Sáb 02.02.2002

CONTRATAPA

Máxima vergüenza

Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn

Los argentinos somos nota. Anoche la televisión alemana trajo un especial de Buenos Aires-España: los padres llegaron, los nietos se van. La repetida y vergonzosa historia de la actual emigración argentina a cualquier región de España, para no morirse de hambre: las lágrimas de la despedida, la llegada allá a regiones totalmente distintas. Y siempre lo mismo: mi abuela emigró de Galicia a la Argentina con una mano atrás y otra adelante, y ahora yo vuelvo a Lugo con una mano atrás y otra adelante. La cámara vuelve a la Argentina y pasea por el triunfal paisaje criollo: desde las cataratas del Iguazú, toda la pampa verde y hasta llegar a los paradisíacos canales fueguinos. El locutor se pregunta cómo pudo ser que esta tierra expulse a sus hijos. Las colas ansiosas de madrugada en los consulados europeos. Los argentinos en busca de la tabla de salvación, del bote que los salve del naufragio, del salvavidas en pleno puerto que abre las llanuras ubérrimas cantadas por Rubén Darío. Qué cuadro de tristeza. Inverosímil. Italia dice que nos va a ayudar y España, también, más reticente. Italia les aumentará la jubilación a los italianos ancianos que viven en la Argentina. Nuestros jubilados miran en el banco de la plaza cuántas monedas les quedan hasta fin de mes. Claro, la culpa, dicen, la tiene el sistema de globalización y el Fondo Monetario Internacional. Sí, está bien, pero no solo ellos, la culpa la tienen también esos bien argentinos que siguen en los recintos, los balcones rosados y presidiendo el desfile militar del 9 de Julio. Partidos nacionales y populares dieron en llamarse. Ahí lo tenemos: el ministro Rückauf asegurándole devotamente a papá Dios Bush que la Argentina va a votar con Estados Unidos contra Cuba “porque es una dictadura”. Así, muy suelto de cuerpo, gratuitamente, el señor Rückauf. La Argentina, un país de gobernantes inmorales, jueces corruptos, con gobiernos que no les dan trabajo a los jóvenes, que les roba a los maestros, cuyas villas miseria aumentan en progresión geométrica con la humillación a la que nunca le ponen corralito, que le mete bala y mata al pueblo que tiene el coraje de salir a la calle para exigir dignidad. Y todo un gobierno peronistaradical de Duhalde-Rückauf se baja los pantalones como en un ritual ante el gran mercader del Norte. “Lamebotas”, los han llamado los cubanos a estos argentinos con el culo al aire, que practican no ya la relación carnal sino directamente que se ofrecen gratis por la ventana para que les digan que “sigan así, se están portando bien”. “Cumpliremos con todos los tratados con los Estados Unidos” le escribió Duhalde a Bush sin que nadie le preguntara nada. Por las dudas. “Votaremos contra Cuba”, aseguró el siempre solícito Rückauf en su visita a Washington. Los libertadores argentinos enrojecieron. Desde esa fecha es obligatorio usar la nueva bandera argentina, que en vez de un sol lleva ahora el rostro de Rückauf con su impagable sonrisa. Somos todos neoargentinos a la Washington, de acuerdo a los lineamientos Duhalde-Rückauf.
El periodista Morales Solá ha escrito: “Duhalde parecía a punto de envolverse en las banderas del nacionalismo, a poco de asumir, y terminó enviándole a George W. Bush la carta más pronorteamericana desde las mejores épocas de Menem. ‘Este hombre es un pragmático y no un populista’, resumió Washington en una perfecta síntesis sajona”.
¡Qué diferencia a la política latinoamericana de aquellos gobiernos argentinos de principios de siglo, cargados de defectos en otros aspectos, pero defensores de los ideales bolivarianos! En vez de explicar el señor Rückauf –hombre que fue del gobierno de las Tres A– lo que ocurre con Cuba y el bloqueo de décadas de Estados Unidos, toma enseguida el manual del dueño del mundo y habla un lenguaje de secuaces. “Lamebotas” lo llamó Fidel Castro a Fernando de la Rúa, quien había tomado la misma resolución que Duhalde. “Lamebotas” lo acaba de llamar a Duhalde el diario habanero Granma. Se quedaron cortos porque cada vez más nuestros gobernantes apuntan a llegar con sus lenguas cada vez más alto que las botas. Pero también hay buenas noticias. El casamiento de la argentina Máxima con el príncipe holandés. Toda la farándula agitada. La hija de un colaborador de la dictadura de la desaparición de personas se casa con un representante de la Casa de Orange. La televisión trae todos los detalles. Una superficialidad más, de las tantas, mientras Bush se desgañita gritando contra Irán, Norcorea e Irak, preparando ya las bombas próximas. Todo bien con Máxima Zorreguieta hasta que, justamente anoche, habla a la televisión alemana y ante la pregunta de la conducta de su padre con los desaparecidos responde muy suelta de cuerpo: “Mi padre me dijo que nunca supo lo de los desaparecidos. Y yo le creo”. La respuesta es más que mentirosa, injuriante. ¿Cómo un secretario de Estado de la dictadura de Videla no va a saber el sistema represivo que era conocido en todo el mundo y del cual hablaban todos los medios de comunicación del mundo? ¿Cómo no supo cuando llegó la Comisión de Derechos Humanos de la OEA para reclamar por la desaparición de detenidos, o la aparición en público de las Madres de Plaza de Mayo en plena represión? Máxima ha mentido pero además ha demostrado toda su superficialidad y ligereza. Ayer tendría que haber contestado ante esa pregunta: “Sobre la conducta de mi padre no voy a hablar pero valen todas mis condolencias y dolor para las madres de los desaparecidos, para las abuelas de nietos secuestrados, para todos aquellos jóvenes que fueron asesinados en la forma más impune”. No, nada. Antes del compromiso se vio obligada a decir que repudiaba todos los crímenes de la dictadura. Cosa que tendría que decir cada vez que le preguntan sobre la conducta de su padre.
Se casa con un representante de la monarquía que posee la historia más cruel: basta hablar del poder colonial holandés y su trato con el comercio de esclavos y el tratamiento de los pueblos originarios de las colonias y de las riquezas que se robaron durante décadas. Se casa la hija del colaboracionista de la desaparición de personas con un representante monárquico. Es decir, que se basa en el principio de la desigualdad de los ciudadanos. En una nación donde hay reyes y súbditos. Algo que conspira contra la lealtad a los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los pueblos que siguen creyendo en monarcas y los enmarcan en castillos y prebendas tienen algo de inmaduros, de superficiales, de tener vocación de agacharse ante el poder. Familias llamadas reales que hoy ya sólo sirven para la sección chismes de las revistas de la más cínica superficialidad.
Claro, hay algunos que piensan así, pero la Argentina oficial piensa diferente. La Embajada Argentina en Berlín publica en su programa de actos el anuncio de la transmisión “live” por televisión del “casamiento del príncipe heredero holandés Willem Alexander con la argentina Máxima Zorreguieta”. Y en letras en negrita, el hermoso título: “La hermosa y el príncipe”. Los argentinos somos un amor.

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