Mar 08.02.2011

CULTURA DIGITAL  › EL EX COFUNDADOR DE PATAGON, CONSTANCIO LARGUíA, PRESENTA WEEMBA.COM

“Hay menos espacio para el piletazo”

En Weemba.com, los clientes se postulan para recibir ofertas de los bancos. Cambia la lógica del negocio, donde generalmente los clientes deambulaban por las sucursales en busca de financiación.

› Por Mariano Blejman

Una camisa blanca con los botones prendidos casi hasta el cuello. Un pantalón oscuro de caída recta casi hasta el piso. Una sonrisa a prueba de fuego y la mano bien abierta para saludar. Constancio Larguía se llevó el mundo por delante una década atrás cuando fundó Patagon junto a Wenceslao Casares y lo vendió por más de 500 millones de dólares al Banco Santander. Patagon tuvo –junto al resto de Internet– una caída estrepitosa cuando estalló la primera burbuja, y a Larguía le costó un poco embanderarse con ese slogan que tan bien funciona en la economía estadounidense: “Crear, destruir, repetir”. Como sea, ahora Larguía, de apenas 35 años, agrega la palabra “reincidir”: vuelve con una idea para Internet que promete alterar la relación entre quienes buscan créditos y la oferta de los bancos. Pretende así socializar el mercado financiero. Porque si hay algo que los bancos no tenían hasta ahora era predilección por las redes sociales. Weemba.com es un sitio de servicios financieros operativo en la Argentina y en España, que comenzará a funcionar en Estados Unidos desde julio de este año. “La idea es usar dinámicas sociales de la web para que los usuarios comunes encuentren financiación. Los usuarios arman el tipo de financiación que quieren recibir y los agentes comerciales de los bancos buscan posibles nuevos clientes”, dice Larguía, en entrevista con Página/12, recién llegado de Miami.

¿Terminará Weemba.com por inventar el community manager bancario? Quién sabe. La cuestión es que las ofertas creadas por los usuarios (antes se los llamaba “gente”) duran 60 días en línea. Durante ese lapso, los bancos pueden consultar posibles “tomadores” de créditos y ofrecerles su interés en financiarlos. Una vez pasado ese tiempo, la oferta se da de baja, según cuenta Larguía. Weemba.com se encarga de verificar la identidad de los clientes, y los bancos sólo podrán ver información confidencial si el usuario acepta su invitación.

–A ver, Manuela, vamos para arriba... no, bueno, por favor, entonces para abajo.

Constancio Larguía lucha contra la relatividad de un navegador, mientras muestra cómo funciona Weemba.com en una inmensa pantalla. Manuela usa el mouse cuando Larguía suelta el speech como quien tiene sobre sus hombros una vasta trayectoria de elevator pitches, esa capacidad de convencer en pocos minutos de que una idea vale millones.

¿Y quién paga todo esto? Esto es lo mejor de la start-up: el costo correrá por cuenta de los bancos. “Si es para consumo, les cobramos a los bancos 200 pesos. Si pide una hipoteca, cobramos 400 pesos. Si es para empresas cobramos, 500 pesos.” Weemba.com invierte la lógica bancaria, y en vez de hacer que el cliente vaya al banco, será Mahoma quien golpee la puerta con los morlacos a cuesta. De los 46 bancos de la plaza financiera, ya hay 14 bancos principales que operan con Weemba.com en la Argentina y otra buena cantidad ya trabaja en España.

–Mostrame acá, Manuela, por favor... –implora Larguía.

El emprendedor muestra la cantidad de ofertas que recibió un cliente de un scoring de 700 puntos en el Veraz. “Este tiene cinco pedidos bancarios”, señala Larguía en la pantalla. “Quiere cambiar el auto.”

En julio saldrá en Estados Unidos de la misma forma en que se movió en la Argentina y España: visitando bancos, buscando no sólo grandes casas centrales sino también pequeñas sucursales dispuestas a buscar clientes más allá de sus posibilidades físicas y territoriales. Buena parte de la inversión inicial se fue en seguridad. “Hacemos un fuerte trabajo de validación, usamos el sistema de PayPal: le enviamos al usuario una suma de dinero a su cuenta de banco por un monto que sólo quien lo reciba podrá decir cuánto es.”

Aunque en América latina no hay una comunidad de inversores de riesgo tan fuerte como en Estados Unidos, hace un tiempo se “viralizó” la idea de que desde cualquier lugar del mundo se puede hacer una aplicación para usar en todo el planeta. Es la teoría “Google”, que invitó a miles de desarrolladores a trabajar para la plataforma del buscador. “Esa teoría puede funcionar para los bits. Pero si se trata de objetos físicos, hacer una aplicación es mucho más difícil”, cree Larguía.

–Pero, ¿no está sobredimensionado el argumento?

–Está sujeto al tipo de producto. Yo vivo en Estados Unidos, y veo la cantidad de empresas estadounidenses que tercerizan negocios acá.

–Pero, para hacer negocios, ¿no hay que estar...

–¿... en el lugar donde hagas los negocios?

–No... yo decía en Estados Unidos.

–Nosotros tercerizamos el desa-rrollo con una empresa argentina muy buena que se llama Lagash y trabaja para el exterior; ellos no tienen oficinas en otros países. El tema es cuando producís para vos. Ahí tenés que tener oficinas en los países donde vas a operar. Tenemos que ir a los bancos, a visitar a las casas matrices.

Después de la venta de Patagon en marzo de 2000, que incluyó todo tipo de rumores sobre cómo fue que un grupo de jóvenes emprendedores le hizo gastar –además de la compra– cerca de 270 millones de dólares a uno de los bancos más importantes de España, Larguía se unió a Bumeran.com, la empresa de su hermano, y comenzó a buscar asociaciones estratégicas (un buen eufemismo para vender la empresa). Su deambular por los pasillos de las corporaciones se convirtió en una historia digna de un psycho-thriller. “Ofrecimos Bumeran a tres empresas: StarMedia.com, Monster.com y Terra Networks. Y pasó algo inesperado: las tres nos dijeron que sí. Entonces viajamos a cerrar el acuerdo con Monster.com, que era la que más me gustaba, mientras se derrumbaban las puntocom. Sus acciones caían y cada vez iban a tener que darnos más acciones, así que se hicieron para atrás. Luego viajamos a ver a StarMedia a Nueva York. También nos dijeron que preferían esperar.” Entonces se tomaron un avión y, sin llamar a nadie, se fueron al cuartel general de Terra en España el mismo día en que Juan Villalonga, jefe de Terra, era despedido por hacer operaciones con acciones antedatadas (“una matufia financiera”, dice Larguía). “Fuimos a tocar el timbre a la puerta de Terra”, cuenta. Como si fuera un western urbano, por aquella puerta pasaban los fardos rodando, y no eran precisamente de dinero. Larguía se alquiló una habitación en el Holiday Inn y se puso a esperar. Veinticinco días después logró vender Bumeran a los nuevos ejecutivos de Terra. Fue el 22 de diciembre de 2000. Faltaba poco para el Día de los Inocentes.

–¿Y qué cambió en estos diez años?

–Hay menos espacio para el piletazo.

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