CIENCIA › DIALOGO CON EL FISICO JULIO GUIMPEL
El jinete de la ciencia se sumerge en vórtices eléctricos, líneas magnéticas, materiales semiconductores y valencias fluctuantes.
› Por Leonardo Moledo
¿Por qué será que al hipotético cronista, nube repentista que se mueve y se condensa en cualquier parte del territorio de la ciencia, siempre le falta el espacio? ¿Será que ese territorio es tan vasto que no admite ser encerrado en ninguna medida? Se entendería si se tratara del universo... ¿O será un problema de verborragia?
–¿Qué piensa usted, doctor Guimpel, doctor en Física, investigador de la Conea y el Conicet, jefe del grupo de bajas temperaturas del Centro Atómico Bariloche? ¿Es simple verborragia?
–Me inclino por la vastedad del territorio científico. De paso, el nombre bajas temperaturas es un poco histórico. Aquí, en este laboratorio, se hacían experimentos a temperaturas mucho más bajas que temperatura ambiente.
–¿Cuánto?
–200, 270 grados centígrados bajo cero. De cuatro grados absolutos para abajo. Ahora hay otros grupos en el Centro Atómico que trabajan en esto, pero el nombre, por historia, nos quedó a nosotros. En este laboratorio hay dos grandes líneas de trabajo; una de ellas se refiere a los vórtices superconductores...
–¿Qué es un vórtice superconductor?
–¿Cómo hago para explicarlo y que se entienda?
–Como si fuera una charla en un café.
–La característica que más se conoce de los superconductores es que no tienen resistencia eléctrica, pero la característica fundamental para un físico es que son diamagnetos perfectos, es decir, expulsan completamente el campo magnético. Pero eso cuesta mucha energía y algunos de estos materiales superconductores encuentran una solución de compromiso que consiste en expulsar todo el campo magnético, pero dejar penetrar un poco. Alrededor de la pequeña línea de campo magnético que se filtra se generan remolinos eléctricos (de ahí el nombre de vórtices).
–¿Es un vórtice de qué?
–De corriente eléctrica, que en el medio tiene una línea de campo magnético. Estos vórtices son cosas muy interesantes en sí mismas. Imagínese que son remolinos de corriente eléctrica, que son flexibles cuando la temperatura es alta, son remolinos chiquitos, de aproximadamente una diezmilésima de milímetro de diámetro. Y ahí adentro de cada vórtice hay una línea de campo magnético.
–¿Y ustedes qué es lo que hacen?
–Estudiamos las propiedades del conjunto de vórtices que hay adentro de un superconductor: estos vórtices se repelen entre sí. Entonces tenemos el material superconductor con todos los vórtices repeliéndose entre sí, que adoptan una forma de red que trata de maximizar las distancias entre ellos. Esta red es relativamente blanda, es decir, puedo realizar fuerza sobre ella y deformarla.
–Resumamos: tenemos un material superconductor que tiene un remanente de campo magnético que se manifiesta como vórtices, pequeñas corrientes eléctricas que giran entre sí y se repelen. Esa línea de campo magnético que va al centro del vórtice se fija, manejando el vórtice con un campo magnético desde afuera, sobre imperfecciones del material que, o bien están, o bien las hacen. ¿Vamos bien?
–Perfecto.
–¿Qué aplicaciones podría tener esto? ¿Cuál es el futuro de estos pobres vórtices?
–El problema es que los pobres vórtices son los que molestan para hacer aplicaciones tecnológicas. El problema fundamental está en tratar de anclarlos para que molesten lo menos posible.
–¿Con hablarles no alcanza?
–No, lamentablemente no. Hay que hablarles, pero en otro lenguaje. Hay que generar defectos en el material. Las investigaciones aplicadas están principalmente centradas en eso, en lograr materiales que anclen los vórtices de manera fuerte. Nosotros estamos centrados en las propiedades del sistema de vórtices. Hay varios factores: los defectos, la distancia, la temperatura... Son materiales de alta temperatura crítica.
–¿Cuánto?
–Para los materiales viejos como el niobio, plomo, aluminio, estamos hablando de 169 grados bajo cero. Para los materiales nuevos, unos 100 grados bajo cero. Sigue siendo muy frío, pero es mucho más manejable desde el punto de vista tecnológico.
–Cien grados bajo cero no es nada para horrorizarse. Y dígame... ¿tienen algún contacto con la gente que está tratando de fijar esos vórtices? Con gente de la industria, de la tecnología.
–En Argentina, no. No hay empresas argentinas que trabajen en materiales superconductores.
–¿Por qué?
–No sé. No hay empresas que pidan usar superconductores. En Estados Unidos, por ejemplo, hay una investigación muy fuerte en ese campo, pero acá todavía no. Se están planeando cables superconductores para grandes ciudades con mucho consumo de energía.
–¿Se usa masivamente la superconducción?
–No. Salvo en los aparatos de resonancia magnética de los hospitales, que se basan en un campo magnético logrado a partir de bobinas superconductoras.
–Bueno, ¿cuál es la otra línea de investigación?
–Materiales de valencia intermedia. Son interesantes porque presentan características magnéticas y superconductoras, están entre uno y otro. Al estar en el filo, es lógico que aparezcan cosas interesantes, fenómenos nuevos.
–¿Por ejemplo?
–Todos hemos escuchado que los elementos químicos tienen valencias, y esas valencias, según lo que aprendimos en la secundaria, son números enteros. Ahora bien, hay algunos materiales que, al medir la valencia, dan como resultado 3,5 o 3,4. Eso quiere decir que pueden ser tres o cuatro y dentro de ese material se comporta como tres una parte del tiempo y como cuatro otra parte del tiempo. Lo interesante es que, de acuerdo con el comportamiento, serán magnéticos o no magnéticos.
–¿Qué los hace cambiar de valencia?
–El entorno químico. Lo que ven alrededor de ellos. Que tenga valencia tres o cuatro es cuestión de un electrón en la última capa. Todo depende de qué tan fácil le sea a ese electrón salir a vagar por el entorno. Si está en el límite, le da lo mismo irse que quedarse, entonces a veces sale y a veces se queda.
–¿Y qué pueden ofrecer al conocimiento esos materiales?
–Cualquier cosa que se estudie contribuye al entendimiento del mundo. Siempre se trata de correr un poco el límite hasta donde llegamos a saber. La aplicación tecnológica, después, la hace otra gente. Esperemos que haya muchas más experiencias de aplicación tecnológica que las que hay ahora.
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