UNO Las dos fotos que ilustran esta contratapa –pasan cosas raras en la realidad– aparecieron juntas pero separadas en la primera plana del diario español El País del viernes pasado.
Juguemos al juego de las siete diferencias, ¿sí? Y advertencia: se prohíbe hacer chistes fáciles en cuanto a la diferencia entre dar un puñetazo y lo que por aquí se conoce como “ir a hacer puñetas” o “hacerse la puñeta”.
Y volvamos a las fotos... Una apareció mucho más grande que la otra. Adivinen –aquí aparecen de igual tamaño– cuál fue la grande y cuál la pequeña. Una ayudita: el presente (la foto grande) siempre ocupa más espacio que el pasado (la foto pequeña) en los diarios. No importa que el pasado sea mejor y más inolvidable que el presente. Importa, sí, que de ese pasado –de un tiempo a esta parte– se sabía poco y nada. Así que –para cuando ese pasado alcanzó ese instante de pura y efímera actualidad que es la muerte– poco y nada había que decir salvo asentar la tristeza, la admiración, lo mucho que se lo va a extrañar en este mundo (por más que él asegurara no estar en él desde hace tiempo) y hasta nunca y hasta siempre y la seguimos en los libros, en esos lugares sin tiempo y a prueba de noticias.
Sin embargo, al que aparece en la foto grande nadie parece extrañarlo. Por estos días, está en todas partes.
DOS El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto sólo quería que lo dejaran solo y en paz.
El hombre que apareció con el puño en alto en la foto grande sólo quiere que lo acompañen en su guerra. Cada vez más gente, un poco más, por favor, ¿sí?
TRES El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto –lo dicen muchos de los que se cruzaron con él– era huraño y antipático y seco y brusco y grosero y desagradable y enojoso y agrio y odioso y adusto y cargante y varios términos más que figuran en mi Diccionario de sinónimos y antónimos. El hombre que apareció en la foto grande con el puño en alto cree ser simpatiquísimo. Y dice cosas muy graciosas.
CUATRO El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto les pegaba a los fotógrafos que lo perseguían y no respetaban su soledad y aislamiento. Era como un Kurtz sin sed de sangre.
El hombre que apareció en la foto grande con el puño en alto lo alza para posar para los fotógrafos. Es como un Gatsby cuya luz verde, de golpe, cambió a roja.
CINCO El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto ya no escribía o, al menos, no le interesaba seguir publicando.
El hombre que apareció en la foto grande con el puño en alto firmará, de aquí a un tiempo, importante contrato con una editorial para escribir sus memorias y todo eso.
SEIS El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto alguna vez dijo: “He sobrevivido a muchas cosas”.
El hombre que apareció en la foto grande con el puño en alto aseguró no mucho tiempo atrás que “la crisis mundial apenas afectará a España” o algo así.
SIETE El hombre que apareció en la foto pequeña con el puño en alto fue y seguirá siendo (más allá de la felicidad del en algún momento “Nuevo Salinger” y ahora excelente escritor Bret Easton Ellis en su página de Twitter: “¡Yeah! Gracias a Dios se murió de una vez. He estado esperando por este jodido día desde siempre. ¡¡¡Festejemos esta noche!!!”) alguien que siempre inspiró, inspira e inspirará a quienes abran sus libros. Y me acuerdo de que, hace una década, tenía que hacer tiempo y entré a una librería y no vi nada que me interesara y entonces –mi casa y mi biblioteca estaban tan lejos– volví a comprarme Levantad, carpinteros, la viga del tejado / Seymour: una introducción. Y me fui a un café y me puse a leerlo otra vez, como cuando tenía quince años. Y empecé a subrayarlo y a tomar notas en los márgenes. Y tuve la certeza de que, leyéndolo, se me había ocurrido la idea para una obra maestra que, naturalmente, nunca escribí. Porque, terminado el libro, sentí cómo todo se iba desvaneciendo, como despertándome de un sueño despierto. Pero no importaba porque –de pronto– me di cuenta de que, por dos o tres horas, yo había dejado de ser un escritor imperfecto para volver a ser un lector perfecto. Y abro otra vez ese ejemplar ahora y leo, subrayado, cerca del final: “En esencia mi mente siempre se ha negado a cualquier tipo de final”. Y descubro que la mía también.
El hombre que apareció en la foto grande con el puño en alto fue al Foro Económico Mundial de Davos –levantad, financistas, el valor de los valores– y su mensaje fue, como de costumbre optimista. Party Tonight! Y yo lo vi ahí y leí la noticia en el diario y no subrayé ninguno de sus dichos y en ningún momento, ni remotamente, pensé que esta contratapa iba a ser una obra maestra. Difícilmente –puedo jurárselo– ustedes vayan a releerla algún día en un diario viejo o dentro de un libro nuevo o en un atemporal pliegue de Internet. Yeah!
La foto pequeña del hombre que apareció con el puño en alto –le haya gustado o no a él; seguro que no le gustó– es una gran foto. Una foto que es parte de la Historia.
La foto grande del hombre que apareció con el puño en alto es una de muchas fotos que ya, ahora mismo, comienza a encogerse y desaparecer rápido y no lentamente. Es una foto que ya es historia.
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