Mié 02.08.2006

CIENCIA  › GUILLERMO GARAVENTTA, INVESTIGADOR

Ciencia con muchas pilas y pocos papers

Mediante el estudio y la simulación con las baterías satelitales se pueden predecir desde la Tierra los comportamientos en el espacio y ahorrar millones de dólares.

› Por Leonardo Moledo

La antigua modalidad de la prueba y el error guió a la vida (y a la ciencia) desde sus orígenes: observaciones precisas y determinantes, que luego serían utilizadas e interpretadas de la manera que hoy consideramos correcta, dieron origen a toda clase de hipótesis y teorías que iban desde el “casi” hasta el disparate y que, hasta que no fueron superadas, sobrevivieron y explicaron el mundo. Y además, determinaron formas de actuar en ese mundo, al menos por un tiempito.

El asunto es que las ciencias teóricas, tarde o temprano, terminan por inmiscuirse en la cotidianidad de la práctica. Ciertos grupos de estudios en el país se ocupan de fusionar los dos campos en una mezcla bastante uniforme, que muchas veces evita errores que serían carísimos: el Grupo de Aplicación de Baterías Espaciales del Inifta (Instituto Nacional de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas), dirigido por el ingeniero electrónico Guillermo Garaventta, es uno de ellos. Desde la Universidad de La Plata, se ocupan de simular en la Tierra las operaciones de las baterías que usan los satélites, para predecir comportamientos y evitar pérdidas millonarias. La prueba, de este modo, reduce al mínimo la posibilidad de error.

–¿Por qué no me cuenta lo que hace en el Inifta?

–Usamos el conocimiento científico, pero no para una publicación, sino para una aplicación.

–¿A ver?

–Hoy Argentina tiene satélites en el espacio, que operan con baterías de una tecnología muy específica, fabricada por sólo dos empresas en el mundo. Y como es saludable calificar previamente cualquier cosa que intente volar en el espacio para predecir qué cosas pueden llegar a ocurrir, nosotros tratamos de anticipar esas operaciones en la Tierra con la simulación real de la batería. Entre 1999 y 2000, conformamos un manual de comportamiento en operación, utilizando la ciencia y el conocimiento científico sobre una batería símil vuelo.

–¿Símil vuelo?

–Un clon de la batería real, que iba a volar en el satélite real. Estudiando los parámetros operativos de esa batería (tales como las tensiones, las corrientes o las temperaturas), se podían determinar parámetros de vuelo: controles, alarmas, zonas de trabajo operativas seguras, no seguras. En Estados Unidos el gasto habría sido de U$S 33.000 por cada ensayo. Y nosotros hicimos en este instituto 187 ensayos al precio de uno de ésos.

–Bueno, vale la pena hacer la cuenta.

–Y qué le parece.

–Vale hacer la cuenta, entre otras cosas, para mostrar que la ciencia le ahorra mucha plata al país.

–Desde ya. Pero lo más importante de todo esto es que la adrenalina que uno siente no es solamente por publicar las investigaciones. Cuando el conocimiento respalda cualquier aplicación, es como estar parado en el borde de un puente atado de una soga y saltar al vacío.

–Y la soga tiene que resistir, si no...

–Ni quiero pensarlo. La soga debe resistir. Estamos hablando de un satélite de 80 millones de dólares, y cualquier parámetro erróneo podría hacerlo fracasar.

–¿Cómo es la batería con la que trabajan?

–Es una batería de níquel e hidrógeno que está compuesta por celdas individuales, como si fueran termos de agua de 20 centímetros de altura por 7 centímetros de diámetro. Y cada celda cuesta 22.000 dólares.

–¿Y cuántas hay?

–El SAC-C, uno de los que están en el espacio ahora, lleva 22: es bien chiquito. El tema es que la batería completa pesa alrededor de unos cien kilos, porque no es solamente la batería lo que lleva el satélite. Lleva la batería, más los soportes mecánicos, más los disipadores de calor de esa batería..., piense que allá en el espacio todo aquel fenómeno que produzca calentamiento sólo puede sacarlo al exterior a través de radiación y de conducción. Un foco caliente, en el vacío, puede irse al infinito en temperatura. Entonces, para evitar esa situación, la batería requiere mucho peso.

–¿El satélite lleva una sola batería?

–Lleva 2 baterías que están continuamente trabajando en paralelo.

–Por si una deja de funcionar.

–Claro. Exactamente hace cuatro años y medio el SAC-C perdió una batería. Hoy está volando con una única batería. Nosotros hicimos la predicción de ese evento, 30 días antes.

–¿Que se iba a perder una batería?

–Que iba a pasar algo. Esto es interesante porque la ciencia sirve más allá de un paper. Investigar para respaldar es algo maravilloso. Nosotros hicimos la investigación de manera total y absolutamente gratuita. Es decir, en paralelo a nuestro trabajo de investigación volcamos parte de nuestro tiempo para seguir respaldando la misión cuando empieza a volar. ¿Por qué digo esto? Porque cuando la misión empieza a volar se nos descarta, como si no valiera la pena seguir trabajando con el satélite en el espacio. Pero cuando uno llega a ese nivel no quiere bajarse, entonces propusimos a la Conae, la agencia espacial nacional, que nos permitiera ver qué es lo que estaba ocurriendo en las baterías del satélite. Y empezamos a procesar información y obtuvimos unos indicadores que nos permitían predecir qué iba a pasar.

–Esta es su queja, de paso la transmito. ¿Y qué más hacen?

–Gracias a los éxitos que hemos tenido y al respaldo que hemos generado con esa misión –ya va a cumplir 2 años adicionales de lo que estaba previsto con una sola batería– armamos un proyecto para establecer en La Plata un centro de control de baterías espaciales y un centro de control de misión.

–¿Y eso qué significa?

–Que todos los estudios de comportamiento de las baterías de algún satélite que vaya a volar van a realizarse en el Inifta, para conformar un manual de operaciones que permita después respaldar la misión.

–¿Todo satélite argentino o podrían hacerlo con satélites de otros países?

–Argentinos. En la medida en que la Conae maneje ese tipo de cosas podría hacerse con otros lugares, pero no es decisión nuestra. Nosotros estamos contratados por la agencia espacial nacional y solamente podemos trabajar con ella.

–Entonces ahora lo que están haciendo es montando un sistema de control de baterías...

–Claro, exactamente. Hicimos un laboratorio que se está armando. Nosotros tenemos un proyecto de cuatro años, pero cada cuatro meses somos evaluados en función del rendimiento y de las tareas que propusimos y en los tiempos que propusimos y, si los tiempos se cumplieron, cobramos el certificado y podemos comprar el equipamiento que dijimos que hacía falta.

–Los vigilan.

–Sí, y de esa manera uno tiene todo el tiempo una presión muy alta porque el compromiso es muy elevado. Hay mucha gente que depende de este convenio a través de sus contratos, entonces todo el mundo está muy concentrado en lo que hay que hacer; no hay posibilidad de dispersión, de pensar en otra cosa. Básicamente el proyecto consiste en armar un laboratorio, donde vamos a simular condiciones de frío-vacío y estudios de carga-descarga con equipamiento extremadamente confiable.

–¿Esas simulaciones se hacen con una batería real o con una simulación de computadora?

–Con una batería de verdad. Cuando se inicia el proyecto de una misión espacial se compran siempre tres baterías: la batería de vuelo, una segunda para cubrir la posible falla de la primera y una tercera para los estudios de laboratorio. De esta manera, nosotros tenemos datos reales porque las tres baterías que se compran son del mismo lote de fabricación, o sea, son clones. Hoy, en la actualidad, hemos automatizado todo nuestro procesamiento de vuelo: cuando el SAC-C pasa por una estación terrena, un software que desarrollamos aquí envía automáticamente los datos al servidor, que los levanta, los procesa y nos manda un mail a todos los operadores diciendo si el satélite está bien o si está mal. Por si fuera poco, nos manda un informe detallado basado en la experimentación y en la capacitación que nosotros logramos en esos seis años. El software, en definitiva, no inventa nada, simplemente automatiza un mecanismo de razonamiento que nos permite decirle al jefe de vuelo en 15 segundos lo que antes nos costaba 6 horas. Y en una hora y media se pueden corregir los errores. Lo más importante de todo esto es que hay ciencia y aplicación.

–Yo tengo problemas con la batería de mi coche... tendría que traerla acá.

–No hay problema, tráigala y le ponemos una de satélite, que tal vez le funcione mejor.

–¿Pero cuánto me va a costar?

–Unos cuantos miles de dólares.

–Mejor cambio el auto.

–Buena elección.

Informe: Nicolás Olszevicki.

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