› Por Juan Gelman
Les sonríe a los poderosos, castiga a los infelices y la teoría de los círculos financieros es hija de una concepción darwinista selectiva: los estadounidenses que se arriesgaron a comprar casa con ventajosas hipotecas se merecen lo que les pasa. Así lo registra críticamente Nomi Prins, autora de It takes a pillage (John Willy & Sons, 2009) y ex directora ejecutiva de Goldman Sachs. El hecho es que a mayo de 2009, los bancos prestamistas habían pedido la ejecución de la hipoteca de más de cinco millones de propiedades. Perspectiva: sus habitantes, a la calle.
El gobierno Obama destinó miles de millones de dólares para apoyar a las entidades bancarias y a varias grandes empresas a fin de resolver la crisis financiera. A regañadientes, la Reserva Federal y el Tesoro desembolsaron 13 billones para “corregir la situación inmobiliaria”. Prins señala que ese dinero habría podido costear las hipotecas de todo el país –su total ascendía a 11,9 billones de dólares a fines de diciembre de 2008– “y aún quedaba un billón para comprarle una vivienda a cada estadounidense que no pudiera hacerlo”. Pero ocurre otra cosa: el número de procesos de ejecución de las hipotecas impagas llegó a más de 300.000 en cada mes del período marzo/agosto del presente año (www.bloom berg.com, 10-9-09.) Hay más.
La Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo norteamericano estimó que la cantidad de desocupados y empleados part-time ascendía a casi 25 millones en agosto de 2009, un 17 por ciento de la fuerza de trabajo (www.bls.gov, 4-9-09). Ese mes se elevó el desempleo en las industrias que más personal ocupan y es interesante ver cómo se distribuye: hombres adultos, 10,1 por ciento; blancos, 8,9 por ciento; negros, 15,l; mujeres adultas, 7,6; jóvenes, 25,5; hispanos, 13; asiáticos, 7,5 por ciento. Los negros, los hispanos y los jóvenes son los más castigados. Las personas que no pueden pagar ni un centavo de sus deudas serán 900.000 sólo en este año (prescriptions.blogs.nytimes.com, 7-9-09). Claro que no todos la pasan mal.
Los ejecutivos financieros rescatados por Obama siguen recibiendo los sueldos y las bonificaciones que solían recibir y no pocos consorcios gigantes aumentaron sus ganancias en el año declarado de la crisis. Véase el caso de la petrolera Chevron, que opera en 120 países. Sus actividades: explorar yacimientos de petróleo y gas natural, explotarlos, refinar la materia prima, invertir en empresas mineras, químicas y eléctricas. Sus beneficios en el 2008 alcanzaron 23.900 millones de dólares, la cifra más elevada de su historia, superior en un 28 por ciento a la del año anterior. David J. O’Reilly, presidente y director ejecutivo de Chevron Corporation, percibió 50 millones de dólares en el 2008 y es apenas el número 15 de los mejor pagados en EE.UU. (www.chevron.com) . Qué ganarán los otros 14.
¿Para quién gobierna Obama? Semanas antes de la reunión del G-20 declaró en una entrevista que Gandhi era su héroe (www.expressindia.com, 11-7-09). Difícil. Es imposible pensar que el líder indio aprobara la inversión de 700.000 millones de dólares en las guerras de Irak y Afganistán en el año fiscal 2009/10, monto que no incluye los gastos de seguridad interior y de los servicios de inteligencia (www.nytimes.com, 6-10-08). El envío previsto de más efectivos estadounidenses a Afganistán engordará esa suma, que decuplica con creces los presupuestos militares de Rusia y China.
El mandatario estadounidense declaró en vísperas de la reunión del G-20 que nunca apreció mucho las manifestaciones de protesta (www.post-gazette.com, 20-9-09) y que lo importante es atender los problemas “concretos, locales, inmediatos, esos que tienen un impacto en la vida de la gente”. ¿Estaba desalentando las manifestaciones contra la reunión que tuvo lugar en Pittsburgh? Pareciera. En todo caso, las que se produjeron fueron reprimidas con balas de goma, gases y un artefacto que ensordece y dispersa a las multitudes (www.inthesetimes.com, 26-9-09). Los manifestantes reclamaban la solución de problemas populares, una acción decidida contra el calentamiento global y el punto final a las guerras de Irak y Afganistán. Sigue en pie esa fatigada máxima: “Lo que es bueno para Wall Street es bueno para EE.UU.”.
Las posiciones que está adoptando Obama lo alejan cada vez más de Franklin Delano Roosevelt, figura con la que se lo compara con frecuencia. Durante su campaña electoral B.O. reiteró una anécdota atribuida a F.D.R., que respondió a las demandas de un líder sindical diciéndole que tenía razón y que emplearía todo su poder para corregir lo que estaba mal, pero agregó: “Sólo pido una cosa. Salgan a la calle y oblíguenme a hacerlo” (www.seatllepi.com, 21-1-09). Era claro que Obama pedía lo mismo, sólo que ahora reprime a quienes le tomaron la palabra.
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