CIENCIA › LOS FENóMENOS CIENTíFICOS EN LA TELEVISIóN
Claudio Sánchez es ingeniero, docente y apasionado por la física. Y analiza la narrativa de la ciencia en los medios de comunicación. Desde Los Simpson a The Big Bang Theory.
› Por Pablo Esteban
“La divulgación es la continuación de la ciencia por otros medios”, rezaba la frase que popularizó Leonardo Moledo, el más célebre y agudo periodista que ensanchó las espaldas del campo divulgativo en Argentina durante las últimas décadas. Sin embargo, más allá de su llanura y claridad, esta afirmación sugiere un engranaje subyacente mucho más complejo del aparente y abre las puertas hacia un universo que puede resumirse del siguiente modo: la ciencia no es patrimonio de quien “descubre” o quien “inventa” sino que pertenece a todos aquellos que demuestran curiosidad por aprender sobre un nuevo modo de pensar la vida.
No tiene sentido el hermetismo, pues el acto hermenéutico implica un proceso de resignificación y construcción simbólica del que nadie está exento. La circulación de saberes necesita de científicos, pero también de divulgadores: actores encargados de cerrar el círculo que define el proceso de codificación y decodificación del conocimiento en la sociedad.
A partir de las primeras décadas del siglo XX, un ejército de sociólogos estudió los fenómenos de comunicación de masas y, desde diversos enfoques, opinó sobre la relevancia de los medios en la configuración de las mentes humanas. Ahora bien, ¿de qué manera transmiten los mensajes? En concreto, ¿qué ocurre respecto de los contenidos científicos?
Claudio Sánchez es ingeniero industrial recibido en la Universidad de Buenos Aires y profesor de Física en la Universidad de Flores. Escribió numerosos libros entre los que se destacan Físicamente; Todo lo que sé de ciencia lo aprendí mirando Los Simpson; y La ciencia en el país de las maravillas. Dedicado a la enseñanza y a la divulgación de las ciencias desde hace más de treinta años, aquí explica su nuevo libro y opina sobre el desempeño de los medios en la comunicación de las novedades que se producen en el área.
–Una de sus producciones más conocidas se titula Todo lo que sé de ciencia lo aprendí mirando Los Simpson. ¿No le parece un tanto exagerado?
–Sí, por supuesto, supongo que es un título marketinero. En verdad, lo que sé de ciencia lo aprendí mientras estudiaba y leía libros de física, química y matemáticas. Sin embargo, Los Simpsons despertaron mi curiosidad en innumerables oportunidades. Se trata de un programa que funciona como un motor de ideas. En una multiplicidad de episodios, se narran fenómenos científicos que me impulsaron a investigar y a querer leer más y más al respecto. En general, me traslado a la fuente para analizar la información y chequear que lo que se proyectó en la pantalla chica se desarrollaba bajo ciertos parámetros científicos.
–¿Por qué le interesa analizar cómo los medios comunican la ciencia y no enfatiza en otros modos de divulgación?
–Siempre me interesó cómo la ciencia aparecía retratada en los medios de comunicación: analizaba publicidades, películas, historietas, etc. Así es como surgieron mis primeros libros sobre divulgación. Además, es un ejercicio que me divierte y entretiene. Pienso que es algo así como una perla que se encuentra, como un tesoro o bien una aventura. Por ejemplo, yo no veía Los Simpsons hasta que un amigo me comentó que en un episodio habían mencionado y descrito de una manera errada al “efecto Coriolis” (que puede ser definido como el efecto que se observa en un sistema de referencia en rotación cuando un cuerpo se encuentra en movimiento respecto de dicho sistema de referencia). De este modo, a continuación me hice una pregunta muy simple: ¿por qué un dibujo animado incluía un fenómeno científico?
–Recién usted señalaba que el efecto Coriolis no está bien explicado en el capítulo de Los Simpson. En general, ¿se encuentra con muchos equívocos mientras realiza su trabajo?
–Creo que hay de todo. Curiosamente, los guionistas de Los Simpsons son muy finos y aciertan bastante. Lo que más me sorprendió es que Lisa es quien reivindica este mito cuando afirma que el agua, en los inodoros y desagües ubicados en los hemisferios norte y sur, gira en sentido contrario. Ella siempre explica a la familia ese tipo de asuntos intelectuales y científicos.
–Numerosas críticas se realizaron desde la sociología de los medios que denuncian que la pantalla chica “anula la creatividad”. Sin embargo, usted mencionó que “se enchufa” con la TV. Logra concentrarse y razonar aún más. ¿Cómo lo logra?
–Tal vez me concentro para detectar algún guiño científico que sea susceptible de ser contado. Y siempre, por supuesto, tengo un anotador para no olvidarme de lo observado. Luego, como ya comenté, amplío los datos con fuentes de confianza. Sin embargo, más allá del esfuerzo interpretativo, es algo que disfruto y me gusta mucho.
–¿Usted observa programas de ciencia o sólo ficciones en que se disparan algunos asuntos científicos?
–Sólo miro ficciones porque los programas científicos, salvo raras excepciones, no son entretenidos y para mí eso es fundamental. Más aún teniendo en cuenta las restricciones que impone un medio como la televisión. Hay que desprenderse de esa asociación que nos invita a asemejar la ciencia a lo aburrido. Los contenidos que se observan en ficciones o en dibujos animados nos brindan pequeñas dosis de divulgación.
–En este sentido, ¿cómo definiría el concepto de divulgación?
–Desde mi punto de vista divulgar es acercar la ciencia al público. Yo espero que si comento o escribo algo respecto a algún asunto científico nadie me pregunte para qué sirve, sino más bien que me cuente si se mantuvo entretenido o si se aburrió con mis narraciones. Que le resulte valioso en sí mismo sin una justificación utilitaria de por medio.
–¿Piensa que en el acto de divulgación se resignifica la comprensión del fenómeno científico que pretende explicar?
–No, creo que hay que saber diferenciar. El que produce ciencia está sujeto a innumerables fracasos, un trabajo de prueba y error con muchísimos obstáculos. En cambio, quien divulga tiene una tarea mucho más fácil pero no por eso menos importante: se trata de tomar el producto terminado y embellecerlo. En mi caso particular, selecciono algunos sucesos que sé que resultan atractivos para contar y los comparto. En general, escribir sobre la historia de la ciencia, las estrategias que se pusieron en práctica para desarrollar tal o cual invento, y las intimidades de los protagonistas y sus chismes, funcionan bien.
–¿Qué opina acerca de la divulgación en Argentina?
–Pienso que se progresó mucho en los últimos quince años. En 1999 escribí un libro sobre divulgación que se relacionaba con acertijos. Recuerdo bien que cuando quería presentarlo a las editoriales era uno de los pocos libros de ciencia que estaba escrito por un autor argentino y redactado en castellano. En aquella época, era raro que se reunieran estas dos características en un mismo producto. En la actualidad, se publican centenas de esta clase de libros.
–Cuénteme acerca de su nuevo libro Ciencia en horario central. La ciencia de The Big Bang Theory...
–Los principales protagonistas en The Big Bang Theory son científicos. Sheldon Cooper (Jim Parsons) es un ex niño prodigio y físico teórico graduado en el Instituto Tecnológico de California (Caltech); Leonard Hofstadter (Johnny Galecki) es físico experimental y también investiga en el Instituto; luego hay un astrofísico hindú llamado Rajesh Kootrappaly (Kunnal Nayyar); y por último, Howard Wolowitz (Simon Helberg), quien es ingeniero recibido en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Además de la profesión, los cuatro comparten su gusto por la ciencia-ficción, las historietas de superhéroes y cierta dificultad que les impide relacionarse con mujeres.
–¿Por qué escogió esta serie?
–Creo que porque se trata de un buen cóctel que combina comedia y ciencia. En cada capítulo de The Big Bang Theory se pone en evidencia un acontecimiento científico. “Guiños” que no modifican la trama pero que a me interesan abordar. Es como armar un rompecabezas que, una vez concluido, torna más compleja e integral a una serie que de por sí es muy buena. Ocurre algo similar a lo que sucedía con Los Simpson: el televidente realiza nuevas interpretaciones a medida que observa decenas de veces el mismo capítulo repetido. En síntesis, escojo hechos del programa relacionados a la física cuántica, a la gravedad, a la teoría de la relatividad, etc. y trato de explicarlos.
–Observé que en su libro incluye algunos ejemplos, ¿quiere contar alguno?
–Sí, por supuesto. En un episodio (titulado “The barbarian sublimation”), Penny (Kaley Cuoco) –una mesera y aspirante a actriz– entra en el departamento de Sheldon, mientras él y sus amigos preparan un experimento. Han puesto un parlante apoyado horizontalmente en la mesa y conectado a un equipo de música. El parlante está forrado en papel film para hacerlo impermeable y vierten sobre él una mezcla de almidón de maíz (maicena) y agua. Aunque la mezcla se ve perfectamente líquida, cuando la música empieza a sonar, el líquido baila, adoptando formas como si, por alguna razón, la vibración del parlante le diera consistencia. Lo que visualmente apreciamos como la consistencia de un líquido, cuán espeso es, técnicamente se llama viscosidad. Así, el aceite es más viscoso que el agua, y la mermelada, más viscosa que el aceite. Cuando Newton estudió este fenómeno en el siglo XVII encontró que la viscosidad es una propiedad de cada líquido y que varía con la temperatura. Por eso el aceite caliente fluye más fácilmente que el aceite frío. Sin embargo, hay ciertos fluidos cuya viscosidad varía además según la tensión a la que están sometidos. Por no seguir el comportamiento descripto por Newton, a estas sustancias se las llama “fluidos no newtonianos”. Uno de los ejemplos más comunes de este tipo de fluidos es, justamente, la mezcla de almidón de maíz y agua, en partes iguales.
–Comprendo, mediante su trabajo extrae las huellas científicas que se evidencian en la comedia y amplifica su análisis para democratizar el acceso. En la actualidad, ¿tiene otro proyecto en camino?
–Por el momento opté por esta modalidad de libros cortos que, en general, van asociados a mi conferencia anual. Cada año preparo exposiciones que se suelen brindar en el café científico de Santa Fe o en el de Córdoba. La idea es que las personas adquieran una base de conocimiento científico. En definitiva, que del mismo modo que alguien puede decir: “Qué problema, mi compañero no conoce a Mozart o a Bethoven”, se comente “qué problema, mi compañero no conoce al (físico) Richard Feynman”.
–¿Y por qué piensa que ocurre eso?
–Considero que la ciencia no forma parte de la cultura. Debería, pero creo que hace falta trabajar mucho para que ello ocurra. Por ejemplo, en cualquier programa de radio o televisión están los columnistas de deportes, de política, y de gastronomía, pero no hay uno de ciencia.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux