Mié 13.08.2008

CIENCIA  › DIáLOGO CON ALBERTO SAAL, GEóLOGO

Planetología: Luna y circunstancia

Esta vez el jinete hipotético dialoga por teléfono con un compatriota que trabaja en Estados Unidos; padece, pues, la tortura del grabado a distancia, lo cual dado el tema (la Luna), de alguna manera encaja.

› Por Leonardo Moledo

–Antes que nada, le pido que se presente.

–Cómo no. Soy Alberto Saal, trabajo en Brown University (Rhode Island, EE.UU.), soy de Córdoba, hice la licenciatura y un doctorado en Geología en la Universidad de Córdoba, después fui a Estados Unidos, donde hice un master en el MIT (en Geoquímica) y más tarde, un doctorado en Oceanografía.

–A mí se me ocurrió entrevistarlo por la reciente publicación en Nature de un artículo en el cual usted cuenta que se encontró agua en la Luna. ¿Por qué no me cuenta cómo fue?

–Nosotros somos geoquímicos y trabajamos con rocas volcánicas terrestres. Midiendo las concentraciones de los elementos en esas rocas hacemos cálculos de la composición del manto de la Tierra, al que no accedemos de manera empírica (el manto es la capa de roca muy caliente que está debajo de la corteza). Se han desarrollado técnicas analíticas que nos permiten medir concentraciones cada vez menores. Por ejemplo, en el caso de los elementos volátiles tenemos una técnica que nos permite analizar un orden de magnitud con concentraciones más bajas: si antes se medían 50 partes por millón, ahora se miden 5. Lo que pensamos, entonces, fue: ya que tenemos la técnica, ¿por qué no nos ponemos a analizar estos datos en la Luna?

–Los volátiles son...

–Hidrógeno, carbono, flúor, cloro, azufre. Hicimos una propuesta a la NASA, que nos dijo que no porque se sabía que la concentración de volátiles en la Luna era muy muy baja o inexistente en el caso del hidrógeno. Y las razones por la que la comunidad dio esa respuesta son dos: una es que hay gente que ha tratado de medir esto por cuarenta años sin encontrar pruebas de hidrógeno. La otra es la idea que tenemos de la formación de la Luna, a través del impacto entre la Tierra y un planeta del tamaño de Marte, que colisionan. El otro planeta se despedaza en fragmentos fundidos, que forman un disco alrededor de la Tierra, y la gravedad que tienen esos pedazos es demasiado baja como para retener el hidrógeno. Por eso, cuando se juntan y forman la Luna, no hay hidrógeno.

–¿Esa teoría es la más aceptada?

–Sí, porque explica el momento angular del sistema Tierra-Luna. Por ahora es el mejor modelo. Entonces, todo el mundo dijo: tenemos el modelo, sabemos que hay pocos volátiles (algo de sulfuro, algo de cloro, algo de flúor), entonces no hacemos nada (ése era el razonamiento). Insistimos un par de veces más, y a la tercera vez la NASA (tal vez un poco harta de nosotros) aceptó darnos un poco de plata. El apoyo de la NASA era fundamental, porque no había otra manera de conseguir muestras de rocas lunares.

–Y se las dieron.

–Sí. Entonces hicimos las mediciones y nos dio clara evidencia de hidrógeno en las rocas volcánicas.

–Es hidrógeno que sale de la época volcánica de la Luna, que fue hace mucho.

–Sí, entre los 3,9 y los 3,2 mil millones de años. Alrededor de 600 millones de años después de la formación de la Luna. Cuando dimos a conocer los resultados, la gente no nos creyó mucho. Se pensó que era un tema de contaminación: o contaminación terrestre o contaminación por vientos solares (que son 99 por ciento hidrógeno) y que se implanta en las rocas. Esa fue la objeción más común que se nos hizo. La cuestión es que el hidrógeno implantado no tiene gran poder de penetración, sino que se queda más o menos en la superficie.

–¿Y entonces?

–Agarramos una férula de vidrio volcánico, la cortamos por la mitad, medimos la concentración a través del diámetro de la esfera y descubrimos que la mayor concentración de hidrógeno no estaba en la superficie (como era de esperar si se hubiese tratado de contaminación solar), sino en el centro. Eso lo que nos dice es que los volátiles estaban en la lava y están tratando de salir.

–Esta es evidencia de hidrógeno... ¿y agua?

–El asunto es preguntarse cómo puede estar el hidrógeno: puede ser H2, HO o H2O. Lo que es muy difícil ver es cómo está la molécula, para lo cual se necesitan altas concentraciones. Como no hay altas concentraciones, sino todo lo contrario, resulta difícil hacer las mediciones. De todos modos, nuestras pocas mediciones nos dan que está mayoritariamente como HO.

–Y dígame... ¿qué se sabe de cómo es el interior de la Luna?

–Bastante poco, y una de las razones es que la forma de saberlo es a través de estudios sísmicos. Hubo sismómetros que se pusieron, pero no hay mucha información: se cree que hay una corteza de alrededor de 60 kilómetros, después viene el resto, el manto (si usted se imagina que toda la Luna fue fundida, empezó a cristalizar en dos frentes. Todo lo que no son los 60 kilómetros superficiales es un manto). No se sabe si hay un núcleo.

–El manto está frío ya, ¿no?

–Gran parte del manto está bastante solidificado. Todo es sólido, no hay nada fundido (salvo, tal vez, una parte del núcleo). El resto del manto produce células de convección, se mueve de la parte caliente del centro hacia la superficie, que es más fría. Se enfría, cambia la densidad, cae de vuelta y se forman esas células de convección.

–¿Eso es ahora?

–Sí, es un proceso que probablemente siga.

–¿Y qué son esos “mares”, esas zonas oscuras que se ven desde la Tierra, aun a simple vista?

–Lavas volcánicas, llamados “mares de basalto”.

–El otro día yo miraba la Luna y veía muy claramente las imperfecciones, las partes oscuras. Me preguntaba cómo fue posible que durante tanto tiempo se la idealizara de tal manera que se la creyera un cuerpo perfecto, hecha de éter, incorruptible...

–Es curioso, es cierto. Pero no lo sé.

–¿Cuándo salió el artículo de Nature?

–El 10 de julio. Le digo las conclusiones que se han sacado. En base a lo que nosotros medimos de hidrógeno, cuando hacemos los cálculos para ver cuánto es lo que se ha escapado, podemos decir cuánto es lo que había allí originalmente. Lo primero es que las lavas que nosotros analizamos habrían tenido originalmente la misma concentración de hidrógeno que tienen los fondos oceánicos, lo que nos dice que las concentraciones de hidrógeno en el manto superior de la Tierra y en el manto de la Luna podrían ser equivalentes (lo cual es mucho más elevado que lo que se creía hasta ahora).

–¿Y lo segundo?

–Lo segundo es: ¿cómo llegó el hidrógeno allí? Dos posibilidades. Una, si había hidrógeno en la Tierra antes de la colisión, el hidrógeno luego de la colisión no se perdió completamente. Dos: no había hidrógeno antes de la colisión, o lo que había se perdió, y fue adicionado a la Luna y a la Tierra por meteoritos y ese tipo de viajeros espaciales. Pero para que el hidrógeno quede en el interior del planeta tiene que haber venido en una época donde la corteza tiene que haber sido muy fina, y eso tiene que haber sido probablemente dentro de los primeros 100 millones de años. Por último, que es importante ahora para la NASA, es la búsqueda de hielo en los polos.

–¿Por qué los polos?

–Porque los polos se comportan como zonas donde los gases se condensan. Hay cierta evidencia pero no está confirmada, si se confirma va a haber dos expediciones a la Luna para chequearlo. Si se detecta efectivamente la presencia de hielo en los polos, va a surgir el interrogante: ¿de dónde sale ese hielo?

–¿Y de dónde sale?

–Hasta que salió nuestro trabajo, la gente creía que los hielos de los polos tenían un origen externo: los meteoritos impactaban sobre la superficie, se volatilizaba el gas y se condensaba en los polos. Lo que nosotros decimos es que cuando la Luna tuvo magmatismo y erupcionó, se desgasificó y esos gases, que son internos de la Luna, se condensaron para formar hielo. Hasta que no podamos analizar los isótopos que forman el hidrógeno del agua de los polos, y los del hidrógeno de las lavas, no vamos a poder decir con certeza qué fue lo que pasó.

–Cambiando de tema... volviendo a la Tierra, y hablando de volver... ¿piensa volver a Argentina?

–Volver con la frente marchita.

–No, al revés. Con la frente alta y de cara a la Luna...

–Me gustaría, la verdad es que me gustaría. Hemos pensado colaborar con gente de la Universidad de Córdoba, para ir encaminándonos hacia allí pasito a pasito.

–Me parece una buena idea.

–Aunque tiene sus pros y sus contras.

–Como todo.

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