Católica haya decidido pontificar a Ceferino por una cuestión de santidad y espiritualidad. Es seguro que Ceferino es un santo y es seguro que lo es mucho más que otros, pero las dudas no recaen sobre él, sino en la buena acción de la Iglesia Católica, ya que está de más decir que ella ha perdido respaldo y credibilidad en Latinoamérica y por lo mismo sería tomar esta beatificación con mucha ingenuidad si sólo se creyera que la Iglesia Católica después de tanto tiempo reconoce santos a indígenas sólo por un motivo de espiritualidad, después de una cantidad indefinida de maltratos y sometimientos a los pueblos originarios de América por la misma causa. Hoy por hoy, estando tan desprestigiada la Iglesia por sus propias palabras contra el aborto y en contra del preservativo y todo el peso de su historia, que hace dar cuenta que las cosas caen por su propio peso. Queda un sentimiento de incredulidad cuando se la ve persuadiendo una vez más a los indígenas y a la gente más humilde, pretendiendo hacernos sentir que nos hacen un favor como pueblo, cuando se puede percibir el desgarro por la unidad del catolicismo en este lado del mundo, muchas veces olvidado. Es difícil creer en quien te traicionó, es difícil ver una espiritualidad legítima cuando pareciera que siempre que se ven en problemas proclaman al pueblo y siempre que el pueblo los necesitó, nos sentencian nuestro padecer como castigo por pecadores. Siempre queda como una espina sentir que la Iglesia no es sincera ni fiel a lo que predica ni a sus fieles. Siento que siempre camina por el pueblo con una máscara y nunca va a tomar su verdadera forma, y cuando se la descubra intentará modificar la historia, esperando que creamos que todas sus acciones fueron por una buena causa, en el nombre de Dios.
Franco Mainat
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