Sáb 14.09.2002

CONTRATAPA

Los límites de la vergüenza

› Por Osvaldo Bayer

Hay cosas que no se pueden explicar y menos disculpar. La absoluta falta de ética de casi todos. Si hay elecciones lo vamos a ratificar en sus resultados. ¿Todas las conciencias son comprables? ¿Los principios de la ética son cumplidos apenas por uno que otro solitario que termina finalmente como vagabundo de la sociedad?
Uno lee nombres, por ejemplo, de amigos que en los sesenta tuvieron una actitud podríamos decir hasta insobornable defendiendo lo nacional y popular. Todo había nacido de aquellas enseñanzas del mariscal alemán Colmar von der Goltz en su libro El pueblo en armas que aquí, los militares argentinos habían editado como La nación en armas (por las dudas). Bien, Von der Goltz aseveraba allí que un país sólo puede llegar a ser libre en el momento en que es capaz de fabricar sus propias armas. Es decir, todo el esfuerzo a la industria. Perón fue un admirador total del mariscal prusiano y, por ejemplo, en Yo, Perón, el libro de Pavón Pereyra, el general le dicta: “Los de mi promoción fuimos los primeros en trabajar con los métodos alemanes. Nuestras estructuras del Colegio Militar eran alemanas y habían llegado en 1910 con una misión que presidía el general Von der Goltz. El ejército se modernizó, ¡hasta nos vestíamos de otra manera”.
Amén de otros párrafos en los que se ponía al militar prusiano en el lugar de San Ignacio de Loyola.
Es que nuestros gobernantes liberales querían lo mejor para nosotros, por supuesto, europeo, y así como hicieron la marina de guerra según el modelo inglés, así al ejército le dieron la escuela prusiana. Prusia había arrollado a Francia en la guerra del ‘70 con los cañones de Krupp, los fusiles de Mauser y las comunicaciones de Loew, Berlín. Por eso, el general Ricchieri mandó a nuestro ejército al corte alemán y creó el servicio militar según ese modelo.
Por eso surgió por encima de los liberales el nacionalismo industrialista: no importar, fabricar aquí, industria nacional era la larga meta. Lo nacional con apoyo popular. Crear condiciones para que el pueblo colabore y no se vuelva insurrecto luchando por sus condiciones de vida y de trabajo.
Bueno, y ahora llegamos. Los que dentro del peronismo fueron fieles a esa línea, cuyo máximo representante fue don Arturo Jauretche, hoy apoyan a Rodríguez Saá. ¿Cómo? Sí. Es fácil de comprobarlo viendo sus firmas al término de comunicados y tomas de posición de ese sector. Sí, sí, en el gran guiñol argentino, donde el realismo mágico argentino eleva a hada hacedora a la turca Sesin, con vista al aeropuerto internacional de Merlo, sus concursos literarios “Yo, bisnieto de ‘Lanza Seca’” donde lo histriónico llega a las instancias patológicas de los mejores loqueros de la Francia de las Tullerías. Sí, sí, vamos a perder todos, pero nos vamos a divertir como jamás en estas latitudes. Los records de todo tipo nos moverán a sentirnos interesantes como pueblo del Tercer Mundo definitivo, y cada vez más el turismo internacional se va a acercar a nuestras playas en busca de lo auténticamente argentino. Sí, no ya el sueño de la industria pero sí de lo nuevo nacional argentino. Pero esto, vaya y pase. Estamos acostumbrados y desde que Perón prohibió el carnaval, lo logramos en el escenario oficial, donde ya con Carlos Saúl llegamos a éxitos insuperables. Pero no nos referimos al posible carnaval puntano sino a otra cosa. Nos referimos a algo muy triste, trágico, canallesco, sucio. Nos referimos al apoyo que esos viejos luchadores dan a lo patibulario que viene colado. El golpista Rico. Un aprovechado. El inspirador de la fuerza para declarar la Obediencia Debida y el Punto Final, que aprobaron los genuflexos. Apoyar a Rico con Rodríguez Saá es pisotear el concepto de República, de voluntad popular, es apoyar a la más siniestra de lastraiciones a la democracia. Golpista de tanque y ametralladora. Dos veces se levantó contra las instituciones constitucionales y no le importó matar a inocentes. Un dragón pintado, escurridizo y matón.
¿Pero y qué dicen los peronistas de aceptar un individuo así en su cúpula? ¿No recuerdan a los fusilados por Aramburu que se levantaron para restituir las instituciones? Rico es todo lo contrario de aquel general Valle. El carapintada se levantó para que fueran perdonados todos los asesinos, todos los torturadores, todos los secuestradores, todos los ladrones de uniforme.
¡Qué bajo ha caído la pobre República! Un candidato delincuente de cara pintada candidato de la democracia. Claro, es el representante del fascismo puro, una línea que los peronistas nunca pudieron borrar en su partido, pensemos en Lombilla y Amoresano, pensemos en López Rega. Y ahora este nuevo asesor, cómplice de la dictadura militar, que jamás ejerció la rebeldía debida contra los crímenes de lesa humanidad.
Acerca de la inmoralidad que hoy reina en todos los estratos de nuestra sociedad basta comparar el caso Rico con el caso de los ocupantes de La Tablada. El uniformado faltó a todos los juramentos de respeto a las instituciones, se levantó en armas, por su culpa murieron inocentes. Luego, por segunda vez repitió la hazaña y fue amnistiado con absoluta irresponsabilidad por Menem. Pero a los ocupantes del cuartel de La Tablada no sólo se los mató, se los desapareció, sino que a los sobrevivientes se los condenó en gran parte a prisión perpetua. No se les dio derecho de apelación, pese al llamado de atención de la OEA al gobierno argentino. Ni Menem, ni De la Rúa ni Duhalde consideraron necesario contestar al organismo internacional. Total, los presos son de izquierda. Los ministros argentinos se callaron la boca, la Justicia argentina se calla la boca. Los candidatos del justicialismo y del radicalismo se callan la boca. Los peronistas viejos y nuevos que apoyan a Rodríguez Saá y por ende a Rico, se callan la boca. Más ahora, después de lo que se ha hecho con Roberto Felicetti, preso de La Tablada. Cuando fue detenido, en la criminal matanza represiva que ordenó Alfonsín con el general desaparecedor Arrillaga, a Felicetti le rompieron los dos brazos y fue torturado. Después de 13 años de prisión se le permitió salir a trabajar de día. Al mismo tiempo que estudiaba sociología trabajaba en una empresa privada. Luego el decano de Filosofía, Félix Schuster, le permitió trabajar en la misma facultad, donde tuvo una conducta ejemplar. Hasta que empezó la campaña de Hadad y Eduardo Feinman por la radio acusando al decano de emplear “terroristas” y asesinos en esa casa de estudios. Ante esta campaña, los funcionarios responsables le quitaron al detenido el permiso para trabajar. También ratificó dicha medida injusta el nuevo rector de la UBA, Jaim Etcheverry. Todos contra el preso. Para el golpista, todas las libertades y las candidaturas. Para el preso de La Tablada, todo el rigor de la ley más el miedo de los responsables, más la cobardía y la falta de coraje civil de la burocracia. Y la perversión de los que usan los medios para la agachada, el poder de la infamia. Argentinos, votemos a Rico, y hagamos oídos sordos ante la injusticia. Sonríamos confundidos ante la cobarde inmoralidad de los responsables.

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