Obligado por el golpe militar a dejar el país, en 1976 León Ferrari se instaló en San Pablo. Allí entró en contacto con el medio artístico paulista y su obra entró en un período de intensa experimentación: arte por teléfono y correo; la creación del Berimbau, un artefacto para dibujar sonidos; heliografías; fotocopias; y esculturas que exigían voltear la pared de un museo. “Líneas, planos y el dibujo del sonido”, la muestra que acaba de inaugurar en el Museo de Arte Moderno, reúne una parte importante de esas obras sobre la “locura cotidiana necesaria para que todo parezca normal”.
Nadie en el rock debe tener tantas entradas en las comisarías. Con Los Violadores, fue el primero en denunciar abiertamente la represión y los crímenes bajo la dictadura. Pero incluso la prensa especializada de entonces le daba la espalda, mientras la policía le pegaba hasta desfigurarlo,
él quedaba electrocutado en escena y se peleaba con medio mundo,
incluidos Charly García, Fito Páez, Luca Prodan, Spinetta, Miguel Cantilo y hasta Pedro y Pablo. Pero ahora, cuando el primer disco de Los Violadores cumple 20 años y se anuncian reediciones de lujo con material inédito,
Pil Trafa espera un hijo y hace las paces con todos.
Gracias a Sex, drugs, violence and the Bible –el libro-bomba de Chris Bennett y Neil McQueen–, los caminos del Señor están tapizados, al parecer, de sofisticados
rituales psicodélicos. Detrás del incienso y los óleos usados en la unción, Bennett y McQueen, inspirándose en textos gnósticos, rastrean la presencia insistente de la cannabis, la mandrágora y otras sustancias milagrosas que ponían a los primeros cristianos en contacto con la divinidad, y que la Iglesia Católica prefirió reemplazar por dosis regulares de agua bendita.
Comparada desde siempre con Billie Holiday (aunque ella prefería como modelo a María Callas), Nina Simone fue la última gran diva negra del jazz y una fervorosa militante por los derechos civiles, amiga de Martin Luther King y Malcolm X. Con su muerte, a fines del mes pasado, desapareció una voz única, inconfundible: el eslabón perdido entre las legendarias cantantes de la primera mitad del siglo XX y las sofisticadas cantantes del jazz actual.
Tan peculiar resultó el proyecto de Viviana D’Amelia, que más de uno le hizo un pedido de corrección política: si quería retratar la vida de una travesti, que en las fotos se viera una travesti. Ella, por supuesto, hizo oídos sordos y el resultado es Lohana, una biografía visual de Lohana Berkins, la militante conocida por su trabajo en la Secretaría de la Mujer.
El último grito de las pasarelas porteñas se llama cosplay. Cruza japonesa de Cantaniño con Titanes en el ring, se trata de un desfile de disfraces (con karaoke incluido) inspirado en las grandes figuras del animé, donde los cosplayers (de entre 12 y 30 años) pasean la ropa de sus héroes, cantan los hits de sus series preferidas y ensayan en público lo que aprendieron en sus clases particulares de japonés.
La primera parte de X Men aspiraba a ser una alegoría sobre el Holocausto y el nazismo. La segunda, escrita a diez manos y mantenida durante meses en el más estricto secreto, intenta trasladar la persecución de “diferentes” por parte de “normales” a la actual realidad republicana. ¿El guión de la tercera parte dependerá del resultado de unas elecciones?
Pese a que los biógrafos envolvieron su figura en un halo de romanticismo, Ludwig van Beethoven murió sin rencores, sabiendo que era el músico más grande de su época. De él –de su obra, pero también de su mito– proceden todos los criterios con que el mundo musical, desde 1827 hasta la fecha, decide qué es genial y qué no.
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