› Por Rodrigo Fresán
UNO Cómodamente atontado –todavía reponiéndome de las radiaciones sónico/visuales de The Wall de Roger Waters– contemplo en mi televisor el aviso del nuevo sabor de chicles Trident Senses. Mega Mistery, se llama. ¿Se consiguen en Argentina? Si no es así, pueden ver la propaganda en YouTube. Y, ahí, el asunto pasa por presentar un sabor de sabor misterioso. ¿A qué sabe? ¿De dónde sale? El tipo de la publicidad lo prueba, lo mastica, y se dispone a describirlo y definirlo al televidente cuando las paredes de su habitación se vienen abajo y entra un montón de avestruces montados por hombres de aspecto ominoso que lo amenazan y le ordenan que –mucho cuidadito– nada debe ser revelado. Uno de los avestruces, incluso, llega a darle un brutal picotazo en el pecho. Y yo, claro, no demoro en comprar mi primer paquete de Trident Senses Mega Mystery.
DOS La pregunta, claro, es por qué y para qué. De dónde proviene esa obediencia refleja que me hace sumar una caja de Trident Senses Mega Mystery al diario y los croissants del sábado. Y me respondo proponiendo una breve historia de la publicidad. Primero, aquellos spots didácticos y con modelo o patrocinador que hablaba demasiado y que se limitaban a explicar las virtudes del producto. Luego (aquello que narra la serie Mad Men) la llegada del ingenio a la publicidad: la frase justa, la imagen exacta. Después, el humor sin importar que el consumidor apareciera retratado como un perfecto imbécil: lo que importaba era el chiste. Y ahora el vale-todo surrealista: los avestruces y todo eso. Y voy a ser sincero: yo compro y pruebo y mastico Trident Senses Mega Mystery nada más y nada menos que por los avestruces.
TRES Así, el envase de Trident Senses Mega Mistery viene inundado de advertencias, en varios idiomas, que insisten en un ¡No reveles el secreto! Y, por supuesto, ya hay varios sites en Internet ocupándose del asunto. Unos dicen piña colada, otros tutti-fruti, otros mezcla ácida de piña-limón-fresa. Todos tienen algo que contribuir a la alquímica revelación del misterio y yo no puedo sino pensar que cada vez hay más gente con más tiempo libre y que, no hace mucho, ese tiempo libre se empleaba para leer libros. Ahora, en cambio, se emplea para escribir. Y no precisamente cuentos y poemas y novelas y ensayos y obras de teatro y testamentos y magistrales cartas de suicidas. ¿De dónde ha sacado la gente tanto pero tanto tiempo libre y tantas pero tantas ganas de escribir lo primero que se le pasa por la cabeza, eh? Vivimos en la era del pensamiento instantáneamente comunicable y en el que las personas se han convertido en publicistas alucinados de un producto que son ellas mismas. El problema es que cada vez hay más y peor producto y menos y mejor cliente.
CUATRO Y –otra vez– por qué mi enganche pegajoso con este nuevo sabor de Trident. ¿Será que la campaña para venderlos me recuerda mucho a las portadas de discos del estudio inglés Hipgnosis? ¿Esas portadas –otra vez Waters– de Pink Floyd y de Yes y de 10cc. y de Genesis y de Led Zeppelin? ¿Seguirá existiendo Hipgnosis? No, no me voy a fijar en la Wikipedia. Mejor fingir por una vez que seguimos viviendo en tiempos en los que toda duda no era erradicada en el acto y que existía algún momento de incertidumbre que iba a dar a la alegría de descubrir algo a partir de un cierto esfuerzo y estrategia de búsqueda personal. ¿O –ya lo admití– tendrá que ver con los avestruces? ¿Con ese jingle tanguero que alguna vez mi padre –publicitario de renombre– me dedicó cuando yo ya no era un niño pero tampoco era un adolescente? Sí, hubo un tiempo en que mi apodo era Avestruz y la cancioncita en cuestión rimaba el nombre del ave del orden de las Estrucioniformes (por las dudas, aclaro: consulto el Diccionario de la Real Academia Española y no la Wikipedia) con cruz y pus y aludía, de paso, a un feroz tratamiento odontológico por el que yo pasaba entonces, consecuencia de cierto descuido bucal por parte de mis progenitores o algo así. Todo esto –que en un niño sesen/setentista se hubiera traducido en la vendetta apenas subliminal de un largo y oneroso tratamiento en diván– en mi caso apenas se tradujo en un particular interés por los avestruces o, si se prefiere, por su variante autóctona: el ñandú, ese pajarraco tan argentino que siempre anda escondiendo la cabeza en el suelo.
CINCO Y, claro, el pasado que nunca vuelve porque siempre está ahí. Y el martes de hace una semana Roger Waters en el Palau Sant Jordi de Barcelona cantando “Mother” frente a una filmación de sí mismo, en 1980, cantando “Mother” en el Earls Court de Londres presentándolo y presentándose, minutos antes, como “voy a cantar junto a ese joven Roger Waters infeliz que fui hace tanto tiempo. Ahora estoy mejor”. Y el público –y yo entre el público– lo aplaudimos. Y, sí, Waters seguía siendo Waters, pero había modificado la fórmula de su sabor original.
SEIS Lo que me lleva al sabor de la memoria, de la infancia. Ya saben cuál era el de Marcel Proust. El mío no es el del Trident Senses Mega Mystery (¿sabor de galleta nutricia y tolkienística o del Chew-Z de Philip K. Dick?), sino el de la Coca-Cola. La chispa de la vida, La pausa que refresca, etc. Y leo que –una vez más– alguien asegura haber resuelto un misterio mucho más misterioso que el de los Trident Senses Mega Mistery. El del ingrediente secreto y definitorio y definitivo en la fórmula de la gaseosa alumbrada por John Pemberton en 1886. Tomen nota: para la mezcla del famoso ingrediente secreto de la Coca-Cola –patentado como 7X– son necesarias, parece, 8 onzas de alcohol, 20 gotas de aceite de naranja, 30 gotas de aceite de limón, 10 de aceite de nuez moscada, 5 de aceite de cilantro, 10 de aceite de neroli (proveniente de las flores del naranjo amargo) y 10 de aceite de canela. El resto de la bebida se elabora con tres onzas de ácido cítrico, dos onzas y media de agua, una de cafeína, una de vainilla, dos pintas de jugo de lima, una onza y media de caramelo para dar color y una cantidad de azúcar que resulta ilegible en la lista. Mark Pendergast –historiador y autor de la que se considera la mejor y más exhaustiva biografía del brebaje– la da por cierta. Y, ah, escribo todo esto el sábado en que Zapatero revela que no será candidato del PSOE para una tercera legislatura. Y ahora viene el tema de la sucesión y de las primarias del PSOE para definir candidato en el 2012. Y Rubalcaba. Y Carmen Chacón. Y quién sabe quién más o quién menos. Allá vamos otra vez. El show debe seguir. Antes de todo esto, tendrán lugar, el próximo mayo, elecciones municipales y autonómicas donde ya se asegura una debacle socialista. Mientras tanto, Rajoy aúlla victoria, pero a nadie le gusta Rajoy en el rol de victorioso. Muchos apostaban a que Zapatero jugaría al sabor secreto de su futuro hasta el final, especulando con un milagro de esos que tanto le gustan y que lo harían mutar, mágicamente, de ángel caído y mesías retornado. Lo que –otra vez mi diccionario– en política se conoce como “Táctica del Avestruz”. Pero no. Se va, se va, se fue y nadie lo ve en el futuro asumiendo el rol opinator/conferencista de Felipe González o de José María Aznar al servicio de causas más o menos clara, oscuras y claroscuras. La Historia nunca deja de masticar y escupir a sus hombres cuando su sabor desaparece y sus globos pierden gracia y fuerza y me acuerdo, otra vez, de Roger Waters cantando “Mother”: “Madre, ¿debo postularme para presidente?... Madre, ¿debo confiar en el gobierno?”, cantaba y gritaba Waters –el más grande screamer del rock después de John Lennon, quien también le aulló a su “Mother”– mientras, en la pared de la escenografía del show, en la violenta caligrafía de Gerald Scarfe, se respondía con un No Fucking Way! y un ¡No me jodas! Y el público, por supuesto, aplaudía mostrando los dientes, esos dientes que se usan para masticar Trident Senses Mega Mystery.
SIETE Y, ahora que lo pienso, tal vez todo sea más complejamente sencillo. Tal vez nada sea tan surrealista y, al otro lado del delirio, quizás espere la más sencilla y obvia de las lógicas. ¿Por qué no afirmar entonces –y aquí me arriesgo y lo pongo por escrito– que los chicles Trident Senses Mega Mystery tienen sabor a avestruz? Y punto.
Aquí los espero.
Dejad que los avestruces vengan a mí.
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