CIENCIA
› DIALOGO CON EL BIOLOGO RODOLFO TECCHI
Estudiar, conservar, exportar
Víctimas de depredadores y sustitutos, la vicuña y los cultivos originarios de la Alta Puna estuvieron por años al borde de la extinción. Ahora están a salvo, gracias al manejo sustentable de científicos y pobladores.
› Por Leonardo Moledo
En el clásico poema de Juan Carlos Dávalos, Coquena, el dios, advierte: “No caces vicuña con arma de fuego”. Poco caso se le hizo durante mucho tiempo, y la vicuña, cuya lana es una de las más finas y preciadas que existen, estuvo a punto de desaparecer. En Jujuy, programas específicos se dedican a su recuperación y tratamiento sustentable, como a la preservación del patrimonio genético y las antiguas técnicas agrícolas. Rodolfo Tecchi, biólogo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y miembro del directorio de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica de la Secyt, se ocupa de todo eso: es docente en Gestión Ambiental de la Universidad General San Martín y dirige la subsede de la Universidad de Jujuy (cátedra de Desarrollo Sustentable). Allí trabaja en el seguimiento de las iniciativas de la Unesco de conservación de la naturaleza y del patrimonio en esa provincia.
–Bueno, adelante...
–Trabajamos algunas problemáticas particulares, como el desarrollo de una metodología adecuada de captura y esquila de vicuña, en cooperación con la Universidad de Luján. Hasta el momento, ya hemos concretado durante dos años seguidos experiencias exitosas de captura y esquila, algo que nunca se había realizado allí.
–A ver, cuente cómo es eso.
–Primero se detectan lugares en los que la densidad de vicuñas sea lo suficientemente alta, se averiguan las posibles líneas de fuga del animal. En esto trabajan juntos biólogos y pobladores de la zona, que conocen al animal en profundidad. Después se corren las manadas y se las captura mediante un sistema de sogas y redes, se las separa una por una, se las revisa y al final se las esquila con una máquina automática. También se hace un estudio de las vicuñas (sexo, peso, edad, conteo, etc.) para mantener un control de las poblaciones de vicuñas de la zona.
–¿Y después?
–Se las vuelve a soltar. En realidad, no estamos inventando nada; recuperamos una técnica que ya utilizaban los incas. Piense que la vicuña era un animal sagrado y propiedad exclusiva del inca. Con el fusil y la escopeta se perdieron esas técnicas y casi se extinguieron las vicuñas.
–¿En qué estado se encuentra la población de vicuñas en este momento?
–En una recuperación casi total. Prácticamente en la Argentina se ha logrado eliminar la caza furtiva. Había estado por extinguirse, pero se hizo un convenio entre Ecuador, Perú, Argentina, Bolivia y Chile, y así comenzó la recuperación. Naturalmente nunca va a ser lo que era antiguamente, cuando llegaba hasta Córdoba.
–Pero sigue siendo un animal protegido.
–Sí, claro. En la Argentina, por un convenio internacional de los países andinos del cual Argentina es signatario, y por un convenio internacional que regula el tráfico de especies en peligro (la convención Cites).
–Pero usted trabaja también en un proyecto de agricultura.
–¿Cómo lo sabe?
–Lo sé.
–Alguien habló.
–Es posible.
–Y sí, hay otro proyecto que estamos desarrollando en Jujuy, sobre la conservación de la variedad de los cultivos andinos originarios.
–¿Por ejemplo?
–Papas, habas, maíz, zapallo. Mire: en Jujuy, en los herbarios y en los bancos de germoplasma hay identificadas aproximadamente entre 120 y 130 variedades de papa, mientras que actualmente en la Quebrada de Humahuaca sólo quedan entre 40 y 50 variedades. La pérdida de variedades obedece a distintos motivos, pero fundamentalmente porque se aprovechó el terreno para el cultivo de productos más necesarios para el mercado, que obligó a recluir los cultivos originarios en zonas marginales. Y bueno, desde hace 4 años trabajamos allá en un proyecto financiado por el Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ahora se ha aprobado un proyecto por otros 4 años por una suma aproximada al millón de dólares.
–Es bastante plata.
–Sirve para desarrollar semilleros comunitarios para que haya buena disponibilidad de semillas, porque cuando se pierden variedades la primera consecuencia es la escasez de semillas y se vuelve difícil replicar el cultivo. También tratamos de fortalecer el comercio, porque sabemos que el campesino sólo se preocupará por mantener la diversidad de variedades si éstas le dan algún beneficio. El caso más concreto y emblemático es el de la papa andina, los papines y las papas de color, que en lo últimos 4 o 5 años han ingresado en los mercados de Buenos Aires como productos de alta cocina. En la provincia de Buenos Aires, algunos agricultores están muy entusiasmados en conseguir variedades de papa de las zonas andinas, y en el Gran Buenos Aires se incrementó en los últimos años la demanda de esos productos regionales por parte de las colectividades boliviana y peruana.
–Siempre me pregunté por qué es tan importante conservar todas las variedades.
–Porque toda forma de vida puede tener aplicaciones y utilidades que todavía nosotros quizá ni conocemos. Si perdemos variedades, perdemos posibilidades. Pero además, en el caso de Jujuy, el patrimonio genético está estrechamente vinculado a poblaciones aborígenes y hay cierta propiedad de las poblaciones indígenas sobre los cultivos. Es un punto sobre el que existen intereses económicos muy claros. Por ejemplo, un caso que salió a la luz no hace mucho fue el de un grupo de investigadores japoneses que quería patentar algunos productos andinos de Perú.
–¿Pero ellos qué decían?
–Que habían desarrollado variedades genéticamente propias, pero es imposible demostrar si eso es así o si las encontraron en el campo. Uno de los principios del “Convenio para la Conservación de la Biodiversidad” es que en todo uso o aplicación de recursos genéticos se debe reconocer la propiedad de las poblaciones originarias, que fueron quienes las desarrollaron primero. También hay presiones de laboratorios medicinales extranjeros, por ejemplo, que invierten fuertes sumas de dinero en investigación, pero necesitan la materia prima para llevarla a cabo. Nosotros en la Agencia, por ejemplo, acabamos de aprobar un proyecto para financiar el desarrollo de edulcorantes naturales, en base de variedades de plantas que no habían sido trabajadas hasta ahora y que no tienen los problemas de los edulcorantes sintéticos.
–¿Y las técnicas de cultivo?
–La idea es trabajar en la conservación del sistema tradicional en todas sus instancias. Después eso tiene un valor agregado en los mercados centrales. Hay una modalidad, el “Comercio Justo”, por ejemplo, que es toda una novedad: se paga de más un producto porque se está en definitiva pagando el “valor cultura”, el valor artesanal, por así decirlo. Y se sabe que se está ayudando a esa comunidad.
–Cuesta creer que haya gente que lo haga.
–Pero la hay. En Europa es una modalidad que está en crecimiento. La Argentina tiene por el momento una producción relativamente baja de estos productos, pero se puede incrementarla para comenzar su exportación.