› Por Juan Gelman
Las declaraciones de Obama instando al gobierno de Tel Aviv a congelar los asentamientos ilegales de colonos israelíes en territorios palestinos ocupados, concretamente en Cisjordania, y a facilitar la creación del Estado palestino han provocado reacciones de diverso tipo, algunas previsibles, otras menos. No faltó la absurda y aun divertida: el ministro sin cartera Yossi Peled envió una carta de once páginas a todos los miembros del gabinete de Netanyahu proponiendo sanciones económicas contra EE.UU. (Jerusalem Post, 9-6-09). Por ejemplo, vender a otros países equipos de tecnología avanzada que Washington le proporciona con la estricta prohibición de hacerlo. Peled no inventa algo nuevo: hace tiempo que Israel los ofrece a quien los quiera comprar.
El ministro sin cartera insiste en mostrar su desinformación: sugiere reconsiderar la política de compras civiles y militares a EE.UU. y por lo visto ignora que Washington y Tel Aviv firmaron en agosto del 2007 un acuerdo que dispone la entrega a Israel de 30.000 millones de dólares a lo largo de una década. Es un subsidio en efectivo donado a Israel al comienzo de cada año fiscal con la condición de destinar el 74 por ciento a la compra de armamentos estadounidenses (www.counterpunch.org, 5-3-09). Los 30.000 millones no vuelven al Tesoro de EE.UU., alimentan las fauces siempre abiertas del complejo militar-industrial. Más delicada, también inútil, es otra indicación de la carta.
“Peled recomienda intervenir en las campañas electorales de candidatos al Congreso (norteamericano) para debilitar a Obama y solicitar a los donantes judíos que no apoyen a los demócratas. Predice que esto llevará a los candidatos a presionar a Obama para que adopte una posición más pro israelí”, se lee en el diario jerosolimitano (www.jpost.com). Cuánto desconoce el señor ministro. Israel ocupa militarmente territorios palestinos desde 1967 y hace mucho que el lobby pro israelí ocupa las dos cámaras del Congreso de EE.UU.
Es el más poderoso de Washington y se concentra en el Comité Estadounidense Israelí de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés). A principios de mayo pasado dio pruebas manifiestas de su influencia: Steny Hoyer, líder de la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes, y Eric Cantor, líder de la minoría republicana, dirigieron una carta a Obama diciéndole que “Israel es el que correrá mayores riesgos en cualquier acuerdo de paz (con los palestinos)” y que EE.UU. “debe ser tanto un mediador fiable como un amigo devoto de Israel”. Agrega que cualquier desacuerdo entre los dos países debe ser discutido “privadamente”. El 76 por ciento de los senadores y un 75 por ciento de los representantes firmaron la carta. Lo curioso –o no– es que cuando un periodista la buscó en Internet, encontró que su título era “Carta Aipac Hoyer Cantor mayo 2009.pdf” (Washington Post, 15-5-09). Se habían olvidado de quitarlo.
Todo o casi todo tiene explicación: 36 grupos privados pro israelíes donaron 3,14 millones de dólares a los candidatos de su preferencia, contra los que no lo eran, en el ciclo electoral del 2004 (www.thenation.com, 31-7-06). Votar en el Congreso contra las decisiones favorables a Israel puede poner en peligro una futura reelección. El 18 de julio de 2006 el Senado aprobó por unanimidad una resolución no vinculante en apoyo “al ejercicio del derecho de autodefensa de Israel”. Israel había invadido el Líbano seis días antes y, como otras veces, Aipac redactó el texto sancionado. Zbigniew Brzesinski, ex asesor de seguridad de Jimmy Carter, señaló que los senadores “ni siquiera lo habían preparado”. La voluntad de Aipac de ahorrarles trabajo es ejemplar.
El tema de los asentamientos israelíes en Cisjordania palestina es el nudo de la cuestión de la paz. Se han duplicado desde comienzos de los ‘90 y están interconectados mediante autopistas de las que los palestinos están prácticamente excluidos. Tel Aviv viola la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe a cualquier país instalar a sus civiles en territorios tomados militarmente. Cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y un fallo de la Corte Internacional de Justicia reconocieron formalmente la ilegalidad de esa confiscación de tierra. En los últimos 20 años los legisladores demócratas de Washington han apoyado sin vacilación el expansionismo israelí. Ahora no pocos dicen que Obama no debe presionar a Israel por el desarrollo “natural” de sus asentamientos y que no cabe la injerencia en sus “asuntos internos”.
Tel Aviv –y menos su gobierno actual– no renuncia a la empresa del Gran Israel, que entraña la absorción de los territorios palestinos y de las alturas del Golán. Los asentamientos son el medio de lograrlo. Ariel Sharon, entonces primer ministro israelí, se lo dijo claramente a Colin Powell (www.alternet.org, 9-6-09): “Hemos aprendido mucho de ustedes. Advertimos cómo se movieron al Oeste con el mismo método”.
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