› Por Juan Gelman
Los estadounidenses estiman que su país está jugando un papel menos importante que antes en el planeta: tal es el resultado de una encuesta que el Pew Research Center for the People & the Press de Nueva York llevó a cabo en noviembre y dio a conocer este mes, titulada “El lugar que ocupa EE.UU. en el mundo” (//people-press.org/re port/569). El 45 por ciento de los interrogados que hace una década pensaba que ese lugar era el más importante se redujo al 25 por ciento y los que creían lo contrario pasaron del 28 al 41 por ciento.
Hay más: el 49 por ciento –“la proporción más elevada en casi medio siglo de encuestas”– opina hoy que “EE.UU. debería ocuparse de sus propios asuntos en el plano internacional y dejar que los demás países se ocupen de los suyos del mejor modo que puedan”. Y luego: un aplastante 78 por ciento de los 2000 estadounidenses encuestados coincidió en que EE.UU. debería “concentrarse más en nuestros propios problemas nacionales y construir nuestra fuerza y prosperidad en casa”, contra el 14 por ciento que se inclinó por la propuesta de que “EE.UU. debe pensar en términos internacionales”. Cualquier relación con las guerras de Irak y Afganistán, más otras que asoman, no es producto de la casualidad.
Otra sorpresa: el 44 por ciento entiende que China goza de la economía más potente del mundo, contra el 30 en el 2008, y un 41 por ciento considera que EE.UU. ha pasado a un segundo plano en la materia, contra el 27 el año pasado. Pero lo más saliente de la investigación del Pew es que llevó una encuesta paralela con las mismas preguntas entre 642 miembros del Council of Foreign Relations (CFR) de Washington, un think-tank o más bien un braintrust que financian 200 multinacionales, agrupa a 4200 ex funcionarios de alto nivel y otras personalidades políticas, edita la prestigiosa revista Foreign Affairs (125.000 ejemplares) y baja línea sobre la política exterior de EE.UU. El CFR no es un vocero del establishment, es el establishment.
Las dos indagaciones revelan que entre el ciudadano estadounidense corriente y los elitistas del CFR hay brechas notorias en casi todas las cuestiones importantes, por ejemplo, el incremento de tropas en Afganistán decidido por Obama: el 50 por ciento de los últimos lo apoya, contra apenas un 32 por ciento de los primeros. Un 40 por ciento de los ciudadanos se pronuncia por la disminución de los efectivos que combaten en Afganistán, contra el 24 de los interrogados del CFR. A la pregunta de si EE.UU. debe desempeñar un papel mundial “más agresivo”, sólo el 19 por ciento de los primeros responde por la afirmativa, acompañados por el 62 por ciento de los últimos. No es difícil entrever el pensamiento del CFR.
Un caso interesante es cómo los unos y los otros perciben a Israel y su conflicto con los palestinos. El 51 por ciento del público general se pronuncia en favor de Israel, postura con la que sólo coincide el 26 de los sondeados del CFR. El 30 por ciento del primero juzga que la Casa Blanca apoya demasiado a Israel, coincidiendo con el 67 de los últimos que, además, evalúan que el Estado sionista no es prioritario para Washington. En la lista de países que serán en el futuro “los aliados y socios más importantes de EE.UU.” sólo el 4 por ciento de los interrogados del CFR incluyó a Israel, muy lejos de China (58 por ciento), la India (55), Brasil (37), la Unión Europea (19), Rusia (17), Japón (16), el Reino Unido, Canadá, Indonesia Australia y otros. Cuando se preguntó a los de la elite cuáles serán los menos importantes, clasificaron a Israel en el puesto 23 detrás de Canadá, entre otros, y de Turquía, Egipto y Arabia Saudita en la región del Medio Oriente.
Se desprende de estos datos que la opinión pública se atiene a la información de los grandes medios, muy aplaudidores de las políticas de Tel Aviv gracias a la excelente labor del activo lobby estadounidense pro–israelí. No se trata, desde luego, solamente del trabajo del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (Aipac, por sus siglas en inglés).
Una investigación de The New York Times reveló que, detrás de los “analistas militares” que aparecen en distintos canales de televisión y estaciones de radio para convencer a la audiencia de la necesidad y la eficacia de la política bélica de la Casa Blanca, se encuentra un aparato del Pentágono creado por W. Bush en el 2005 que sigue en acción (www.nytimes.com, 20-4-08). “La mayoría de estos analistas tiene vínculos con contratistas inmersos en las políticas de guerra y se les pide que las avalen en el aire.” Mandos militares y funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia los preparan en reuniones ad hoc. Lógico: la Historia enseña que los caballos de Troya deben estar bien hechos.
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