Jue 12.12.2002

CONTRATAPA

La noche de la Plaza

› Por Susana Viau

Pasadas las doce de la noche del martes, la Policía Federal comenzó a desmontar la estructura que soportaría el escenario sobre el que hoy la Asociación de Madres de Plaza de Mayo pondrá fin a la Marcha de la Resistencia. Eran apenas unos cincuenta colaboradores de las Madres los que preparaban el lugar para recibir a las columnas de piqueteros y asambleas que habían comprometido su adhesión; los policías, rápidamente, se contaron por centenas. La lacónica y ambigua explicación de los federales deslizaba que el acto y el emplazamiento de la tribuna “no estaban autorizados por el Gobierno de la Ciudad”. Ocultaban así que, según pudo saber Página/12, la orden había sido impartida por el juez federal Jorge Luis Ballestero a requerimiento de la Policía. Luego, sería el Gobierno de la Ciudad quien dejara claro que no había emitido ninguna instrucción en tal sentido. La defensora del Pueblo de la Capital, Alicia Oliveira, y el legislador y dirigente del Partido Comunista Patricio Echegaray se sumaron a quienes comenzaban a llegar para acompañar a Hebe de Bonafini y Ana Barimboim, las dos Madres que se encontraban en el lugar. Era la segunda vez que la marcha se veía obstaculizada por la represión; la anterior había ocurrido en las postrimerías de la dictadura militar.
Una cadena de llamadas, algunos celulares y el único teléfono público en funcionamiento ubicado en la vereda del Banco Central habían roto el silencio con que se llevó a cabo el operativo. Las inmediaciones de la Plaza estaban cortadas ya a medianoche por patrulleros, efectivos y los trágicos Ford Falcon con la patente deteriorada para impedir constatar la numeración. De ellos, para despejar cualquier duda, se vio bajar a hombres de civil con armas largas que se apostaron junto a los móviles. Ni la hora ni el panorama eran tranquilizadores; pese a ello, asambleas en pleno, parejas, pequeños grupos, e incluso personas que llegaban de a una en una comenzaron a nuclearse en torno de las Madres. Ese cerco amistoso fue rodeado por un segundo y doble cerco de efectivos policiales (“estrenan pertrechos”, comentaban los congregados al observar los cascos relucientes, hombreras y protectores de zonas más sensibles que los hacían muy semejantes a los de los jugadores de fútbol americano): los de atrás con bastones, la primera línea con perros. En el centro, Hebe y Ana cantando junto a un coro que afinaba mucho más de lo que la situación parecía permitir. Las canciones, entremezcladas con el “Madres de la Plaza/el pueblo las abraza”, daban un cierto respiro a la tensión.
Desde dentro del edificio de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), seguían saliendo tropas de la Federal para estacionarse sobre las escalinatas o engrosar las destacadas en la Plaza. El nerviosismo de los sitiados que, no obstante, seguían a pie firme en su puesto, era inocultable pero se sublimaba en humor: “Tengo los huevos de moño”, confesaba, ahogado de risa, un muchacho. Acompasados, cada tanto, los policías se adelantaban cerrando un círculo que, al final, quedó a no más de cinco metros de las Madres. Los perros policiales también estaban nerviosos y un concierto de ladridos y tironeos obligó a su retiro. Alicia Oliveira relató a los periodistas que los jefes del operativo se habían negado a identificarse. Preguntada por los motivos de esa medida, la defensora del Pueblo contestó sin pelos en la lengua: “Porque buscan reprimir”.
Simplemente encabezando, como es su costumbre, las Madres salieron del cerco seguidas por la gente. Se encaminaron a la Pirámide, rodeada ya de las guirnaldas con las fotos de miles de desaparecidos. Al borde de la Plaza, por Bolívar, estaba el estandarte semitransparente con la convocatoria. “¿Viste? les aguantamos cantando”, reflexionó Hebe mientras comenzaba la ronda. Como si la marcha ya hubiera sido inaugurada, todos se alinearon tras ellas. No se sabía desde dónde hablarían hoy ellas y lospiqueteros: la policía había incautado la estructura que sostiene la tarima. Ayer por la tarde, la Jefatura de Gabinete del gobierno de la ciudad emitía un comunicado deslindando su responsabilidad: “Ante la situación planteada en los preparativos del acto de la Marcha de la Resistencia convocado por la Asociación de Madres de Plaza de Mayo -expresaba–, la Jefatura de Gabinete informa que: el gobierno de la ciudad no ha emitido ninguna directiva en el sentido de obstaculizar la realización de ese acto que cada año desarrollan las Madres de Plaza de Mayo. El ejercicio del derecho constitucional de expresión y manifestación no requiere autorización en particular. Las solicitudes o avisos al gobierno de la ciudad permiten tomar las medidas de control de tránsito y seguridad que garanticen el ejercicio de ese derecho. En esta oportunidad, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no ha recibido ninguna solicitud”.
Alrededor de las tres de la madrugada la gente comenzó a dispersarse. Permanecían los encargados de organización del acto y la policía. “Después de lo del puente y después de esto, que vengan a decirme que Las Leonas son las chicas del hockey”, repetía un asambleísta. El escenario todavía no había sido devuelto a sus legítimas dueñas.

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