CIENCIA › EDUARDO DIAZ DE GUIJARRO, FISICO
La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA cuenta con un programa histórico que pretende estudiar y divulgar su pasado. Una de sus últimas actividades es la organización de una notable muestra fotográfica.
–¿Cuándo nació este proyecto?
–Oficialmente se llama “Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires” y se creó en agosto de 2005. Es, en realidad, la culminación de un proceso previo donde hubo varios intentos truncos. En los últimos años hubo iniciativas para estudiar sistemáticamente la historia de la facultad pero fracasaron porque no tuvieron continuidad. Los egresados de ciencias exactas, en general, tenemos todos mucha vinculación con la facultad.
–De hecho, es una de las facultades que tiene una mayor proporción de gente que se queda trabajando en la misma institución.
–Así es. Junto a la bioquímica Catalina Rotunno, yo había publicado en 2003 un libro titulado La construcción de lo posible: la Universidad de Buenos Aires de 1955 a 1966, una compilación con los testimonios de actores importantes de esa etapa brillante de la universidad. Pero este proyecto surgió después de participar en una mesa redonda que llevó como título “¿Para qué sirve la ciencia?”, junto a Marcelino Cereijido y Alberto Kornblihtt.
–¿Y entonces?
–Empezamos a convocar a varias personas y se formó un grupo sólido de 14 personas (biólogos, químicos, físicos, geólogos), con los que nos reunimos periódicamente. Se trabaja de forma muy intensa y nadie cobra un sueldo. El plan de trabajo inicial consiste en sacar publicaciones, pero no publicaciones de historia erudita: no es historia para historiadores lo que nosotros hacemos.
–¿Y qué hacen entonces?
–Historia desde el protagonismo mismo. Muchos de nosotros hemos vivido esa historia en carne propia. El objetivo central del grupo es llegar fundamentalmente a los estudiantes y a los graduados jóvenes. Pensamos que reflexionar sobre la historia sirve para pensar el presente y el futuro. La historia de la Facultad de Ciencias Exactas es en cierto modo una historia política.
–Ahora organizan una exhibición fotográfica.
–En realidad no es una exhibición de fotos; es una muestra histórica. Se la puede visitar en el Pabellón 2 de Ciudad Universitaria hasta el viernes 12 de mayo, de 8 a 20. Se nos ocurrió cuando empezamos a ver que había muy poco material fotográfico del viejo edificio donde estaba la Facultad de Ciencias Exactas, en la Manzana de las Luces, Perú 222. Muchas de las fotos que están expuestas ahora son fotos sacadas por algunos miembros del grupo, o por amigos. Muchas también las encontramos en el Archivo General de la Nación. Pero hay un componente bastante personal.
–¿Cuándo nació la Facultad de Ciencias Exactas?
–El antecedente más antiguo es la creación de un Departamento de Ciencias Exactas dentro de la Universidad de Buenos Aires en 1865. La UBA se fundó en 1821. En 1865, el rector de ese momento, Juan María Gutiérrez, creó un departamento que incluía las carreras de ingeniería, arquitectura y ciencias fisicomatemáticas. Pero durante los primeros años casi no había estudiantes de física, matemáticas o química. Eran casi todos ingenieros. Hacia fines del siglo XIX se creó un doctorado en química y empezó a haber más estudiantes de ciencias básicas. Hasta 1949 coexistieron todas estas carreras en un edificio en la calle Perú, entre Alsina y Moreno.
–¿Qué pasó en ese año?
–Se separó Arquitectura, mientras que Ingeniería lo hizo recién en 1952, cuando se formó como facultad autónoma y se mudó al edificio de Pueyrredón y Las Heras, donde todavía funciona una parte. Hasta 1962 todo Exactas funcionó en la calle Perú 222. En esa época se comenzó a construir la Ciudad Universitaria y se habilitó el Pabellón 1.
–Es una historia movida, una historia de mudanzas.
–Sí. Exactas tuvo dos sedes. Ingeniería y Arquitectura se movieron más. Desde 1955 a 1966 es lo que unos llaman la “época de oro” de la facultad, cuando más se desarrolló la investigación, se hicieron concursos docentes, se elevó mucho el nivel científico, había una gran vida académica, una gran vida política. Entendiendo “política” no como se hace ahora y se ve a la política como pelea entre partidos dentro de la universidad. Sino que era verdadera política universitaria, polémica de ideas, debates, había un elevado índice de participación estudiantil. Algunos dicen que se ha creado una especie de mito sobre cómo era la facultad en esa época. Es como si todo hubiese sido bueno. Fue una época mejor que la anterior y mejor que la siguiente.
–Me decía que en 1962 se habilitó el Pabellón 1 de Ciudad Universitaria.
–Sí. Se instaló allí la primera computadora del país, la famosa Clementina traída desde Inglaterra por Manuel Sadosky. Recién al año siguiente se trasladaron Matemática, Física y Meteorología, las clases y los laboratorios. Nueve años más tarde, en 1971, recién se terminó el Pabellón 2, donde se completó la mudanza. O sea, del ’62 al ’71 siguieron funcionando en la calle Perú las carreras de Química –por entonces la más numerosa–, Biología, Geología y el curso de ingreso. Y una vez que se completó la mudanza, poco tiempo después, demolieron el edificio.
–¿Y ahora que hay ahí?
–Una playa de estacionamiento. La Comisión Nacional de la Manzana de las Luces se supone que tiene que preservar la historia de la zona. Pero hay una parte de esa historia –la más reciente– que desapareció. Está más conservada la historia lejana, la época de la colonia. Es algo doloroso porque no está muy claro por qué lo demolieron. Algunos piensan que hubo algún tipo de intencionalildad, aunque no hay pruebas de ello, que fue una especie de continuación de La Noche de los Bastones Largos: “No sólo le pegamos golpes sino que también les tiramos abajo el edificio”.
–¿Qué se puede ver en la muestra histórica?
–Son 24 paneles de un metro de altura por dos metros de ancho. Cada uno es un tema. Por ejemplo: las mujeres en la FCEN, la lucha “laica-libre”, la vida en Perú 222, los primeros años del Departamento de Física, el Instituto de Cálculo y Clementina, la Noche de los Bastones Largos, la construcción de la Ciudad Universitaria, la lucha por el presupuesto universitario. Hubiera sido imposible sin el apoyo de la facultad.
–¿Se puede hacer una sistematización de la historia de la ciencia argentina?
–No hay una historia escrita completamente. Lo que nos hemos fijado como objetivo actualmente es reflejar algunos fragmentos de la historia. Aquellos de los cuales hemos conseguido materiales y/o que nos parecen significativos.
–Me imagino que las fotos generan en los estudiantes una identificación fuerte, y que la idea es acrecentar el sentimiento de pertenencia.
–Claro. También aclaramos de entrada que es una muestra parcial, fragmentaria y con cierta visión de la historia. No son temas internos de la universidad, todos tienen que ver con situaciones políticas nacionales. Faltan muchas cosas, pero es un punto de partida para generar un debate, una reflexión que vincule el pasado, el presente y el futuro.
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