› Por David Brooks *
Desde Nueva York
Gogol Bordello invitó a “romper el hechizo” y miles brincaron con el puño en alto al ritmo de la banda de punk gitano en su concierto más reciente. Aunque la canción se trata de la discriminación contra el pueblo romaní (gitano) y a todos les encanta su música, siempre y cuando se porten bien y sigan marginados, el mensaje es que todos tenemos que “romper el hechizo” para poder bailar juntos.
Romper ese hechizo que permite aceptar lo injusto, robarse lo que ofrecen los de “afuera” para la fiesta, pero no para que se queden con la fiesta. La música de Gogol Bordello es una invitación a que todos dejen de “comportarse bien”, a burlarse de las convenciones y los poderes y las fronteras y crear un festival furioso de acentos de todo el mundo; es una honda (símbolo de la banda) de los David contra todos los Goliat.
En varios puntos de este país y del planeta, de repente miles, tal vez millones, responden a invitaciones a romper el hechizo y hacer otra fiesta a la cual todos están invitados. En Quebec, en Chile, en España, en Grecia, en el mundo árabe, ahora en México, y hay informes de que también en Nigeria ha estallado un movimiento estudiantil masivo, mientras aquí en Estados Unidos, aunque el movimiento Ocupa Wall Street ya no domina los medios y es menos visible en las calles, su mensaje continúa retumbando por todo el país.
Se está rompiendo el hechizo de los magos que durante décadas han logrado crear la transferencia más grande de riqueza de pobres a ricos en casi un siglo y disfrazarlo de “progreso” y prosperidad. Pero la realidad alcanzó a los falsos alquimistas con sus doctorados y licenciaturas en estudios de la ilusión y el engaño y ahora hay jóvenes brincando con el puño en alto, festejando la expresión de una ira acumulada con un nuevo ritmo y lenguaje, que corean “rompe el hechizo”.
En Washington y Wall Street esperan que todo esto sólo sea una fase de furia adolescente, que el hechizo funcione de nuevo y todos se queden adormecidos otra vez. Pero, por ahora, la realidad desnuda a todo el espectáculo de la crisis neoliberal que afecta no sólo a los países del llamado Tercer Mundo, sino también a los más ricos, aquí en Estados Unidos y ahora por toda Europa.
La fiesta del uno por ciento se está aguando, y ahora cada vez menos quieren bailar al ritmo de la música oficial. Cada día está más clara la cruda mentira neoliberal en éste y otros países; sólo se tiene que revisar el panorama económico y social de la crisis en Europa y Estados Unidos. Peor aún, las cúpulas insisten en continuar con lo mismo, lo cual implica recortes en salud, educación y más desempleo y, sí, más concentración de riqueza.
Eso no es nada menos que intentar otro hechizo, según dos economistas premios Nobel estadounidenses que ahora advierten que las cúpulas políticas y económicas hacen justo lo opuesto a lo necesario para enfrentar la peor crisis desde la Gran Depresión.
Paul Krugman recuerda que el gran economista John Maynard Keynes declaró que los tiempos de auge, no de recesión, son los indicados para la austeridad, entendiendo que reducir gasto público cuando una economía está deprimida es una “estrategia autodestructiva, porque sólo profundiza la depresión”. En su columna del The New York Times, Krugman argumenta que cuando gobiernos como el de Gran Bretaña y el de Estados Unidos promueven una agenda de austeridad, no tiene que ver con reducir deuda y déficit, sino “con usar el pánico del déficit como pretexto para desmantelar programas sociales”. Acusa que la recuperación económica nunca fue el propósito de estas políticas; “la promoción de las austeridad tiene que ver con utilizar la crisis, no resolverla. Aún es así”.
Por su parte, el economista Joseph Stiglitz afirma, en un artículo en Vanity Fair, que la desigualdad económica que se ha ampliado durante décadas en Estados Unidos es lo que está devastando las perspectivas económicas del país. Indica que “la brecha entre el 1 y el 99 por ciento es vasta al evaluarla en términos de ingreso anual, y es aún más vasta en términos de riqueza... Consideren la familia Walton: los seis herederos del imperio Walmart poseen una riqueza combinada de unos 90 mil millones de dólares, lo cual es equivalente a la riqueza de todo el 30 por ciento más bajo de la sociedad estadounidense”.
Stiglitz afirma que Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del país, estaba en lo correcto cuando declaró que “ha habido una guerra de clases durante los últimos veinte años... y mi clase ha triunfado”.
Pero Stiglitz advierte que para los “plutócratas” la desigualdad debería ser una preocupación, no por generosidad, sino por su propio interés. Los ricos “necesitan una sociedad funcional a su alrededor para sostener su posición. Sociedades ampliamente desiguales no funcionan de manera eficiente y sus economías no son ni estables ni sustentables. La evidencia de la historia y del mundo moderno es inequívoca: llega un punto en que la desigualdad es una espiral que lleva a la disfunción económica para toda la sociedad, y cuando eso sucede aun los ricos pagan un precio alto”.
Stiglitz explica que al concentrarse más dinero arriba, la demanda agregada se desploma y si no hay una intervención para cambiarlo, la demanda total de una economía será inferior a lo que esa economía es capaz de producir, y eso acaba en mayor desempleo y deprime aún más la demanda. “Hoy, la única opción, en medio de una recesión profunda es gasto gubernamental, justo lo que aquellos en la cima intentan limitar.”
Ante todo esto, hoy más que nunca es necesario que se “rompa el hechizo”. Una estrofa de una canción de Gogol Bordello afirma que su objetivo es “construir un faro para aquellos que temen la oscuridad” (y, por cierto, en su escenario aparece un pequeño faro). Ese faro lo están construyendo los jóvenes en diversas partes del mundo. Tal vez todos necesitamos ser gitanos antes de que los dueños de la fiesta apaguen todas las luces.
* De La Jornada, de México. Especial para Página/12.
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