CIENCIA › DIáLOGO CON JUAN CARLOS RADOVICH Y ALEJANDRO BALAZOTE, ANTROPóLOGOS SOCIALES
El Jinete Hipotético cabalgó hacia el sur porque siempre estuvo interesado en comprender cómo evoluciona la identidad de los pueblos originarios. Y conversó con los dos antropólogos sociales, quienes le contaron sobre las tradiciones y los cambios de las comunidades mapuches.
› Por Leonardo Moledo
–Ustedes se dedican a estudiar los mapuches...
Juan Carlos Radovich: –Somos antropólogos sociales, y en realidad nos dedicamos a estudiar diversos problemas, entre los que se cuentan los conflictos étnicos, las identidades, la antropología económica, las formas de vida, los impactos de grandes obras. Y los mapuches estuvieron involucrados en varios de nuestros proyectos. Empezamos a trabajar a principios de los años ’80, y en el año 1986 terminamos asesorando la re-locación de la comunidad mapuche a raíz de la construcción de la represa Piedra del Aguila.
–¿Cómo es la sociedad mapuche?
Alejandro Balazote: –Yo diría que son parte de esta sociedad. No hay una sociedad separada de la sociedad capitalista en que vivimos todos...
R.: –En general cuando se piensa en indios se piensa en individuos aislados, ahistóricos. Y en realidad están profundamente vinculados al mercado de trabajo, a la mercantilización de sus productos, a la gestión de recursos...
–Pero teniendo eso en cuenta, ¿cómo viven?
B.: –Yo creo que los mapuches han cumplido y cumplen en el sistema de relaciones interétnicas un rol de subordinación muy importante. El avasallamiento que se dio durante el surgimiento del Estado-Nación, la privación de su territorialidad, el genocidio, los obligaron a repensar sus procesos identitarios, su economía, su relación con el Estado...
R.: –Y a partir de ahí pensar en estrategias para llevar a cabo sus reivindicaciones.
–¿Hay organizaciones y formas de vida propiamente mapuches?
R: –Sí, claro. Siempre que se piensa en los mapuches se piensa en los mapuches rurales. Pero el ’75 por ciento, aproximadamente, vive en pueblos y ciudades. Y es precisamente en los pueblos y las ciudades donde han logrado crear organizaciones originales que comenzaron a recuperar, paulatinamente, aspectos de su identidad y de su cultura. Cuestiones que tienen que ver con la historia, con la lengua, con la cultura. Y a partir de eso se da, también, el reclamo al Estado de la puesta en práctica de ciertas políticas.
–Vamos a las comunidades mapuches que viven en ámbitos rurales. ¿Cómo son? ¿Los chicos van a la escuela?
R.: –Sí. Es raro que una comunidad no tenga una escuela propia o compartida. Donde no la hay, es porque hay un pueblo cercano que está a pocos kilómetros. Son escuelas provinciales a las que, en algunos casos, van solamente chicos mapuches y, en otro caso, va también gente no mapuche.
–¿La lengua se está perdiendo?
B.: –Bueno, hay algo todavía. Los ancianos siguen hablando mapuche y hay una cierta revalorización de la lengua. en las comunidades, en qué se habla en español. Aunque hay gente que habla mapuche.
–¿Cuál es el rol de la mujer en la sociedad mapuche?
R.: –Podemos decir que, a la luz de los cambios en la sociedad en general, la mujer ha ganado en protagonismo. Ha habido cambios en la división sexual del trabajo, en la participación política... Y además tienen una postura de que hay un tema de género a salvar en la propia comunidad.
B.: –Lo que no quiere decir que se haya conseguido la no discriminación. En una sociedad mayor donde la mujer es discriminada, las comunidades también tienen ciertos niveles de discriminación.
–¿Y son comunidades autoritarias?
R.: –No. Si vamos a la organización política, vemos que antiguamente se elegía al jefe a partir de un linaje dominante. Puede ser que en algunos casos se siga dando así, pero ahora la mayoría elige a sus jefes en votaciones.
B.: –E incluso hay mujeres que son jefes, lo cual era impensable hace un tiempo. Por otro lado, hay una fuerte valorización del consenso. Las cosas pueden demorar más, pero tienen que estar bien consensuadas. Y también hay una valorización del discurso.
–¿Y la salud cómo se maneja? ¿Con métodos tradicionales o a la occidental?
B.: –Se maneja con todo tipo de formas. Como en toda sociedad, hay mecanismos y herramientas de medicina popular (algunos que son propios y otros que son heredados, por ejemplo, de los conquistadores españoles). Pero ninguno reniega de la medicina convencional. Y lo que reclaman es que hay aspectos culturales que no son tenidos en cuenta en los planes sanitarios o en las formas de encarar las políticas en salud.
–Hace un tiempo hubo un caso entre los guaraníes de un chico cuya comunidad se oponía a que fuera operado, ¿no?
R.: –Pero esos casos son excepciones. La gente concurre a los lugares de salud en la medida en que le son eficaces. Ellos saben, por otro lado, que hay cosas que los médicos no les pueden curar. Y ahí concurren a lugares alternativos.
–Bueno, en ese caso, finalmente fue operado y el chico se salvó. ¿Y hay propiedad privada?
R.: –No, propiedad privada no. Eso varía de acuerdo a las provincias. En el caso de Neuquén, por ejemplo, hay un reconocimiento de una cantidad de reservas indígenas desde el año 1964, y después hubo un proceso en el que a muchas de ellas se les dio la propiedad en términos de una asociación civil sin fines de lucro. Es decir que la tierra no está parcelada, sino que es un territorio colectivo que nadie puede vender.
B.: –Y eso es muy importante para las comunidades que están en zona petrolera, porque cobran derecho de servidumbre.
–Las que están en territorio petrolero tienen que ser muy ricas.
B.: –Algunas. Las que reciben servidumbre.
R.: –Hay un par de comunidades que están asentadas sobre un territorio en el que se producía, hace un tiempo, el 35 por ciento del gas del país.
–Tienen suerte de vivir en esta época. En otra época los hubiesen matado.
R.: –Sí, claro. Pero no hay que pensar que los indios están exentos de la represión.
–¿Y hay consejo de ancianos o ese tipo organizaciones antiguas?
R.: –En este proceso de revalorización identitaria hay una fuerte tendencia a revalorizar la palabra de los mayores, e incluso a reforzar ciertos roles como, por ejemplo, el de las mujeres que son depositarias del conocimiento religioso de la lengua y que llevan a cabo parte de los actos rituales en algunas ceremonias. E incluso, la palabra del lonko (el jefe).
B.: –No existe un consejo formal de ancianos, pero sí una valoración de la palabra de los antiguos. Siempre que van a un evento donde tienen que mostrar su reclamo y su identidad, la presencia de los mayores es marcada. Son los depositarios del saber de la comunidad.
–¿Y la religión?
R.: –El cristianismo metió sus garras de distinta manera. La Iglesia Católica intentó compatibilizar elementos de un lado y de otro. El Obispado de Neuquén en la década del ’70 fue muy importante en la defensa de las comunidades. Pero también son importantes otras religiones, como el pentecostalismo, el evangelismo...
–En realidad esos obispos fueron los que enfrentaron a la dictadura. No Bergoglio.
R.: –Ni monseñor Plaza.
–¿Y religión mapuche?
R.: –Bueno, en este momento de revalorización política y organizativa, hay una revalorización de cierta cosmovisión y de la creencia en determinados seres que forman parte del territorio.
–¿Y hay emigración de esas comunidades?
R.: –Sí. Hay un dicho que dice: “La familia crece, la tierra no”. Los recursos no alcanzan para todos y, en general, en las comunidades se mantiene una cantidad de población estable.
–¿Y quién se va?
R.: –Depende de la estructura familiar, de cuántos hay para trabajar, de cuántos hombres y mujeres hay, de la proximidad a los centros urbanos...
B.: – La ganadería es la actividad económica principal. Muchos tienen trabajo asalariado en estancias...
–Los explotan.
B.: –Sí.
–¿Como a todos o más?
R.: –Más. Porque el hecho de ser indígenas muchas veces es un elemento para favorecer la desigualdad y la sobreexplotación.
–En una casa mapuche en el campo, ¿hay televisión? ¿Internet? ¿Computadoras?
R.: –En el campo no. Pero todo depende de la ubicación.
–¿Hay mapuches universitarios?
R.: –No muchos, pero hay.
–¿Y qué están haciendo ahora ustedes?
B.: –No hacemos sólo investigación académica, sino que tratamos de aportar nuestro granito de arena a los reclamos territoriales. Por ejemplo, en Villa La Angostura hay dos comunidades que reclamaban sus derechos territoriales ancestrales sobre parte del cerro Belvedere (el lugar de mayor valorización inmobiliaria de Villa La Angostura), que fueron desalojadas violentamente a fines de 2009. Y el año pasado presentamos un libro, justamente, que es el producto de una investigación sobre la historia de estas comunidades.
–Y la investigación académica, ¿en qué consiste?
R.: –Básicamente estudiamos el impacto y los efectos sociales que generan los procesos de inversión de capital en ciertas poblaciones.
B.: –Y, en relación a eso, los conflictos territoriales y los procesos identitarios. Las últimas investigaciones se centran en el estudio de la disputa por la gestión de los recursos naturales.
–¿Va a desaparecer la comunidad mapuche?
B.: –No.
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