No hay que confundir deterioro de lazos sociales con “inseguridad”. Una cantidad inédita de asesinatos entre familiares y vecinos nos conmueven. Curiosamente, la costumbre de acumular la sangre en un mismo lado hace que la difusión de los casos se agrupe en las páginas de “sucesos” o “policiales”. Eso engruesa nuestro miedo a que también algo así nos pase.
Rotulamos mecánicamente la situación como “de inseguridad”. Sin embargo, ¿puede un policía evitar que me mate un pariente borracho o un vecino enojado y con un arma en la mesa de luz? El pánico nos lleva a encerrarnos. El encierro nos lleva a desconocer a nuestros vecinos y a compartir demasiado tiempo con la televisión. Esa televisión funciona como una ventana que nos muestra violencia que pasa sin cesar, nos enseña a ejercerla y, a veces, la invoca al seno de la vida familiar como solución drástica a conflictos que no hemos logrado solucionar por otros medios. La presencia de armas a nivel doméstico completa el cuadro.
Una política criminal es más amplia que un plan de acción policial. Por ello, los ciudadanos tenemos que comprender la dimensión compleja de la problemática de la violencia que nos aqueja. Porque si frente a estos hechos conmocionantes nos movilizamos a reclamar solamente “seguridad”, estamos equivocando el diagnóstico social y, probablemente, estaremos también presionando a las autoridades a tomar medidas urgentes e impensadas, seguramente equivocadas.
Un dato que ha interesado a expertos en la temática de todo el país es la decisión de la provincia de Santa Fe de crear un “gabinete social”. Este ámbito permitirá un abordaje amplio y sesudo de la problemática de la violencia. La educación, la salud, la cultura y el desarrollo humano tienen mucho que hacer en un partido en donde se juega la vida de las personas. Las áreas de seguridad tienen en este juego un rol importante, pero no el único: ser los arqueros. Una mala jugada de las otras áreas o un mal papel, indudablemente harán que este arquero pierda el control y reciba un gol en su arco. Contando con un diagnóstico serio de lo que nos pasa y con las herramientas estatales para afrontar un problema que es multicausal, podremos ya convocar a las redes sociales, a la ciudadanía en general, a la sociedad civil organizada a trabajar por la activación de la vida en comunidad. Muchos factores atentaron contra la paz familiar y aportaron a la ausencia de paz en las ciudades. Pero nada fue tan grave como las políticas de concentración económica, de impunidad y violencia económica de los años ’90.
Las raíces de aquello aún están causando estragos en nuestra sociedad. Y si no rompemos el círculo vicioso de las múltiples violencias que nos afectan, tenemos que saber que tampoco habrá soluciones mágicas a la problemática.
Gabriel Conte
D.N.I. 20.835.478
Ex viceministro de Seguridad de Mendoza
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