› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Los jóvenes y su enganche al cine gore. Películas donde se grita, sangra, se arranca, se destroza, se tortura. Films donde los cuerpos son modelos para desarmar. El asunto ha cobrado actualidad en España a partir de la calificación X –reservada a la más dura pornografía– para Saw VI “por su apología de la violencia”. Esto quiere decir que la última entrega del asesino en serie Jigsaw –atención, distribuida por la Disney– se verá sólo en esas salas X donde suelen oírse muchos jadeos y no tantos alaridos. La cuestión es si el enganche de los jóvenes con este tipo de producto afecta sus pautas de conducta y su sentido moral. Días atrás, tanto El País como La Vanguardia dedicaron largos artículos al asunto, y allí adolescentes entrevistados aseguraban que lo que más les divertía era poder reírse con algo terrible, sí, pero que no era verdad. Y después volver saciados a la casita de los viejos de la que –de seguir la cosa así– no podrán salir en muchos pero muchos años. Ahí van a quedarse. Y eso sí que es gore.
DOS Uno de los consultados en las notas antes mencionadas decía que “más duro es ver un documental sobre el genocidio ruso”. De acuerdo; pero tengo que decir que yo –aficionado desde niño al cine de horror– una trasnoche me puse a ver la primera parte de Hostel (una de las “joyas” del llamado torture porn) y tuve que apartar la vista, cambiar de canal, hacerme un té y contar dóciles corderos para poder conciliar un sueño que parecía derivar hacia la pesadilla con lobo feroz a punto de saltar sobre esos tiernos animalitos. A la mañana siguiente, de acuerdo, la realidad rezumaba mucho más gore por todos y cada uno de los poros de su cuerpo desmembrado.
TRES El cuerpo perdido de la adolescente Marta del Castillo, por ejemplo. Desaparecido el pasado 24 de enero en Sevilla. Ex novio Miguel Calcaño y amiguitos confesaron haberla matado. Pero no dicen qué hicieron con el cuerpo. O sí. Pero dicen muchas cosas diferentes: primero que lo arrojaron al río Guadalquivir, luego a un container de basura, luego que lo enterraron. Se han realizado 150 muestras de ADN y estudiado 3000 llamadas telefónicas y no hay caso: Marta se ha convertido en una suerte de invisible Laura Palmer andaluza y su ex recibe cartas en la cárcel de chicas calientes y, seguro, un poquito góticas.
CUATRO Mientras tanto, a cuarenta días del abordaje, los treinta y seis marineros del buque atunero y español Alakrana continúan en manos de volátiles piratas somalíes que están perdiendo la paciencia y que beben, se drogan y disparan al aire. El gobierno de Zapatero busca desenredar la madeja que se enredó aún más cuando comandos españoles capturaron a dos de los piratas y los trajeron a Madrid y, ahora, resulta imposible liberarlos por esas figuras legales que a los corsarios no les importan en absoluto. Así que exigen la liberación de sus colegas para continuar con las negociaciones. Pero parece que no hay caso, las familias comienzan a desesperar, se organizan marchas exigiendo prontas medidas al gobierno y el largo titular del ABC del pasado sábado decía: De la Vega ve injustas ciertas críticas por el Alakrana y se va a Argentina. María Teresa de la Vega –vicepresidenta de gobierno a la que un amigo mío apodó, con algo de crueldad, como “Tweety Viejo”– salió volando. Y lo cierto es que comienza a preocuparme un poco la idea de Argentina (recordar aquel inolvidable momento de Yellow Submarine en que un derrotado Blue Meanie propone a mi país natal como punto de fuga) en plan territorio gore multiuso. Sin ir mucho más lejos, días atrás Esperanza Aguirre –presidenta de la Comunidad de Madrid por el Partido Popular y pesadilla de Mariano Rajoy– sonrió ante la insinuación de que su desobediente mandato podría ser intervenido desde lo más alto con un “Que me monten una gestora. Yo les monto una cacerolada que lo de Argentina va a parecer cosa de aficionados”. Y no sé si la vieron alguna vez, pero a mí Esperanza me da más miedo que Jigsaw. Y lo suyo –a diferencia de lo De la Vega y su look Warner Brothers Cartoon– está mucho más cerca de las villanas estilo Cruella De Ville con una voracidad sin límites digna de Hannibal Lecter. Además, Esperanza –lo último y la última que se pierde– parece ser indestructible: salió ilesa de un accidente de helicóptero, sobrevivió a un ataque terrorista en un hotel de Bombay y, posiblemente aguantará, sin perder esa sonrisa de barracuda, cualquier ataque nuclear. Tal vez la solución esté en lanzar en paracaídas a Esperanza Aguirre sobre la cubierta del Alakrana y ahí quiero verlos, piratitas...
CINCO Esperanza es irrompible, sí, pero Cristiano Ronaldo –para desesperación del Real Madrid– se rompió. Y, para colmo, una nueva ley lo obligará a pagar más impuestos equiparándolo con el porcentaje que pagan los españoles en su situación. La leyenda urbana asegura que todo se debe a una maldición vudú encargada nada más y nada menos que por una rencorosa Paris Hilton, quien se sintió utilizada y descartada luego de una noche por el crack que hizo crack. Paris Hilton –recuérdenlo– actúa en la remake más bien soft-gore del clásico 3-D con Vincent Price House of Wax. Paris actúa mal pero la matan pronto, creo. Lo que no le impidió ganar el Teen Choice Award al Mejor Grito del año 2006.
SEIS Preguntas: ¿Es posible que un psiquiatra militar de origen jordano haya enloquecido y masacrado a trece militares porque, luego de atender a soldados que regresaban del frente de batalla, decidiera que no tenía muchas ganas de conocer Afganistán? ¿Y que la televisión haya difundido imágenes del tal Nidal Malik Hasan comprando un cafecito horas antes de apretar el gatillo? ¿Y que, además, esa base militar estuviera cerca de una ciudad llamada Killeen? Respuestas: sí, sí, y sí.
SIETE Cansado de todo esto, entro a ver The Box, dirigida por Richard “Donnie Darko” Kelly y basada en un breve pero contundente relato del gran Richard Matheson. Y salgo feliz de comprobar que, a pesar de todo, sigue habiendo vida inteligente en el cine fantástico: muy poca sangre (leves hemorragias nasales), un par de disparos y una idea tremenda y, sí, claramente Twilight Zone: ¿te importaría si un desconocido muere a cambio de solucionar tu vida? Kelly “complica” todo esto con sus habituales cruces dimensionales y una nunca del todo aclarada presencia extraterrestre que parece haber leído a Sartre. Pero el mensaje de Matheson permanece intacto por encima de los efectos especiales y los defectos espaciales: por más que contemos corderitos para conciliar el sueño donde descansaremos de tanto insomnio gore, el hombre siempre seguirá siendo el lobo del hombre. Oiganlo aullar y reírse mientras ahí adelante, en la pantalla, con sonido dolby-digital, alguien arranca una sierra eléctrica y busca algo para arrancar y cortar y ¡corten!
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