CIENCIA › ENTREVISTA CON EDUARDO ZERBA, QUíMICO, ESPECIALISTA EN PLAGAS
La persistencia del dengue en el norte del país, los casos mortales que se dieron, movieron al jinete a buscar las fuentes de información en un laboratorio que se ocupa de las plagas y su control. Lo que escuchó no es demasiado alentador.
› Por Leonardo Moledo
–Bueno, usted es director del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPeIN), dependiente del Conicet y del Citedef (ex Citefa), ¿Por qué no me explica qué es el dengue?
–Es una enfermedad tropical, una de las pocas enfermedades tropicales que, a pesar de ser catalogada como enfermedad de la pobreza, en realidad no lo es. Puede afectar a cualquier ciudadano de clase media, incluso clase alta. Por eso tiene tanta difusión. Una vez, en una reunión de la OMS, un colega me dijo: “En un país en el que entra el dengue, se olvidan del Chagas”. Porque el Chagas es todo lo contrario, es la enfermedad silenciosa de la pobreza. El dengue no, el dengue hace eclosión. El día de mañana, cuando las condiciones climáticas se den, puede afectar a Córdoba, Rosario, Buenos Aires...
–Cuénteme el tema desde el punto de vista científico.
–Tenemos un mosquito, el Aedes aegypti, que es uno de los personajes entomológicos más odiados de la historia, porque no sólo transmite el dengue sino también la fiebre amarilla. Este tipo de mosquito estaba erradicado de América latina en los ’60, pero como no hubo una política consecuente, regresó, las poblaciones volvieron a incrementarse y ahora tenemos una reemergencia del dengue y una aparición en Argentina, país que hasta 1997 no tenía dengue. En ese año fue la primera epidemia, en Salta.
–¿Cómo transmite ese mosquito? ¿Y qué es lo que transmite?
–Básicamente, es el transmisor del virus del dengue. La hembra del mosquito adulto es hematófaga: para poner sus huevos, necesita chupar la sangre. Cuando le chupa la sangre a un enfermo de dengue, el virus es incorporado al mosquito y cuando ese mosquito va y pica a una persona sana, parte de la sangre que tiene en su intestino pasa a la persona sana, que contrae el virus. Allí se desarrolla un pequeño período de incubación y luego la enfermedad.
–¿Y qué le ocurre al enfermo?
–Hay dos tipos de enfermo. En uno, la sintomatología es parecida a la gripe común o más fuerte. Algunos lo llaman “fiebre rompehuesos”, porque quien lo contrae tiene muchos dolores en las articulaciones. A veces pasa casi desapercibido, como una pequeña gripe común. La variante más complicada es cuando ocurre el dengue hemorrágico. Hay cuatro virus distintos del dengue. Si una persona se infecta con uno de los tipos de virus y luego contrae la enfermedad con otro tipo de virus, puede haber una respuesta muy fuerte del organismo: producir hemorragias y una serie de sintomatologías que pueden llevar a la muerte.
–¿Y qué tiene que ver el Aedes con el mosquito común?
–Bueno, yo le diría que muchos de los mosquitos que vemos en la ciudad son Aedes. El mosquito más común, el que se ve normalmente en lugares como Buenos Aires, es el culex, que lo que más afecta es el confort. Pero no es transmisor.
–Usted dirige un laboratorio en el que estudian las plagas...
–Sí. El laboratorio nuestro tiene su centro de gravedad en la optimización del control de insectos plaga, sobre todo aquellos que son vectores de enfermedades (particularmente, de Chagas y de dengue).
–¿Y qué fue lo que pasó aquí?
–Bueno, es muy simple. El dengue, como cualquier enfermedad transmitida por insectos, necesita para desarrollarse una población grande de insectos. Basta con que se den las circunstancias climáticas y ecológicas para que las poblaciones suban considerablemente.
–¿Qué condiciones?
–Alta temperatura y alta humedad. Si a eso le sumamos que hay una epidemia en Bolivia, y teniendo en cuenta que los insectos vectores no reconocen fronteras, es sencillo ver que el dengue bajó de Bolivia, pasó por Salta y ahora está expandiéndose por el norte. Eso pasa, como le decía, porque las condiciones climáticas son favorables.
–¿Hay forma de controlar eso?
–No. Sobre el clima no se puede hacer nada. Lo que sí podemos hacer es controlar las cosas que están a nuestro alcance, lo que se llama “manejo del medio”. Hay pautas de higiene, pautas de ordenamiento del medio, que son recomendables. Eliminar, por ejemplo, los recipientes con agua en donde se pueden desarrollar las larvas del mosquito. Si uno elimina esa posibilidad de criar larvas en los recipientes acuáticos, reducimos la población de mosquitos. Esa es una medida que tenemos que llevar a cabo sí o sí, pero no alcanza.
–Porque además están los ríos, las lagunas, los charcos...
–Sí, más bien los charcos. Pero pensemos que puede poner sus huevos en una tapa de gaseosa, en el huequito de un árbol que haya acumulado agua de lluvia. Es muy difícil eliminar todos los lugares donde pueden desarrollarse las larvas del mosquito. Hay que desarrollar medidas de control con insecticidas y larvicidas. No hay posibilidades, si no, de controlar el dengue. Eliminar los reservorios de agua es importante, pero no es suficiente.
–¿Cómo es el ciclo de vida del mosquito?
–La mosquito hembra pone sus huevos, del huevo salen las larvas, que pasan por distintos estadios, llegan a una forma intermedia entre la larva y el adulto (que se llama pupa) y de la pupa pasa a la forma adulta del insecto. Parte del éxito del mosquito se debe a su capacidad de adaptarse a distintos ambientes: va del agua al aire.
–¿Y cuánto vive el mosquito?
–Depende de las condiciones ambientales. En invierno, por ejemplo, no se encuentran mosquitos adultos ni por casualidad. Cuando bajan las temperaturas, las poblaciones de mosquitos se achatan mucho.
–Pero de noche, en el norte, la temperatura baja mucho...
–Eso es cierto, pero también hay que tener en cuenta que el mosquito se domicilia. Vive en el interior de las viviendas, en buena medida, y es ahí donde produce la transmisión vectorial. Lo que hay que decir, como le decía, es tratar con insecticidas y larvicidas las viviendas y sus alrededores. Muchas veces las fallas en los programas de control se deben a que los planes no son integrales en el tratamiento de interiores y exteriores.
–Ahora está afectado el norte... ¿cuál es el futuro de esa zona epidémica? ¿Expandirse?
–En este caso la epidemia se va a propagar al compás de las poblaciones de mosquitos. La única manera de controlar una epidemia de este tipo es controlar al insecto vector. Cuando digo controlar, no es solo el uso de insecticidas, sino lo que hablábamos de controlar el medio. Hoy en día de lo que se habla es de manejo integral de la plaga: utilizar distintas variantes destinadas todas a eliminar o reducir la cantidad de vectores. Uso de insecticidas, de larvicidas, comunicación social. Pero en la región, si no, va a ser recurrente. Además, hay un problema con los insecticidas y los larvicidas. Básicamente hay un estancamiento científico-tecnológico en lo que es el de-sarrollo de elementos para el control de insectos vectores en general y del Aedes en particular. Nosotros formamos parte de un comité internacional de la OMS, donde están representadas las macroempresas desarrolladoras de agroquímicos e insecticidas. Y altos ejecutivos de estas empresas han dicho, explícitamente, que no tienen interés en desarrollar productos destinados al control de este tipo de cuestiones. Porque el mercado es pequeño, porque los países tropicales son malos pagadores y porque, como los insecticidas se aplican dentro de las viviendas, ellos temen que se produzca alguna intoxicación que desprestigie sus productos. Por lo tanto, investigan mucho más para el mercado agrícola.
–¿Y entonces?
–La idea que nosotros siempre hemos sostenido es que el desarrollo de herramientas de control para insectos vectores hay que hacerlo en la región. Los países de América latina tienen que invertir en investigación, tienen que ocuparse de ese problema.
–¿Qué quiere decir que esté estancado el desarrollo de insecticidas? ¿No hay insecticidas eficaces?
–No. El tema es así: los insecticidas no son lo suficientemente eficaces como deberían ser. Pero no es problema de las herramientas, sino de las estrategias. Al haber pocas herramientas, las estrategias resultan ineficientes. Lo que estamos haciendo nosotros a nivel estratégico es más o menos lo que hizo un doctor estadounidense que trabajó con las fuerzas armadas cuando su país invadió Cuba. Gracias a él los yanquis pudieron conquistar Cuba: les costó más vidas la fiebre amarilla que las batallas para conquistar la isla.
–Eso fue hace más de cien años...
–A principios del siglo XX. Lo que ellos hicieron fue aplicar humo y larvicidas, y con eso y la ley marcial pudieron controlar el Aedes.
–¿Y ustedes en qué avanzan?
–Lo que nosotros hemos desarrollado es una nueva formulación que se aplica de la misma forma que las fumigaciones, un tipo de fumigación que tiene efectos sobre los adultos pero también sobre las larvas. Eso es un mejoramiento de la estrategia: con una sola herramienta, controlamos ambos estados del mosquito. Por otro lado, hemos puesto ese mismo método en tabletas fumígenas. Estamos encontrando que los humos tienen una gran eficacia, y la gran ventaja de esto es que puede ser usado por la población en riesgo. La misma población puede efectuar el control.
–¿Los insecticidas son tóxicos?
–Bueno, si hablamos de toxicidad, todo es tóxico. La dosis hace al veneno. El método que desarrollamos nosotros es seguro en las condiciones de uso que prescribimos, por supuesto.
–¿Cuál es su pronóstico con respecto a esto?
–Muy probablemente va a durar algún tiempo más, tal vez quince días más. No creo que se extienda hacia el sur, porque el clima ya está empezando a templarse. Las provincias que podrían ser afectadas son las que ya lo están. A medida que vaya avanzando el otoño, se van a planchar las poblaciones de mosquitos y la epidemia va a ceder.
–¿Y qué va a pasar cuando venga la primavera?
–El dengue tiene ciclos. Yo no sé si hay algún modelo que prevenga los ciclos de dengue, yo no lo conozco. El riesgo siempre está: puede ser menor o mayor pero siempre está.
–Y depende de la región...
–Por supuesto.
–No es una enfermedad de la pobreza sino de países pobres...
–Esa sí creo que es una buena definición. El dengue es una enfermedad cosmopolita: afecta Asia, América latina, Africa. Pero es cierto que en los países desarrollados el riesgo es menor.
–¿Y no hay cura?
–Cura, no. Lo que hay es un tratamiento para los síntomas, como con la gripe. También es necesario decir que, si bien no es una enfermedad de la pobreza, sí se la enfrenta mejor siendo de clase media.
–¿Y qué le diría a la gente que haga?
–Cosas muy simples. Si yo tuviera que viajar a esa zona, lo que haría es utilizar protección personal, repelente. Si no hay picadura, no hay dengue.
–¿Y si viviera allí?
–Lo mismo. Pero el control centralizado por parte del Estado es absolutamente clave.
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