CONTRATAPA
¿Siglo americano?
› Por Marcelo Justo
¿Siglo americano? Obviando que es un poco prematuro para definir lo que va a ocurrir en los próximos 97 años, no cabe duda de que las dos primeras batallas del siglo XXI –Afganistán e Irak– las ganó el imperio estadounidense. En todo caso, dejando de lado la diplomacia internacional, que tan poco parece afectar las decisiones del gobierno de George W. Bush, lo que pase en los próximos meses va a depender de tres factores: la viabilidad de la ocupación de Irak, la opinión pública norteamericana y el estado de la economía estadounidense.
El primer factor es aún más impredecible que calcular la resistencia que podía oponer el régimen de Saddam Hussein a las tropas angloestadounidenses. La complejidad étnico-religiosa, la catastrófica situación humanitaria, la creciente oposición civil a la ocupación, los saqueos y los enfrentamientos internos vuelven mucho más factible la guerra civil o una fragmentación peor que la de la ex Yugoslavia que la implantación de la pax americana. En este contexto, la apertura de un nuevo frente de batalla –Siria, Irán– puede estirar la capacidad de las fuerzas norteamericanas, aun con su abrumadora potencia tecno-militar, hasta un punto de ruptura.
EL segundo factor –la opinión pública estadounidense– parece un caso perdido, aunque mucho va a depender de su evolución. Por el momento, la aventura imperial ha contado con el apoyo de un 70 por ciento de la población y el respaldo casi unánime de los medios de información. Censura y autocensura mediante, las manifestaciones contra la guerra no han hecho mella sobre esa mayoría silenciosa y conformista que sigue ciegamente los dictados del presidente y la televisión. Si la aventura se extiende a Siria, si hay una efectiva oposición iraquí o un desastre humanitario que ni siquiera los controlados medios de información estadounidenses puedan ignorar, la balanza de la única oposición que realmente inquieta al gobierno de Bush –la interna– podría empezar a equilibrarse con cuestionamientos más insoslayables a la política imperial.
Pero quizás el verdadero talón de Aquiles de Bush sea el tercer factor: la economía. Antes de la guerra y del último recorte impositivo, la economía estaba al borde de la recesión, el déficit fiscal estadounidense trepaba a 300.000 millones de dólares y el de cuenta corriente aumentaba vertiginosamente. El creciente costo bélico, el agotamiento de los mecanismos habituales para frenar la debacle económica (disminución de tasas de interés y recortes impositivos) y la necesidad de atraer dólares con mecanismos recesivos para equilibrar el sector externo van a agravar este cuadro. Cuando los mercados se espanten o el bolsillo de esa pasiva opinión pública consumista empiece a notarlo, puede haber un viraje que quite alas a los sueños imperiales. ¿Siglo americano? Es una de las posibilidades, pero no la única, ni siquiera, necesariamente, la más probable.