› Por Jorge Denti *
No hay duda de que Juan Gelman es uno de los poetas mayores de la lengua española. Cabe recordar que la fuerza más extrema de su palabra nace de haber dejado atrás la superficie del dolor y de la cólera para ahondar en sus raíces y que uno de sus mayores logros ha sido volver positividad la abominable suma del oprobio y la desgracia. Sí, como decía Julio Cortázar sobre Juan, todavía hay alquimias posibles cuando se posee el lugar y la fórmula como lo poseen los poemas de Gelman.
No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio. El, quien como pocos supo caminar por el filo de la pérdida, esgrimió a contracorriente de las calamidades de su época, renunciando a todo ritualismo y a los códigos facilongos de la escritura combatiente, sus propios verbos y su fina ironía y aportó a la lengua castellana algunos de los giros y las palabras que faltaban.
A modo de ejemplo, valga citar que para enfrentar la injusticia, el olvido, el silencio obligatorio impuesto por la dictadura militar argentina, acuñó el verbo amorar, que hermana sus obsesiones: la poesía, la mujer, el erotismo, los compañeros caídos, la patria y la belleza todavía en este mundo.
Debo advertir que la mía es una película que no tiene guión. Fue elaborada al ritmo de las vicisitudes, durante años, capturando aquellos momentos en que logramos vulnerar la resistencia del poeta a abrir su vida.
Como cineasta me convertí en un testigo incómodo de Juan. Pero debo aclarar que no soy su biógrafo y menos su crítico literario, sino un intermediario entre la palabra del poeta y la imagen.
En ese proceso de elaboración, envueltos en los avatares de la amistad, de las complicidades y afinidades, por momentos fue difícil saber de qué habíamos hablado en la entrevista y qué cosas se habían quedado fuera de cuadro.
En Gelman arden varios fuegos: la palabra poética, la defensa de la memoria como espacio vital, el amor, la pérdida, el culto a la amistad, la plenitud del tiempo vivido.
Es por ahí donde navega la estructura de la película, siguiendo un paralelismo con la historia trágica de la Argentina, desde el nacimiento de Juan hasta nuestros días.
A los 7 años escribía poemas para enamorar a las niñas en su barrio de Villa Crespo. Miembro de una familia de origen judío-ucraniano, supo de guerras, persecuciones, destierros y revoluciones.
Tal vez por eso, desde su primera infancia vibró al calor de la Guerra Civil española, se hermanó con la poesía de Miguel Hernández y César Vallejo y comenzó a tejer a través de su prosa la lucha de los hombres simples de todos los días.
Jorge Luis Borges señalaba que la música es un idioma que todo el mundo entiende y nadie puede traducir. Más allá de las reglas y las funciones gramaticales, la palabra de Gelman y su libertad cobran la vitalidad y el misterio de la música, pues aluden a un idioma que todos entendemos y que ha extraído de las regiones más exiliadas de la lengua.
Esa música, con sus destellos de gracia, su ternura y sus interrogantes y sus búsquedas, patrimonio de Juan, son ahora también nuestros.
Hace ya tiempo que Juan echó su contraflor al resto y ante la “barbaridá” de la tristeza y la perradura del vivir, ganó la partida contra el olvido. Su victoria es también nuestra victoria.
* Cineasta, director de Juan Gelman y otras cuestiones, que ayer se presentó en la Universidad de Alcalá de Henares como parte de las actividades organizadas en torno de la entrega del Premio Cervantes al poeta. La película será distribuida en DVD este domingo con Página/12.
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