Mié 01.04.2009

CONTRATAPA

Penúltimas noticias

› Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO La mujer está viendo televisión. El hombre va de la cama al living y del living a la cama a seguir leyendo un libro donde se desmienten unas cuantas verdades que se venían aceptando como incuestionables desde hace un par de siglos. Se trata, piensa, de un nuevo género manteniendo un frágil equilibrio entre la ficción y la no-ficción. Y está en todas partes, no sólo en su libro. Está –también y sobre todo– en diarios y noticiero donde lo que se ofrece ya no son últimas noticias sino penúltimas noticias. Porque nadie quiere jugarse del todo, porque nadie está seguro de nada. Porque todo (continuará...). Como en Lost, nada se pierde y todo se transforma y nadie entiende de qué se trata o qué es lo que está pasando.

DOS En la pantalla que mira la mujer, alguien es insultado y golpeado por una multitud mientras arrastra un par de troncos calle arriba. El hombre con el libro en la mano se detiene por unos segundos frente al televisor, bosteza y dice: “Lamento decirte que al final el héroe muere”. La mujer lo mira con ojos entrecerrados. El hombre agrega: “La buena noticia es que resucita al tercer día”. La mujer sigue mirándolo sin hacer comentario. “Aunque también es posible que haya dejado a una chica embarazada y...”

TRES En alguna parte, en una de esas respetables publicaciones científicas, días atrás se nos aseguró que ahora resulta que la grasa no engorda y que es buena para el organismo. Es un poco raro, la verdad. Pero –para bien o para mal– nos ofrece un poco de distracción de la eterna polémica acerca de las virtudes o peligros del huevo.

CUATRO El papa Benedicto XVI dijo en Africa –y dice cada cosa este Papa– que el preservativo ayuda al contagio del sida o algo así. En Africa. Mirá vos.

CINCO Coincidiendo con el inicio del rodaje de una nueva versión de Robin Hood (dirigida por Ridley Scott y con Russell Crowe en el rol protagónico), un oportuno medievalista de la St. Andrews University, en Oxford, encontró un manuscrito perdido. Allí, bastan veintitrés palabras en latín escritas por un monje anónimo para derrumbar el glorioso mito del bandido de Sherwood y sus alegres camaradas. Parece ser que Robin Hood no era más que un ladrón común y corriente, que nadie lo quería por los alrededores, y que mucho menos robaba a los ricos para darles a los pobres, salvo que los únicos pobres de la región fueran él y sus amiguitos. Me entero de que días atrás alguien, indignado, ha pedido la pena de muerte retrospectiva para Robin Hood y sus secuaces.

SEIS Y pienso que Robin Hood –el Robin Hood de mi infancia, el Robin Hood de la Colección Robin Hood en el que yo sigo y seguiré creyendo– la tendría bastante difícil en estos tiempos en que los ricos son ayudados con el dinero recaudado a los pobres para que así no se conviertan en pobres. La idea –el miedo con el que se asusta con muecas y gesticulaciones cada vez más dramáticas– es que si un rico se vuelve pobre genera, por el camino de bajada, muchos más pobres. Como si ya no hubiera suficientes. Ahora bien, si la razón última y final y consoladora de esta crisis era la de –ante la catástrofe– crear una suerte de Nuevo Orden Mundial que se alzara entre las ruinas y cenizas para así alcanzar un mundo mejor y más justo, no sé, tal vez sea yo, quizá no entienda demasiado, pero me da la impresión de que no hay muchas ideas nuevas y lo que se viene es más de lo mismo. En cualquier caso, en unos días más, todos volverán a reunirse para sacarse fotos en plan Watchmen y, de salida, anunciar que se han alcanzado revolucionarias conclusiones del tipo: “Estamos todos de acuerdo en que hay que recuperar la confianza”.

SIETE Habitamos el reino de la contradicción permanente –que es el que ha sucedido a aquel otro, al de la casualidad permanente– y no pasa día sin que una orden se convierta en contraorden. En España, pareciera, el síntoma va adquiriendo perfiles patológicos y un tanto agotadores. La confirmación absoluta de la mañana se traduce en un estamos revisando la situación por la tarde y, al caer la noche, se ha alcanzado el lado opuesto o se lo ha superado para así dar la vuelta completa y regresar al punto de partida. De pronto, todo está demasiado movidito en un país que se había acostumbrado a la ilusión más o menos verosímil de tener todo bien atornillado al suelo y ser ejemplo de estabilidad y progreso para la galaxia toda.

Ahora no. Ahora se suceden los rumores, las conspiraciones, las marchas atrás, las “nuevas revelaciones”, las retiradas a toda velocidad o en cámara lenta y la gente se encomienda a la Selección nacional de fútbol, acaso lo único que parece funcionar para adelante con ciertas garantías. El resto es el constante duelo Zapatero versus Rajoy versus Zapatero, la voz cansina del responsable de Economía asegurando que estar pésimo no significa necesariamente estar mal sino estar pésimo (o algo así, por lo pronto, el gobierno ya ha intervenido una de las cajas de ahorro), el dolor revisitado de los familiares de los muertos en un avión militar que cayó en Turquía en tiempos de Aznar (y cuyos cuerpos no se identificaron y se repartieron casi por sorteo porque había que llegar al funeral de Estado), las idas y vuelta del caso Marta (donde unos adolescentes asesinaron a una adolescente y tiraron su cuerpo no se sabe muy bien dónde porque no pasa semana sin que cambien su versión), el papelón del adiós a Kosovo anunciado a los soldados antes que a la OTAN porque a ellos les correspondía saberlo antes que nadie, la telenovela de cuándo y cómo se encontrarán Zapatero y Obama y la novedad en el horizonte de una inminente deflación que nadie entiende muy bien de qué se trata pero –a diferencia de la grasa e igual que los preservativos– parece que hace mal. Muy.

OCHO Mientras tanto, penúltimas investigaciones aseguran que Carlos Gardel no era argentino ni uruguayo ni francés. Carlos Gardel habría nacido en Praga y –cuando era pequeño– fue al mismo colegio de Franz Kafka. Y yo no pienso leer ese libro, lo juro.

NUEVE Y, en el televisor, Jesucristo asciende a los cielos.

DIEZ Y –recuperar la confianza, seguiremos informando– todavía lo están esperando para filmar la segunda parte.

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