› Por Juan Gelman
El calentamiento del planeta provoca el deshielo del Artico y despierta otros calores. Las entrañas de la cordillera submarina Lomonosov –que divide el Artico en dos cuencas, la euroasiática y la norteamericana– rebosan, según investigaciones científicas recientes, de grandes riquezas minerales: plata, oro, zinc, uranio, diamantes. La plataforma submarina del Círculo Artico, además, guardaría unos 90.000 millones de barriles de petróleo y 1.670.000 millones de metros cúbicos de gas natural, estimó el organismo de previsión geológica de EE.UU.(www.usgs.gov, 23-7-08). Los apetitos de las naciones ribereñas –Canadá, Rusia, Noruega, Groenlandia, Dinamarca–, también de otras, están perfectamente despiertos.
Rusia pretende que la cordillera Lomonosov –de 3300 a 3700 metros de altura debajo de las aguas y de 60 a 200 kilómetros de ancho– es una prolongación de su plataforma continental y esgrime el derecho exclusivo de posesión más allá de las 200 millas marinas que le corresponderían; continúa explorando el fondo marino con batiscafos especiales y ha plantado su bandera en el mero Polo Norte. Es verdad que, al tratarse de un océano, está sujeto al derecho del mar y que, a diferencia del continente ártico, su estatuto no está normalizado. Canadá duplicó los fondos destinados a diseñar un mapa del Artico submarino para fundamentar sus propias exigencias, planea instalar en la bahía Resolute, muy cerca del territorio disputado, un cuartel de adiestramiento en combates en agua helada y construir una flotilla especial de botes patrulleros a fin de vigilar su dominio. No es todo.
Noruega insiste en que su zona de explotación exclusiva de 200 millas marinas se calcule a partir del archipiélago de Spitzberg, lo cual agranda no poco la extensión que ambiciona. Groenlandia es un caso especial: tras tres siglos de control danés, goza ahora de una autonomía que le permite cerrar por su cuenta posibles contratos de explotación de los recursos árticos. Sin embargo, Dinamarca conserva su soberanía sobre Groenlandia y las islas Feroe y es el caballo de Troya de la OTAN: “Soy el último en esperar un conflicto militar (en la región), pero se requiere nuestra presencia militar”, subrayó el secretario general de esa alianza Jaap de Hoop Scheffer (www.newser.com, 29-1-09). Vaya.
EE.UU. le ganó de mano: instaló la base aérea Thule en el noroeste de Groenlandia, a unos 900 kilómetros del Polo Norte magnético, y los gigantes petroleros, comerciales y del complejo militar-industrial estadounidense siguen promoviendo su business plan de apropiación de las riquezas del Artico so pretexto de la necesidad de un desarrollo duradero (“La Bataille du Grand Nord a comencé”, Richard Labévière et Francois Thual, Perrin, París, 2008). En tanto, el Artico se deshiela y crecen los temores de un alza del nivel del mar que afectaría a numerosos países.
Los científicos han tenido que revisar drásticamente la estimación que preveía la desaparición total de los témpanos del Océano Artico para el año 2050: al ritmo presente podría ocurrir en el 2015. El estudio que el Congreso de EE.UU. solicitó al Consejo Nacional de Investigaciones señala que el clima del planeta nunca ha sido tan caliente de veinte siglos a esta parte (Surface Temperature Reconstructions for the Last 2000 Years, http://debs.nas.edu, 23-6-0). “Un aumento significativo de las temperaturas en un período muy breve ha trastornado una estabilidad climática excepcional que duró siglos”, puntualizaron los climatólogos Michael Mann, Raymond Bradley y Malcolm Hughes, autores del estudio.
El resultado: en verano, por primera vez en la historia de la humanidad, el Artico se convierte en una isla y permite su circunnavegación. Las imágenes tomadas por satélite a mediados de agosto del 2008 mostraron que el hielo había despejado completamente el pasaje noroeste en Canadá y el pasaje noreste en Rusia. Hay compañías navieras que están ya considerando cómo explotar la apertura de esas rutas: el grupo Beluga enviará su primer transporte marítimo este año por el pasaje del noreste, acortando más de 6500 kilómetros el trayecto Alemania/Japón. Esto disminuiría costos y, por ende, se agudiza la disputa internacional.
La cuestión de saber si la cordillera de Lomonosov, que se extiende desde Siberia hasta el norte de Canadá, pertenece a la plataforma continental rusa, canadiense o groenlandesa, enfrenta constantemente a los tres países. Rusia prosigue sus maniobras militares en la región, Canadá anuncia que cobrará derechos de paso a las naves que surquen las aguas que considera bajo su soberanía y el mundo podría asistir a la siguiente paradoja: la guerra fría en un Océano Artico que se deshiela.
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