Mié 25.04.2007

CIENCIA  › EL SIMPOSIO INTERNACIONAL TRANSACCIONES FILOSOFICAS

Cuando el arte y la ciencia confunden sus lenguajes

La semana pasada se realizó en el Museo del Observatorio de Córdoba un simposio que reunió a artistas, científicos, antropólogos y filósofos para debatir los significados cruzados de las distintas disciplinas.

› Por Leonardo Moledo

El arte y la ciencia diferenciaron sus lenguajes después del renacimiento, cuando la revolución científica aceptó el dictum de Galileo de que el libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos (que Newton llevó a su máxima expresión) y tuvo, si se quiere, su máximo momento de separación durante el romanticismo, que establecía al arte como una manera privilegiada de conocimiento del mundo respecto de la ciencia. Sin embargo, aunque se armaran alrededor de lenguajes diferentes y con objetivos en apariencia diferentes, arte y ciencia mantuvieron una plataforma común: la creatividad; el resto era cuestión de idioma y de separación tajante (casi burocrática) que supervive hasta hoy, aunque hay buenos y saludables síntomas de que empiezan a converger (a lo cual ayudó sin duda el desarrollo de un género entero, la ciencia ficción, y su primo hermano, el género fantástico).

El Simposio Internacional Transacciones Filosóficas, que lleva como subtítulo “Discusión e intercambio en torno de la representación en las artes y las ciencias” y que se desarrolló del 13 al 20 de abril en el Observatorio Astronómico de Córdoba, tuvo la expresa intención de mezclar artistas y científicos para que mezclaran sus lenguajes, y así hubo charlas sobre Formación de galaxias, Música y ciencia (lazos), Arte y ciencia en la escena argentina contemporánea, Revolución científica y revolución artística. La representación del mundo y la representación artística. La existencia del arte como conocimiento científico de sí mismo, El Observatorio Nacional y la catalogación de los cielos del sur, Sistemas discretos no lineales, el Museo de ciencias, del artefacto al relato y hasta una conferencia sobre patafísica: sobre el movimiento de la patafísica en la Argentina, con la asistencia de artistas plásticos, antropólogos, performancistas, filósofos, historiadores y estudiantes de ciencias (menos).

“Este evento es una posibilidad que se da pocas veces de poner en interacción gente de áreas tan diversas como las ciencias duras, en especial la astronomía, las artes y la filosofía de las ciencias. Para mí esto es muy importante porque la formación de los investigadores hoy en día ha perdido contexto por ser muy especializada y, por lo tanto, nuestros estudiantes de ciencia no saben todo lo que tienen en común y toda la historia que tienen en común las artes y las ciencias. Y diría que en definitiva es un intento de ampliar la visión hacia el contexto para poder atribuir efectos de sentido a nuestra tarea cotidiana”, dice Guillermo Goldes, coordinador general del museo astronómico y uno de los organizadores.

La cesura entre el arte y la ciencia (y la cesura entre la ciencia y la sociedad en general, que sin embargo vive y se alimenta de la ciencia hasta el punto de que la tecnología se está convirtiendo en su eje organizativo) es una lástima (además de un gran error) porque demuestra una dispersión de saberes y un desgaste de energías digno de alguna otra empresa; al fin y al cabo, la ciencia del siglo XX (y la del XXI) tiene una dosis de imaginación y creatividad –que linda muchas veces con la extravagancia– se interna hasta tal punto en lo fantástico, al explorar mundos infinitesimales y grandes espacios cósmicos, que puede construir una fuente inagotable de inspiración. Y además, avanza a puros golpes de imaginación y creatividad, investigando objetos inasibles (como las ondas cuánticas que son a la vez partículas, o los agujeros negros, o los anillos de Einstein, o las lentes gravitatorias) que muy bien podrían aparecer en los museos de arte tanto como en los de ciencia.

Es así que el viejo Observatorio de Córdoba, fundado por Sarmiento y cuyo primer director fue Benjamin Gould, recibió un viento de renovación: los lenguajes y las intenciones se mezclaron; los artistas revolvieron en los archivos del Observatorio para buscar inspiración (“es una gran oportunidad de ver esta colección y de trabajar con el material que el museo tiene y sobre todo aprovechar este espacio de interdisciplina donde todos estos discursos se conectan, dice Irene Kopelman, artista plástica), un músico creó un coral a partir de las instalaciones de la cúpula astronómica de Bosque Alegre (a unos cien kilómetros del Observatorio) y probablemente estudiantes de ciencias habrán dejado volar la imaginación para concebir nuevas teorías y lenguajes.

Como sintetiza Guillermo Goldes: “También es interesante porque permite poner en contacto dependencias de la universidad que suelen funcionar en forma bastante autónoma y por lo tanto evitamos la dispersión de esfuerzos. Si la realidad es compleja, los análisis de la realidad deben hacerse desde perspectivas múltiples”.

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