Dom 24.02.2008

CARTAS DE LECTORES  › LA INDUSTRIA SUFRIRIA NUEVOS CORTES EN INVIERNO

Y a rogar que no haga frío

› Por David Cufré

Antes de que Brasil se negara a ceder una sola molécula del gas que le compra a Bolivia, el panorama energético argentino ya era sombrío. Con esa decisión del gobierno de Lula, a la administración de Cristina Fernández le queda esperar por un invierno con poco frío para que la demanda no explote y con mucha lluvia para cubrir las centrales hidroeléctricas, hoy abastecidas con lo justo. Sin embargo, y aunque se diera el escenario climático más benévolo, los cortes de gas a la industria y los programas de racionamiento –por ejemplo en GNC– parecen inevitables. Ya eran difíciles de esquivar contando con una importación de 4 millones de metros cúbicos diarios de gas boliviano, más todavía lo será si desde ese país llegan con suerte 3 millones de metros cúbicos. “Sobre llovido, mojado”, resumió en diálogo con Página/12 el especialista Jorge Lapeña.

En resumen, la imposibilidad de contar con el gas pedido a Brasil agrega una dosis de dificultad, pero el problema de abastecimiento energético es previo. El consumo de gas viene creciendo a un ritmo de entre 6 y 8 por ciento en los últimos cuatro años y frente a ello la oferta interna está en paulatino pero continuo declive. Ese es un primer problema estructural: que la mayoría de las petroleras no invierten lo suficiente en exploración para aumentar la producción de gas –y tampoco de crudo–, y sobre ese punto el Gobierno no logró nada, más allá de amenazar en reiteradas ocasiones con quitarles los yacimientos a las empresas que no los desarrollen como corresponde.

Para afrontar la escasez, la estrategia oficial consiste en aumentar la importación de fuel oil –en parte venezolano– para que las centrales eléctricas lo utilicen en reemplazo del gas, lo mismo con la industria, para lo cual el año pasado se implementó el Programa de Energía Total que consistió en subsidiar a las empresas que utilizaron combustibles líquidos en lugar de gas, a un costo para el Estado de 930 millones de pesos, y restringir las exportaciones de gas a Chile. Esta última carta ya está agotada, puesto que las ventas de fluido al país vecino son mínimas. Las petroleras se habían comprometido a vender al país trasandino hasta 24 millones de metros cúbicos diarios. Ahora sólo despachan 1,6 millón, pero a cambio Chile debe enviar fuel oil que aquí se utiliza para la generación eléctrica. La posibilidad que tuvieron esas empresas durante la década del noventa y hasta hace un par de años de exportar gas sin prever las necesidades del mercado interno muestra que el negocio privado primó sobre el desarrollo local.

A esa batería de medidas, el Gobierno le agregará este año unos 1000 megavatios de generación eléctrica, con la puesta en marcha en abril y junio de las centrales de ciclo combinado –que ahora funcionarán con combustibles líquidos, por la carencia de gas– de Timbúes y Campana, más otros aportes pequeños en distintas provincias. Con todo ello, seguramente este invierno tampoco habrá cortes a usuarios residenciales. Página/12 consultó a distintos especialistas en materia energética, quienes coincidieron en que las dificultades de suministro recaerían otra vez en la industria, como el invierno pasado, y en menor medida, en el GNC.

La oferta de Brasil en lugar de ceder gas fue exportar 200 megavatios de electricidad por hora en el momento de mayor demanda interna. Es una ayuda para hacer frente a los picos de demanda, que este año superaron los 18.000 megavatios. Pero es una ayuda costosa, ya que el precio de la electricidad más que duplica al del gas. “El gas es materia prima, la electricidad ya contiene valor agregado”, explicó el especialista Marcos Rebassa. Gustavo Calleja, del Grupo Moreno, interpretó que esta oferta poco ventajosa de Brasil es una represalia “a la jugada” de Néstor Kirchner de hace tres años, cuando ofreció a Bolivia pagarle más por el gas, a fin de asegurarse el suministro, lo cual forzó al gobierno de Lula a aceptar también una renegociación de su contrato con Bolivia que le terminó costando más de dos dólares por millón de metro cúbico. “Por eso ahora Brasil, que le compra 30 millones de metros cúbicos a Bolivia, le exige respetar su contrato”, señaló el especialista.

Lapeña, ex secretario de Energía de Raúl Alfonsín, explicó que la imposibilidad de Bolivia de cumplir con el compromiso de enviar a la Argentina hasta 7 millones de metros cúbicos de gas pone en aprietos al Gobierno, pero advirtió que la situación más grave se daría a futuro, ya que está previsto que en el año 2010 ese país exporte 27 millones de metros cúbicos. “Que no pueda cumplir ahora es un problema, pero que no lo haga dentro de dos años generará una situación grave”, alertó.

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