› Por Fernando D´addario
De tu país ya no se vuelve
ni con el yuyo verde
del perdón.
“Yuyo verde.” Tango de Homero Expósito
y Domingo Federico (1944)
Mauricio Macri tiene una rara habilidad para lanzar frases con destino de slogan: no van a pasar a la posteridad por su profundidad filosófica, eso es seguro, pero garantizan un fuerte impacto publicitario. Como toda propaganda destinada al mercado, estas frases tienen una primera lectura simpática, ingenua si se quiere, y un efecto subliminal sujeto a diversas interpretaciones. El martes al mediodía el procesado jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires irrumpió en la presentación del Festival de Tango y con aire de no tener mucha idea del lugar donde estaba, tiró: “El tango es la soja de Buenos Aires”. Proponemos, entonces, posibles lecturas para semejante hallazgo de la comunicación cultural, digno de la inteligencia de Durán Barba.
- A Macri se le escapó una frase poco feliz, habida cuenta del contexto: se olvidó de que no estaba hablando en un foro de gerentes de empresas turísticas, sino en un encuentro de protocolo cultural y artístico. Debió haber disimulado un poco, hacer de cuenta que alguna vez escuchó un tango. Quizás hasta podría haber criticado al gobierno nacional citando la letra de “Cambalache”, pero lo primero que le vino a la mente fue la soja, tan conmocionado quedó de su reciente visita a la Rural.
- A Mauricio, en rigor, no se le escapó nada. En su mapa ideológico, el tango y la soja ocupan el mismo y único lugar: el de los negocios. Sólo tienen valor de exportación y a la hora de establecer políticas públicas se los debe considerar exclusivamente como bienes de cambio. Ni se le cruza por la cabeza que Juan Carlos Copes, además de generar con sus shows un ingreso de divisas para la ciudad, es un buen bailarín.
- El jefe de Gobierno considera que la soja es un patrimonio cultural de todos los argentinos y como tal hay que protegerla de la barbarie populista. Envalentonado por su reciente luna de miel con la Sociedad Rural, se convenció de que la bendita oleaginosa es consustancial a la argentinidad, del mismo modo que el tango expresa, de un modo inmutable, el más sagrado de los símbolos porteños.
- En un súbito cambio estratégico, en realidad el líder PRO le quiso pegar al campo. Con pocas palabras les hizo saber a los dirigentes rurales que son unos tangueros recalcitrantes. Es decir: que hoy ya no representan a nadie; que viven de la gloria de un pasado remoto; que son conservadores y fundamentalistas; que se la pasan llorando; que viven para los extranjeros y se olvidaron de los argentinos. Y que se sienten campeones y autosuficientes pero a la primera de cambio le van a pedir protección al Estado. Unos añoran a Gardel y otros a Martínez de Hoz pero, en el fondo, se parecen.
- El ex presidente de Boca emitió en realidad un alerta para la industria cultural del tango: así como la soja brinda hoy ganancias millonarias pero promete arruinar la tierra en un futuro cercano, el tango for export llena los bolsillos de los dueños de las tanguerías, pero está preparando un terreno de esterilidad creativa para el género, en tanto homogeniza la oferta artístico/turística. Macri, finalmente, se asustó de la postal que le mostraba un doble juego de imágenes: un país que produce únicamente soja; una orquesta que sólo sabe tocar “La cumparsita”.
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