CIENCIA › DIALOGO CON EL BIOLOGO GUILLERMO FOLGUERA
La filosofía de la biología se encarga de analizar críticamente las teorías vigentes en las ciencias de la vida (como la Teoría de la Evolución), entablando una reflexión profunda e interdisciplinaria.
› Por Federico Kukso
El siglo XVIII fue el siglo de la razón y el siglo XIX tuvo como estandarte a la máquina de vapor y su rugido revolucionario. El átomo y su poder destructivo, por su parte, marcaron el siglo XX. Y todo parece indicar que el siglo XXI lleva consigo la rúbrica de la doble hélice: con apenas 148 años de edad (si es que se considera El origen de las especies, 1859, de Darwin su momento de nacimiento), la biología se desarrolló estrepitosamente, al punto de disputarse codo a codo con la física el puesto de ciencia “madre”. Todo se siente, se ve y suena biológico. Pero a la par de sus logros (el Proyecto Genoma Humano, la clonación, el estudio de las células madre, etc.), día a día los científicos de la vida coquetean con los límites de lo posible, lo factible y lo plausible. Es ahí, en los bordes sinuosos, donde asoma la filosofía de la biología (o la biofilosofía) para dar una mano. Rama de la filosofía de la ciencia (donde brillaron figuras como Kuhn, Popper y Lakatos), se propone como una reflexión panorámica, profunda e interdisciplinaria de temas tan diversos como la Teoría de la Evolución o el concepto de vida. “La superespecialización dentro de las ciencias produce una imposibilidad de ver las cuestiones en términos más generales; la filosofía de la biología le aporta a la ciencia el análisis crítico necesario”, explica el biólogo Guillermo Folguera, investigador del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
–¿Cómo pasó de la biología a la filosofía?
–No me “pasé”. Hace un tiempo empecé con un doble trabajo de investigación que aborda la misma problemática. Por un lado, investigo los efectos de la temperatura sobre los organismos (y si la mosca Drosophila puede ser usada como indicador de calentamiento global) y, por el otro, hace unos años me dedico a estudiar aspectos filosóficos de la biología.
–¿Combina ambos enfoques o van por carriles paralelos?
–Hace unos años iban en paralelo y eran conflictivos. Pero con el tiempo empecé a encontrar la posibilidad de que ambos interactúen entre sí.
–¿En qué se centra la filosofía de la biología?
–Depende de qué corriente uno tome. Por lo general, se considera que la filosofía de la biología consiste en la posibilidad de analizar críticamente teorías vigentes en la biología. Muchos autores presuponen que la filosofía no puede o no incide directamente sobre la práctica científica porque siempre actúa a posteriori. Pero no es así: por lo general veo que la interacción con la filosofía también tiende a modificar la práctica colectiva del científico.
–¿Qué temas trata?
–Muchos. Cuando uno retoma la teoría evolutiva se da cuenta de que lo que ha pasado en los últimos 70 años fue una exacerbación de determinar las “unidades evolutivas”, o sea determinar qué es lo que está evolucionando. En general, la respuesta que se ha dado es que lo que evoluciona es la población y no la especie o el género.
–¿Y es la población la que evoluciona?
–Eso está por verse. Son discusiones abiertas. La visión hegemónica de la Teoría Sintética de la Evolución sostiene que la gran base teórica está dada por lo que se llama “microevolución”, que es la evolución de las poblaciones. Afirman que los análisis que uno puede obtener a partir de los estudios de cortos períodos de tiempo se pueden extrapolar a grandes tiempos o “tiempo profundo”.
–O sea, se corre un poco de la idea de que la evolución se da en tiempos largos.
–No es tan así. A la evolución a largo plazo la tengo que estudiar de otro modo, porque los estudios a corto plazo no me dan información de los mecanismos que hay en juego a largo plazo. La selección natural, por ejemplo, es un mecanismo propuesto a corto plazo; es un mecanismo de la escala poblacional. No se puede hablar de selección natural de taxones (grupos de organismos emparentados) de muy alta jerarquía.
–El ser humano se diferenció del resto de los organismos del planeta con el desarrollo de la técnica. ¿Cómo incide este factor en el estudio de la evolución humana?
–Cuando se piensa en cualquier sistema evolutivo lo que se ve es que hay una interacción entre organismos y ambiente. Lo que está claro es que, por lo menos en ciertas culturas, el aparato tecnológico desarrollado genera nuevos ambientes, con lo cual la interacción entre los organismos y los ambientes se torna distinta. No hay motivo para suponer que el ser humano no sigue evolucionando. Uno se puede preguntar si se evoluciona hacia alguna parte.
–Una mirada teleológica.
–O posturas que han hecho hincapié en la intervención del hombre para “mejorar” la especie humana: teorías eugenésicas que hemos visto a lo largo de todo el siglo XX en Francia e Inglaterra y obviamente con el nazismo. Eso significó desde la intervención para que determinadas personas no puedan tener hijos hasta el asesinato masivo.
–¿No cree que con el auge de la genómica persiste un discurso eugenésico?
–Fuertemente. La selección de embriones obliga a preguntarse qué significa seleccionar, con qué criterios; son discusiones que son fundamentales y hay que incluir a interlocutores de las ciencias naturales y las ciencias sociales o ética. No digo que no se deba investigar, sino que debido a las fuertes implicancias sociales que tienen, sólo pueden darse estas cuestiones en un marco interdisciplinario para que la biología no sea la única voz cantante en el asunto.
–Además de su lucha contra la teoría del diseño y contra ciertos sectores de la religión, ¿cuál es el estado actual de la Teoría de la Evolución?
–Los intentos que se han dado entre la década del ’70 y ’80 por generar otras miradas fuertes en general han caído en cierto desuso. Se sabe que algunos linajes parecen responder más a patrones gradualistas y otros a patrones discontinuos. Curiosamente, no todo se puede explicar por selección natural, no todo es adaptativo, no todo lo que permanece en el tiempo implica un éxito diferencial. Y está lo que se llama la “mirada panseleccionista”, es decir, aplicar la selección natural a la mayoría de los eventos tanto en biología molecular y genética...
–O en ecología del comportamiento.
–En términos kuhnianos se está pasando por un período de fuerte estabilidad en la biología. No hay mayores disensos, más allá de cuestiones mínimas. La biología es una disciplina compleja y tremendamente reciente en comparación con otras disciplinas. La cuestión de rupturas y estabilidad es difícil de establecer. En los últimos 70 años no hemos tenido grandes rupturas.
–Igualmente, se advierte que el biólogo desplazó al físico como el estereotipo del científico.
–No sé si lo desplaza del todo, en la medida en que la física ha constituido un modelo científico y epistemológico a perseguir. La física todavía sigue siendo la disciplina a emular y continúa teniendo un rol central. Otro tema importante a considerar es la relación entre ciencia y sociedad. La sensación que queda flotando es que la comunidad científica puede incidir o no en las prácticas sociales, pero que los elementos sociales –prejuicios, afán de lucro– parecieran no constituir la propia práctica científica. La idea del científico como un sujeto social es generalmente desechada. El científico se ve a sí mismo como separado de las prácticas sociales.
–¿Continúa flotando la idea de que el hombre es la cúspide de la evolución?
–Copérnico sacó a la Tierra del centro del universo y Darwin estableció que el ser humano no es más que un pequeño eslabón de una determinada rama del árbol de la vida y que estamos emparentados con todos los seres vivos. Eso ubica al hombre en un rol menor. Estos golpes narcisistas se han hecho, pero en verdad no se han asumido del todo. Ahora bien, cuánto de esto se ha integrado dentro de la sociedad es algo por verse. Es interesante pensar que la vida pudo haberse desarrollado fácilmente sin el ser humano y algún día se desarrollará sin él. Es complicado incorporar esta idea, pero la historia demuestra que presumiblemente será así.
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