CIENCIA › ADRIANA SERQUIS, GANADORA DEL PREMIO NACIONAL L’ORéAL-UNESCO POR LAS MUJERES EN LA CIENCIA
Es investigadora del Conicet y trabaja en el Centro Atómico de la CNEA en Bariloche. Fue reconocida por sus avances para optimizar el rendimiento de la generación y transporte de energía eléctrica. Aquí explica sus desarrollos y evalúa el lugar de la mujer en la actividad científica del país.
› Por Ignacio Jawtuschenko
Adriana Serquis es investigadora del Conicet, vive en Bariloche y trabaja en el Centro Atómico que la Comisión Nacional de Energías Atómica tiene en la ciudad patagónica. Esta doctora en Física formada en la UBA y el Instituto Balseiro ganó el lunes pasado la edición 2014 del Premio Nacional L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia por su trabajo de investigación: “Técnicas avanzadas de Caracterización de Materiales para Energías Limpias”. “Muchas cosas del trabajo de investigación las hice cuando mis hijos se iban a dormir. Incluso volvía al laboratorio a las 10 de la noche”, relata a Página/12 la autora de este proyecto que busca optimizar el rendimiento a largo plazo de la generación y transporte de energía eléctrica, y que se enmarca en un campo prioritario para el país: el sector energético.
–¿En qué consiste su trabajo de caracterización de materiales y cómo se vincula con la energía?
–Utilizamos las técnicas de la nanotecnología para caracterizar materiales, esto es correlacionar las propiedades físicas de algún material con sus propiedades internas. Desde hace unos diez años el grupo se avocó a estudiar primero básicamente, y ahora con un tinte cada vez más tecnológico, el tema de las celdas de combustible, que son dispositivos electroquímicos capaces de producir energía eléctrica.
–¿Qué es una celda de combustible?
–Es el dispositivo electroquímico más eficiente de conversión de energía química en energía eléctrica. En una celda de combustible, los materiales involucrados son un cátodo, un ánodo y un electrolito. Hay muchos tipos. Las comercialmente más aceptadas son las de baja temperatura, con las que se propusieron hacer los autos, celulares o laptop, que todavía están terminando de cumplir las regulaciones porque son alimentadas no por hidrógeno sino con alcoholes. Las que nosotros estudiamos son de óxido, sus materiales son todos óxido-cerámicos.
–¿A su entender cuál es el material más eficiente?
–Es un fenómeno muy complejo, estamos haciendo cátodos nanoestructurados. El problema es que estas celdas funcionan a casi mil grados de temperatura y queremos bajar la estructura de funcionamiento a 400 grados para que sean más estables, y para que los materiales de conexión sean más baratos. El problema es que cuando se baja la temperatura de operación, baja mucho la eficiencia. Pero usando materiales nanoestructurados justamente podremos lograrlo.
–Su trabajo de investigación es tecnológico y no es tan habitual que las mujeres se inclinen por estos temas. ¿Se considera usted una tecnóloga?
–Bueno, podría decirse algo así. De chica, desde que estaba en la UBA y me peleaba con el director del departamento, siempre me pareció que las cosas que uno hacía tenían que tener aplicaciones tecnológicas concretas. Todo el mundo decía bueno, pero primero hace falta tener una buena formación básica. Cosa a la que yo adhiero, pero siempre me interesó esta otra parte. Yo soy la que vengo empujando para tener la celda, para llegar a armar algo, un prototipo concreto.
–¿Qué es lo que ha premiado el jurado?
–El premio es a las técnicas de caracterización y por formar gente en técnicas de caracterización avanzada. En general, todos estos problemas son complejos y requieren de técnicas complejas, no alcanza con una sola técnica. Lo que estamos aportando es una técnica que combina la mirada de los materiales desde diversos aspectos, desde el estructural, la estructura electrónica y los niveles de contaminación que podría tener. Cada técnica aporta información. Pero esto no lo podríamos haber logrado sin el equipamiento y la infraestructura del Centro Atómico, como los microscopios electrónicos de barrido, fundamentales para analizar con más detalle.
–¿Cómo es que fue a trabajar al Centro Atómico Bariloche?
–Hice el doctorado en el Instituto Balseiro. Había hecho la licenciatura en Física en la UBA y además trabajaba como docente de enseñanza primaria. En ese momento no quería dedicarme puramente a la Física, me gustaba la parte social, la enseñanza de la ciencia. Y me presenté en una beca para hacer el doctorado en el Balseiro, que es el mejor lugar para hacer física aplicada. Y una vez que uno entra al Balseiro, el lugar de trabajo, de investigación, son los laboratorios de la CNEA. El problema fue que, cuando terminé el doctorado, el Conicet estaba casi cerrado, no había ingresos. Corría el año 1999, nos fuimos al exterior, estuvimos tres años en un laboratorio en Estados Unidos y volvimos en el 2004 (nota de redacción: habla en plural, porque fue con su esposo). Fue una apuesta volver y la verdad no me arrepiento. En paralelo, continué con mi proyecto de superconectores, con el que estuve trabajando en el exterior, que también trata de mejorar la eficiencia de los sistemas energéticos.
–¿A su regreso al país observó cambios en el sector científico?
–Sí, un contraste muy grande. Comenzó a haber un real apoyo, revalorización y reconocimiento tanto económico como social. De pasar de tener una postura “es mejor comprarlo afuera” a querer desa-rrollar una verdadera soberanía tecnológica nacional. Por ejemplo, a mí lo que hace Invap me fascina. Me fascina que haya un proyecto que haya apoyado el desarrollo de radares, no sólo de satélites. Tener radares propios y una tecnología propia para los radares me parece totalmente necesario. Hubo que invertir un montón en hacer esas cosas, a la larga si queremos ser soberanos no sólo tecnológicamente sino también económicamente necesitamos hacer esto. Y yo creo que esta visión la tuvo el Estado en estos últimos años, ha apoyado y eso hace que la sociedad valore la ciencia y la tecnología.
–En esta tecnología que están desarrollando, ¿por dónde pasa la ineficiencia energética?
–En general hay disipación de energía a través de calor. Cuando se usa nafta en el vehículo, gran parte de esa energía se pierde en forma de calor, en forma de rozamiento o, en otros aspectos, como la fricción. La celda de combustible teóricamente es el dispositivo más eficiente de conversión de energía química en eléctrica, en el caso de un superconductor es capaz de transmitir energía eléctrica sin disipar nada.
–¿Apuntan ya a una aplicación concreta de la celda de combustible?
–La aplicación concreta sería empezar a tener pequeños dispositivos, primero para lugares aislados. Hay algunos prototipos, pequeños prototipos para lanchas de este tipo de celdas, hay algunos prototipos para casas que se están probando en Japón y viendo cómo es la eficiencia a largo plazo, pero, como decía, funcionan a 800 grados centígrados y nosotros queremos ver si lo podemos hacer a menos temperatura. Aún falta para la etapa de comercialización, porque primero hay que testear estos materiales y ver cómo envejecen a largo plazo y probar su eficiencia. Estamos generando el conocimiento y haciendo la experiencia previa. Hay pequeños avances, como comprobar que los materiales nanoestructurados sirven.
–Además de investigadora es docente de primaria, ¿cuál es su opinión acerca de la tarea de estimular una vocación científica en los más jóvenes?
–Creo que hay dos aspectos. Por un lado, el de transmitir la curiosidad de preguntarse el porqué y cómo funcionan las cosas, aprender a razonar y pensar. Uno tiene que poder transmitir el interés por entender las cosas complicadas. Y, por otro lado, hacer experimentos, esas cosas que de chicos nos parecen extraordinarias, abren la curiosidad.
–Su trabajo podría enmarcarse en las llamadas energías del futuro. ¿Cómo observa la cuestión de la energía como tema de trabajo para la ciencia?
–Todo lo que tiene que ver con la energía yo creo que a futuro tiene que apuntar a matrices energéticas diversificadas. Considero que no va a haber una solución, sino que tiene que haber múltiples soluciones adecuadas a cada región. Entonces tener un buen diagnóstico de lo que te provee cada región del país, y dónde están las fortalezas y dónde las dificultades es algo importante. Pero también tener una mirada sobre cuáles son las posibles tecnologías futuras. Yo no sé si las que estamos estudiando nosotros son las posibles tecnologías futuras, son las que nosotros estamos entendiendo ahora y a las que estamos apostando. Pero si la economía del hidrógeno y las celdas de combustible no funcionan y no es el camino, al menos estuvimos formando científicos que son capaces de entender otras futuras tecnologías.
–¿En qué va a utilizar el dinero del premio?
–Son 150 mil pesos que utilizaremos para insumos para microscopia y para el laboratorio, pero también una parte importante para viajes, para que los investigadores jóvenes del grupo puedan viajar a hacer los experimentos y una tercera pata para hacer divulgación, que en general en los proyectos científicos es difícil que uno pueda poner divulgación porque no lo tienen permitido, salvo, claro, los proyectos específicos, y a mí la divulgación científica me parece importante. Por ello queremos hacer un display para explicar la idea básica de las escalas del metro y el nanómetro. Es algo que es difícil cuando uno habla de nanociencia, nanotecnología. Queremos explicar la escala del submundo nano, partir del metro. A todos nos cuesta llegar a entender lo pequeño que es un nanómetro, de qué escala se trata. Piense que dentro de un metro hay mil millones de nanómetros. Es un uno seguido de nueve ceros.
–¿Qué opina del lugar de la mujer en la actividad científica?
–Yo no siento haber sido discriminada por ser mujer, pero sí sé de mujeres colegas que han sentido ese techo. Porque no se puede evitar trasladar lo que es la sociedad al mundo de la ciencia. Y, por ejemplo, la idea de que la tecnología no es apropiada para las mujeres se transmite en cosas sutiles. Tal vez muchos creen que la ciencia es algo mensurable, objetivo, resuelto, pero muchas veces hay cosas controvertidas que no se resuelven desde el método científico, sino desde una mirada política o social, y la mujer aporta muchas veces desde ahí.
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