› Por Juan Gelman
Nació como sinónimo de buena educación, de respeto a las leyes y al pensamiento dominante, de educación y ética que no discrimina a las personas por el color de su piel o sus diferencias de ser y estar, de acatamiento a la línea del partido cualquiera sea, etc. La expresión se propina a veces de manera irónica para calificar o descalificar a los “demasiado normales” que no se desvían un ápice de las actitudes socialmente aceptadas, ni incurren en ideas cuestionadoras de la rutina o del statu quo, ni en gestos o mohínes poco amables. El concepto es moneda corriente del habla y adquiere rostros distintos con el tiempo. Al mismo tiempo.
Se supone que esta locución o definición de una conducta se utilizó por vez primera en 1793 en un fallo de la Corte Suprema de EE.UU. atinente al caso Chriholm versus Georgia: en los considerandos de la sentencia figura la frase “no es políticamente correcto” referida a un planteo formulado de manera desacertada (www.georgiaencyclopedia.org, 4-10-04). Casi dos siglos después, también fue en EE.UU. donde la “acción afirmativa” en defensa de los derechos humanos, el antirracismo y la diversidad sexual cambiaron la palabra “negro” por “afroamericano”, “hombre” por “ser humano” o “humanidad” incluyendo a la mujer en la categoría. Claro que el empleo de este lenguaje otro no siempre refleja una verdadera modificación de las mentalidades.
El sentido que altos funcionarios de la Casa Blanca y políticos estadounidenses le dan hoy a “lo políticamente correcto” es peculiar. El legislador republicano Peter King, presidente del Comité de Seguridad Interior de la Cámara de Representantes, subrayó en audiencias del Congreso el peligro que entraña para la seguridad de EE.UU. una tolerancia excesiva para con las minorías, los extranjeros y otras religiones y culturas. Señaló ante las críticas que suscitó que desdecirse de esas conclusiones “sería rendirse de manera pusilánime a lo políticamente correcto y abdicar de la responsabilidad fundamental de este Comité: proteger al país de un ataque terrorista” (www.house.gov, 10-3-11). ¿Habrá que entender que Peter King afirmaba de manera inversa que tolerar a las minorías, los extranjeros y otras religiones y culturas es políticamente correcto?
No es la primera vez bajo el gobierno Obama que se equipara la corrección política con una amenaza a la seguridad. Se recuerda la masacre de 13 efectivos que el mayor Nidal Hasan, psiquiatra militar de origen musulmán, perpetró el 5 de noviembre de 2009 en Fort Hood, base militar ubicada en Texas. El representante republicano John Carter lanzó esta advertencia días después en una columna que publicó The Washington Post (9-11-09): “La corrección política está matando estadounidenses y socavando la seguridad nacional de EE.UU.”.
El Comité de Seguridad Interior del Senado manifestó su preocupación porque “la corrección política inhibió a los superiores y colegas de Hasan, que estaban muy perturbados por su comportamiento, de llevar a cabo acciones que podrían haber impedido el ataque en Fort Hood”. El senador republicano John Cornyn precisó: “Nunca debemos permitir que la seguridad de quienes defienden nuestra libertad sea el segundo violín de la corrección política” (//cornyn.senate.gov, 3-2-11). El Wall Street Journal acompañó al senador con una columna muy citada en los medios: postula que los camaradas de Hasan no advirtieron su desarreglo psíquico porque “vivían en el mundo de lo políticamente correcto” (//online.wsj.com, 16-2-11). Habrá que abandonarlo, por lo visto.
El mensaje de que la corrección política atenta contra la seguridad de EE.UU. y facilita la penetración de sus defensas alcanza dimensiones más rollizas. Michael Mukasey, que fue el último procurador general de W. Bush, expuso en la facultad de Derecho de Nueva York ante una audiencia de jueces, abogados y estudiantes que en realidad fue la corrección política la responsable del fracaso del FBI en evitar el primer atentado terrorista contra el World Trade Center, cometido el 26 de febrero de 1993 (www.nyls.edu, 4-2-11). Para Mukasey, “una buena parte del éxito alcanzado (en alejar la posibilidad de nuevos ataques mayores de Al Qaida en EE.UU.) se debe al programa de interrogatorios de la CIA, que a veces fueron vigorosos”. W. Bush hizo gala de otra elegancia para autorizar la tortura: “técnicas de interrogación mejoradas”.
El presidente Obama anunció que se postulará para la reelección y el mismo día resolvió que los presos en Guantánamo sean juzgados por cortes militares. Someterlos a la justicia civil, como prometió hace dos años, sería incurrir en un acto de corrección política. Otros de ese tipo consistirían en no invadir países extranjeros, no convertir a decenas de miles de seres inermes en daño colateral, no recortar las libertades civiles en EE.UU., no violar los derechos humanos de otros pueblos y del propio. Para la Casa Blanca, la lista de lo políticamente incorrecto es bastante más larga.
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