Vie 03.10.2008

CONTRATAPA

Seré breve

› Por Juan Forn

Cabrera Infante lo dijo mejor que nadie: todos los que conocían a Félix Fénéon sentían que lo habían conocido tarde. Durante su juventud, Fénéon trabajó trece años en el Ministerio de Guerra francés, en el turno diurno. De noche era, con la discreción que lo caracterizaba, tirabombas anarquista. En 1894, en el famoso Juicio a los Treinta, luego de una serie de atentados maximalistas en París, Fénéon fue uno de los acusados. Cuando el juez le dijo que había sido visto en actitud sumamente sospechosa detrás de un farol de gas en la calle donde había ocurrido el atentado, Fénéon se limitó a decir: “¿Me puede decir cuál es la parte de atrás de un farol de gas de la calle, señor juez?”. Fue el máximo momento de exposición de su discretísima vida. Antes había acuñado el término “puntillismo” (en un opúsculo sobre pintura de 43 páginas, que fue el único libro que publicó en su vida) y gracias a eso se convirtió en el primer dueño de aquel cuadro famoso de Seurat con la gente tirada al sol en la ribera del Sena: Tarde de domingo en La Grande Jatte (cuando un coleccionista se lo quiso comprar en su vejez, Fénéon contestó: “¿Y qué haría con todo el dinero? ¿Comprar otro cuadro igual? Ahorrémonos el problema”). Cuando Apollinaire lo llevó a ver la muestra donde se exhibió por primera vez Las señoritas de Avignon, Fénéon le dijo a Picasso: “Lo suyo es la caricatura”.

Después de todas estas peripecias, el circunspecto Fénéon entró a trabajar en el diario parisino Le Matin. Su trabajo consistía en redactar, todos los días, los fait divers, más conocidos en nuestra jerga como “breves”. Me explico: en los viejos tiempos en que los diarios se componían en plomos, cuando quedaba un espacio libre en el extremo inferior de una columna se armaba a toda velocidad un texto breve que calzara justo en ese espacio. Ese era el trabajo de Fénéon. A lo largo de su jornada podía llegar a hacer veinte, veinticinco “breves”, basándose en la información de lo que hoy llamamos mesa de noticias: cables del interior y del exterior (en el caso de Fénéon, periódicos provinciales y del extrarradio de París). Si bien no era el único encargado de componer los faits divers, fue Fénéon quien bautizó estas pastillas (que con el tiempo se convirtieron en sección fija) Nouvelles en trois lignes. Lo de tres líneas no amerita mucha explicación, pero lo de nouvelles sí, porque en francés puede significar “noticia”, “novedad”, aunque también “cuento”, “relato”; pero no novela, que se dice roman (recuerden esto dentro de unos renglones).

La cuestión es que la amante de Fénéon, una dama llamada Camille Plateel, que lo quería mucho, recortó una por una, durante años, cada una de las Nouvelles en trois lignes compuestas anónimamente por su adorado. Así fue como, a la muerte de Fénéon, en 1944, apareció un bruto bibliorato con 1220 de estas piezas breves. Jean Paulhan, director del ilustre magazine Nouvelle Revue Française y fiel amigo del difunto, fue convocado como albacea y pudo comprobar la autenticidad de los textos de Fénéon porque la esposa del difunto había ido armando una carpeta igual en el domicilio legal de la pareja.

Todo esto viene a cuento porque Fénéon se ha convertido en el gran rescate literario de la temporada. Los críticos se hacen agua la boca en diferentes idiomas y dicen que las “novelas en tres líneas” de Fénéon tienen la perfección de haikus; que son una nueva Comedia Humana (en referencia al ciclo de noventa y nueve novelas –de muchísimas más líneas cada una, huelga decir– que escribió Balzac a lo largo de su vida); que tienen la misma esencia puntillista que los pintores de dicha escuela (descubiertos y bautizados por nuestro personaje); que son como una invalorable colección de fotos de época encontradas en un baúl; que representan como ninguna otra obra de arte el alba de la Modernidad; que anticipan a Braque y Picasso en “el uso del periódico como collage” (?); incluso se está empezando a considerar a Fénéon como precursor de Warhol (recordar las entradas de tres renglones en los Diarios de Andy W).

Les ofrezco a continuación algunas muestras de cómo hacía más llevadero su trabajo en Le Matin nuestro amigo Fénéon:

El señor Périchot, de Pailles, tenía en su casa a la señora Lemartrier. El señor Dupuis vino a buscarla. Ellos lo mataron. El amor.

Un buzo de Nancy, Vital Frérotte, que regresó de Lourdes curado para siempre de la tuberculosis, murió el domingo por error.

El 515 aplastó, en el paso a nivel de Monthéard, a la señora Dutertre. Accidente, se cree. Aunque era muy desdichada.

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