› Por Juan Gelman
Sí para algunos, no para otros, quién sabe para muchos. Este tema deriva, con presunción jurídica, de la voluntad de juzgar a Assange en EE.UU. que la Casa Blanca y varios congresistas no ocultan. Si el australiano es periodista y su difusión de documentos por Wikileaks es similar a la de cualquier periódico o agencia noticiosa, la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense impide que lo procesen: prohíbe expresamente la promulgación de toda ley que inhiba el ejercicio de la libertad de prensa. Hay que buscar otro camino legal o con visos de legalidad.
El Comité Judicial de la Cámara de Representantes comenzó a explorar el asunto el jueves que pasó. Una de las alternativas examinadas en esta primera audiencia, a la que fueron citados siete fiscales, abogados y peritos, fue la aplicación de la Ley de Espionaje aprobada en 1917, cuando EE.UU. decidió participar en la Gran Guerra del ’14-’18 y la histeria belicista guiaba los pasos de gobierno y Parlamento. Raras veces surtió efecto, en ocasiones ninguno. El senador independiente Joe Lieberman y dos colegas republicanos presentaron un proyecto de ley que califica de ilegal la difusión de informaciones clasificadas y que permitiría, si se aprueba, echarle el guante al fundador de Wikileaks. Se escucharon opiniones contrarias en la audiencia.
Geoffrey Stone, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago, tachó de inconstitucional el proyecto de los tres senadores: aplicarlo a ciudadanos particulares que no son funcionarios del gobierno violaría la Primera Enmienda, aseveró. Ralph Nader, el repetido candidato a la presidencia por el Partido Verde, centró el problema en “la abismante falta de seguridad” que el gobierno muestra en el manejo de documentos delicados y subrayó: “La supresión de información ha provocado más pérdidas de vidas, verdadera amenaza a la seguridad estadounidense, y demás consecuencias que se atribuyen ahora a Wikileaks y a Julian Assange” (www.talkradio.com, 16/12/10).
Para el presidente del Comité Judicial, el representante demócrata John Conyers, no hay nada que punir: “EE.UU. se ha basado en la idea de que la libertad de expresión es sacrosanta –declaró–. No hay duda de que Wikileaks es muy impopular en estos momentos, pero ser impopular no es un delito y publicar informaciones agresivas tampoco. Me incomodan mucho los llamados insistentes de políticos, periodistas y otros presuntos expertos que demandan un proceso penal o medidas extremas” (www.rawsroty.com, 16/12/10).
William Keller, director ejecutivo del New York Times –uno de los cinco diarios que difunden los documentos filtrados–, tomó distancia: “No creo que (Wikileaks) sea la organización informativa de mi gusto, pero ha evolucionado. A lo largo de esta experiencia hemos considerado que Julian Assange y su alegre banda de provocadores y hackers son una fuente. No diría que pura y simple porque, como sabe todo periodista o director, las fuentes rara vez son puras y simples” (//blogs.forbes.com, 16/12/10). Agregó que lo perturbaría que el gobierno intentara procesar a Assange aplicando la Ley de Espionaje: “Dejando a un lado lo legal, eso me enviaría una señal de alarma... es una ley que se presta a los abusos”.
Kenneth L. Wainstein, socio de la firma internacional de abogados O’Melveny & Myers, sugirió en la audiencia que Wikileaks es un medio “fundamentalmente diferente” de otros porque se limita a recoger y difundir información sin la supervisión editorial que rige en las publicaciones tradicionales. Para Thomas S. Blanton, director del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, “se aproxima cada vez más a una organización mediática”. Entonces, Assange ¿es periodista o no?
Abbe Lowell, abogado y miembro de la firma McDermott, Will & Emery, señaló que la respuesta a esa pregunta es un terreno resbaladizo desde el punto de vista legal que podría introducir fiscalizaciones ajenas en el proceso editorial. “En la historia de EE.UU., el reunir información y difundirla es periodismo clásico”, afirmó. No solamente allí.
Los objetivos de la Ley de Espionaje fueron los opositores a la entrada de EE.UU. en la guerra y sirvió para destruir al joven Partido Socialista. El senador demócrata Kenneth McKellar lo dijo con claridad cuando el proyecto se presentó ante el Congreso en 1917: “Si no logramos que la gente entre en razón para que sea leal, llegó el momento de obligarla a ser leal”. El representante republicano William Green fue más lejos: “No hay medida lo suficientemente severa para exterminar a esa canalla perniciosa”. No faltan personalidades norteamericanas que hoy piden el asesinato de Assange. A los 93 años de la promulgación de la Ley de Espionaje, poco ha cambiado la clase política de EE.UU.
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