Dom 17.11.2002

CONTRATAPA

“Es él”

› Por Juan Gelman

Eso afirmaron tempranamente a la NBC altos funcionarios de la CIA y del Departamento de Estado. Es Osama bin Laden nomás, de él la voz que emergía amenazante de la grabación que el canal televisivo árabe Al Jazeera transmitió el martes pasado. La comprobación no pudo haber sorprendido al general Tom Franks, jefe de las tropas estadounidenses en Afganistán: el mismo martes, pero antes que la voz sonara, había dicho “no hay evidencias de que (bin Laden) está muerto, en consecuencia supongo que está vivo”. Es curioso –o no– el momento que el terrorista más buscado del planeta elige para reaparecer, luego de casi un año de silencio, anunciando nuevas catástrofes para EE.UU. y sus aliados: precisamente el día anterior a que Saddam Hussein aceptara la resolución 1441 de Naciones Unidas que le impone una rigurosa inspección de sus posibles arsenales químicos, biológicos y nucleares. Era notorio que el autócrata iraquí la aceptaría -su hijo mayor Uday así lo pidió al parlamento nacional, sin duda con la aprobación o la inducción del padre– como es notorio que el recuerdo de los atentados recientes que Bin Laden saluda y la promesa de propinarlos próximamente a Gran Bretaña, Canadá, Alemania, Francia, Italia y Australia sólo contribuyen a cohesionar detrás de Bush hijo a ciertos aliados aún no muy convencidos de invadir a Irak.
Se amontonaron las hipótesis sobre el destino de Bin Laden desde que entró en mutismo en noviembre del 2001 luego del intenso bombardeo que la aviación aliada infligió durante dos semanas a su plaza fuerte de Tora Bora. Que había muerto entonces, tal vez por metralla o por aplastamiento bajo las rocas de alguna cueva bombardeada. O quizá por enfermedad, ya que el ataque lo habría obligado a suspender las diálisis constantes que requieren sus riñones maltrechos. El presidente paquistaní, general Pervez Musharraf, insistía en esta última presunción, aunque no dejó de enviar 10.000 efectivos a la frontera con Afganistán para impedir cualquier intento de ingreso del millonario terrorista. Otros apostaban a que se había ocultado, herido, en Pakistán, o en Yemen, o en Arabia Saudita, o en Cachemira, donde no le faltan protectores. Un periodista de Al Jazeera recibió la cinta grabada en Islamabad, signo casi seguro de que no pernocta en Pakistán, y se ha develado una parte de la incógnita. Bin Laden está vivo y con él reaparece la pregunta de cómo pudo escapar en diciembre, cuando estaba prácticamente atrapado en las Montañas Blancas próximas a Tora Bora.
Un artículo de John F. Burns que The New York Times publicara el 30 de septiembre último propone algunas respuestas. Burns registró in situ la sospecha de que Osama pudo fugar gracias a “la indecisión de los altos mandos estadounidenses”. Para ciertos aliados fue algo más que indecisión: algunos jefes militares británicos se quejaban en privado de que sus pares yanquis habían vetado la propuesta de vigilar las trochas montañosas de más altura argumentando que las bajas iban a ser muy severas en combates con mucha nieve, vientos fuertes y nubes bajas. Relatos similares –dice el periodista– “abundan entre los comandantes afganos que proporcionaron las tropas estacionadas al pie de las montañas de Tora Bora frente a la ciudad afgana de Jalalabad. Esas tropas bloquearon todos los caminos, menos una única vía de escape hacia el sur, en las alturas de las montañas que se extienden hacia Pakistán”.
El comandante afgano Ajji Zaher declaró a los periodistas por entonces que él había rogado a las llamadas Fuerzas Especiales que cortaran todas las sendas que conducen al país vecino. “Los estadounidenses no escucharon –precisó–, aunque les dije que una palabra mía valía más que un millón de dólares de su tecnología avanzada. Su postura era ‘tenemos que matar alenemigo, pero debemos hacerlo completamente a salvo’. Esto es loco. Si se hubieran arriesgado a tener bajas para capturar a Osama tal vez tendrían menos bajas ahora.” El general Richard Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas de EE.UU., admitió la semana pasada que la cacería de Al-Qaeda “había perdido algo de su impulso”. Al parecer, la pérdida comenzó hace casi un año en las montañas de Tora Bora.
Y hete aquí que Bin Laden comparece y Bush hijo no se siente para nada disgustado. Asegura que la grabación debe recordar a los estadounidenses, a los amigos y los aliados de Washington, que hay “un enemigo activo lleno de odio y dispuesto a alcanzar sus objetivos con la ayuda del asesinato”. Bush hijo quería retomar el designio paterno de dominar militarmente el Oriente Medio y los atentados terroristas del 11 de septiembre le abrieron el camino. Bush hijo no quiere que los aliados vacilen en la guerra contra Irak y la voz de Bin Laden ayuda a colocarlos en posición de firmes. El presidente norteamericano y la criatura de la CIA quieren derrocar a Hussein. Será por motivos diferentes, pero qué casualidad.

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