› Por Juan Gelman
Algunos lo atribuyen al desdén que los militares de EE.UU. destinan a los civiles que los gobiernan y nunca fueron a la guerra. Otros, al evidente pantano en que los efectivos estadounidenses se han hundido en Afganistán: mil bajas y ninguna perspectiva de victoria. Lo cierto es que el general Stanley McChrystal descargó duros golpes a muy altos funcionarios de la Casa Blanca en la entrevista que concedió al periodista Matt Hastings para la publicación Rolling Stone (www.rollingstone.com, 22-6-10). Ahora es ex comandante en jefe de las tropas invasoras.
Rodeado de su grupo de confianza –“una colección de asesinos, espías, genios, patriotas, operadores políticos y maníacos totales”, describe Hastings–, en una suite de lujo del Westminster Hotel de París, el general y su equipo estimaron que el gobierno Obama “trata de manipular las percepciones (de la guerra) porque la victoria no está a la vista, ni es clara o reconocible”. McChrystal no ahorró su desprecio por el vicepresidente Joe Biden –“¿Quién es ése?”, disparó–, por los políticos como McCain y Kerry o diplomáticos como Karl Eikenberry, embajador de Washington en Kabul, y Richard Holbrooke, “un animal herido”, que Obama designó su encargado para Afganistán y Pakistán. Un poco mucho.
El general no logró victorias resonantes y tal vez éste es el fondo del problema: la muy cacareada “Operación Moshtarek” que lanzó en febrero para retomar la ciudad sureña de Marja se ha marchitado como una flor sin riego: el propio McChrystal calificó la situación de “úlcera sanguinolenta” y pospuso la anunciada ofensiva contra Kandahar, cuna de los talibán. La gobernabilidad del país es desastrosa (www.americanprogress.com, 11-5-10). En el 2008 se estimó que el régimen impuesto por EE.UU. dominaba apenas el 30 por ciento del territorio nacional después de siete años de guerra, y no faltan analistas que consideran muy optimista el cálculo. Pareciera que la población civil no adora a sus ocupantes.
McChrystal pensó que una pieza clave de su táctica contrainsurgente era el presidente afgano Hamid Karzai, cabeza de un gobierno en el que la corrupción reina. El Wall Street Journal informó que unos 3650 millones de dólares en efectivo salen legalmente cada año del aeropuerto internacional de Kabul, 10 millones diarios. “Los investigadores de EE.UU. consideran que altos funcionarios afganos y sus socios envían fondos de la ayuda estadounidense y del narco a paraísos fiscales del exterior” (//online.wsj.com, 25-6-10). El propio Karzai declaró una fortuna neta de 12.157.491 dólares, más 21.163.347 en bienes, con un ingreso de 400.000 dólares anuales. Sólo un mago de las finanzas consigue acumular tanto con tan poco.
EE.UU. superó en junio el record de Vietnam: la guerra en Afganistán dura ya más que aquélla y se convirtió en la más prolongada de la historia del país. El panorama es incierto y origina discusiones en la Casa Blanca acerca de la mejor estrategia para vencer a la insurgencia talibán. Más que estrategias parecen tácticas –guerra de contrainsurgencia o guerra de arrasamiento, guerra siempre– y se desdibuja la promesa de Obama de empezar la retirada de las tropas el año próximo. El vicepresidente Joe Biden ha insistido en que así ocurrirá, pero el jefe del Pentágono, Robert Gates, se negó a respaldarlo (www.foxnews.com, 21-6-10). No pocos altos funcionarios opinan que no ha llegado la hora de irse a casa y Afganistán se está tornando en “Caosistán”, como apuntó McChrystal.
La votación en torno de los 33.000 millones de fondos de emergencia que solicitó la Casa Blanca para la guerra ha vuelto a poner el tema sobre el tapete. En diciembre pasado, Obama anunció que ésta iba a comenzar en julio del 2011. Un día después de despedir a McChrystal, cambió la música: “No dijimos que a partir de julio del 2011 dejará de haber tropas de EE.UU. o de nuestros aliados en Afganistán –señaló–. No dijimos que apagaríamos las luces y cerraríamos la puerta. Dijimos que iniciaríamos una fase de transición que permitiría al gobierno afgano hacerse cargo progresivamente de la situación” (//dyn.politico.com, 24-6-10). Como propuso el político francés Henri Queille, las promesas sólo comprometen a los que las escuchan.
“EE.UU. identifica vastas riquezas minerales en Afganistán”, tituló el New York Times el 13 de junio. Funcionarios del Pentágono se ufanaron de haber detectado “inmensas vetas de hierro, cobre, cobalto, oro y metales críticos para la industria como el litio”. Esta nueva es vieja; la existencia de tales recursos se conocía ya en los tiempos de Marco Polo. Curioso que la saquen ahora a luz con tanto estrépito. ¿O será un arbitrio para vigorizar el apoyo cada vez más cansado que la sociedad civil estadounidense presta a la ocupación de Afganistán, hecho del que McChrystal tomó debida nota?
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