› Por Eduardo “Tato” Pavlovsky *
Uno de mis nietos, de profunda inteligencia y que ejerce sobre mí una mirada detectivesca inglesa, tiene el efecto de producirme siempre miedo o culpa.
Su teoría detectivesca es una mezcla de silogismo socrático lacaniano que tiene por función indagar algunos aspectos oscuros de mi vida.
¿Cuándo te separaste de abuela? Creo que hace como... deben ser treinta y pico de años. ¿Por qué te separaste? Bueno no sé, creo que en un momento nos quisimos mucho pero después pasaron muchas cosas y creo que el amor se fue extinguiendo y allí decidimos no vivir más juntos. El amor o el apasionamiento se van gastando y va quedando una especie de compañía que puede hacerte feliz, pero tu abuela y yo no la soportamos. Problema de intensidades y de personalidades. Creo que fuimos muy felices diez años. Pero creo que los dos buscábamos enamorarnos de nuevo. Recobrar la pasión que sentíamos los primeros años. Entre nosotros la pasión había acabado ¡y es tan lindo volver a enamorarse!
¿Después viviste con una hippie? Me agarré un metejón terrible. Pero fue muy lindo. Era muy chica. Veinticuatro años tenía.
¿Después te casaste otra vez y después se separaron, no? Bueno, fue la época del exilio. Fue todo muy duro. Durísimo. Vos no sabés lo que es vivir fuera del país. También la quise mucho.
Pero también se separaron. Sí, también nos separamos al volver.
¿Cuántos hijos tenés? Cuatro. Tres del primer matrimonio y uno de este último.
¿Vos sos hincha de Independiente? ¿Cómo? Digo, si sos fanático de Independiente. Desde los tres años. Maruja, la chica que me cuidaba me hizo fanático. Me hacía repetir los nombres de los jugadores Bello, Lecea, Coletta, Franzolino, Leguizamón y Martínez. Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla. Erico fue el goleador más grande que tuvo el fútbol argentino. Hacía cuarenta goles por temporada. ¡Increíble! Después fui haciendo de Independiente a todos mis primos, a mi hermano y a uno de mis hijos. Otro hijo se hizo de Ferro. ¡Ya quiere llevar al hijo de dos años a la cancha! ¡Los rojos nos dieron tantas copas, una más que los bosteros! Cuando Independiente ganaba íbamos en auto a festejar a la avenida Mitre. Nos pasábamos dos horas. Era un ritual. Ceremonia roja. Quique era tan fanático que, cuando murió, uno de los hijos le puso adentro del cajón la bandera de Independiente. ¡Fue emocionante! Yo en el ’64 fui a Madrid y a Milán para ver la final con el Inter.
Con qué pasión hablás de Independiente. Y si sos del Rojo, morís del Rojo...
¿Un hincha de Boca podría cambiar de club porque las cosas van mal en el campeonato? ¿Estás loco? ¡Uno no se separa nunca del club de origen! Si yo dijera que me hice de Lanús mi familia me interna en el Borda. Yo no conozco a nadie que se haya cambiado de club.
Y con las mujeres sí te pudiste separar. Ah, bueno, cambiar de mujer es otra cosa. ¡Otra dimensión, qué sé yo! (sentí que había utilizado una maniobra lacaniana).
Me quedé en blanco. Sí, tenés razón. Hace años que vengo pensando que para los hombres es más fácil separarse de su mujer que cambiar de club de fútbol. Creí que me lo podías explicar vos, pero te veo demasiado involucrado para pensar.
¿Y tu mujer de ahora? ¿Cómo están? Muy bien. Treinta años hace que estamos juntos y felices. Pero hay algo que nos separa y que no logramos superar. ¿Qué? Es gallina. Fanática. Es como dormir con el enemigo.
* Dramaturgo, autor, actor y director teatral.
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