Mar 06.05.2003

CONTRATAPA

Deposiciones

Por Tato Pavlovsky

Con Susy estábamos muy contentos. Los dos notábamos que el diámetro de nuestras cinturas había disminuido 2 cm en ella y 1 cm y 1/2 para mí. Siempre, todos los días de la semana, caminamos 4 kilómetros, pero ninguno de los dos había bajado de peso. Pensamos también si los ensayos nocturnos con Norman Briski hubieran sido el motivo de la especificidad de nuestro menor diámetro cintural. No atinábamos a comprender el raro fenómeno. Yo hasta tuve que hacerme un nuevo agujero en el cinturón para que no se me cayese el pantalón. El otro día yo me retrasé en la caminata. Susy salió primero y yo caminaba retrasado intentando alcanzarla. De improviso, al observarla caminar, noté que ella realizaba aproximadamente cada 15 metros un raro movimiento de cintura, como un boxeador que estuviera esquivando golpes. Recordé una famosa frase de Jack Dempsey: “La clave de mi golpe está en mi juego de cintura”. Cuando la alcancé, le comenté de los movimientos que ella realizaba observándola caminar desde atrás. Yo nunca la había visto caminar de atrás. Se sorprendió y continuamos nuestra caminata donde, debido a la secreción de endorfina, yo hago largos discursos estéticos existenciales todas las mañanas.
Pero ambos éramos más conscientes de nuestros movimientos. Percibí de improviso que realizaba un movimiento particular con la cintura y allí observé de nuevo en Susy realizar el mismo movimiento. De repente, Susy gritó, como cuando se realiza un descubrimiento importante: “¡Las cacas de perro!”.
Los dos caminábamos esquivando las deposiciones caninas. Al otro día le sugerí contarlas desde que salimos de casa hasta llegar (45 minutos): 71 deposiciones caminas de todos los colores contamos entre los dos, incluyendo todas las veredas. Habíamos interiorizado como obvias la presencia de la caca en nuestras caminatas. Como parte del decorado habitual. De la escenografía porteña. Pero realizábamos un movimiento instintivo de esquive de cintura para evitarlas. La presencia de ellas (una cada veinte metros) nos mantenía en forma y de allí, en ese juego armonioso de nuestros cuerpos, encontrábamos el origen de la disminución del diámetro de nuestras cinturas. Ayer contamos 86 deposiciones en nuestro trayecto. Con todo, tengo la impresión de que éramos más felices cuando las interiorizábamos sin tanto nivel de conciencia. Cuando el esquive era automático e inconsciente. Perdimos espontaneidad, ingenuidad, inocencia y frescura. Ya nos convertimos en esquivadores profesionales de deposiciones caninas. Pero, aún así, ¡cómo queremos a nuestro Buenos Aires querido y como nos acostumbramos los porteños a esquivar la mierda todos los días de la semana! ¡Somos admirables! ¡Irremediablemente admirables!

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