Mar 26.02.2002

CONTRATAPA

¿Qué pasó?

› Por Antonio Dal Masetto

-.Si hay un tipo al que envidié en la vida fue a mi tío Lucio –dice el parroquiano Dionisio–. Cajetilla, pero cajetilla de verdad, mi tío Lucio. Rey de la noche y los casinos de ambas orillas del Río de la Plata, mujeres, burbujas, cuando abría la billetera y desplegaba los morlacos el mundo se detenía. Una vez se compró un sobretodo de pelo de camello y pensó: me hace falta algo que haga juego. Así que se agenció un studebaker convertible al tono. Qué tipo. Para que se den cuenta de lo exquisito que era Lucio, en la época en que los lavarropas, las heladeras, los calefones, los sanitarios eran únicamente blancos, un día llamó por teléfonos a las fábricas e hizo un pedido especial: “Quiero todo color champán”. ¿Qué tal el tío Lucio?
–Bueno –le contesta el parroquiano Octavio–, sin ánimo de querer competir con su tío Lucio, yo la verdad que nunca tuve nada que envidiarles a los ricos y famosos. Hace apenas unos meses también tiraba manteca al techo, de un saque me compré un freezer y un microondas, puse en la vereda la cocina que todavía estaba en buen estado y me compré una de seis hornallas, con horno autolimpiante. Después, de la noche a la mañana me encontré en la pobreza. Todo fue tan rápido que no alcanzo a entender qué pasó. Hace unos meses era un bacán y ahora soy un menesteroso. Tuve que devolver todas las cosas que compré.
–Mi historia es parecida a la suya, yo también era un bacán –dice el parroquiano Conrado–. En las vacaciones del año pasado con mi esposa nos pasamos seis rutilantes noches y siete maravillosos días en Florianopolis, desayuno tropical, mar, playa y caipiriña. Y ni qué hablar de nuestra vida en Buenos Aires, todos los viernes cine o teatro, y de remate la tradicional muzzarella con fainá, regada con una buena cerveza. Los domingos, el asado de rigor con la parentela: chorizos, morcillas, chinchulines, mollejitas y la tira de costilla ancha. Nos dábamos una vidurria bárbara. Y de golpe, de un día para el otro, ni cine, ni teatro, ni pizza, ni asado, ni Florianopolis. Nada de nada.
–Yo también fui un bacán hasta hace tres meses –interviene el parroquiano Baltasar–. Tenía planeado llevarlo a Oscarcito, que cumplió diez años, a Disneyworld, y de golpe nos quedamos con las valijas preparadas. Lo duro fue explicárselo al pibe, tenía todas sus ilusiones puestas en el viaje. Lo senté en el living y le dije: “Oscarcito, no podemos ir a Disneyworld, nos hemos vuelto pobres”. “Papá, me estás haciendo un chiste, ¿verdad?”, me dijo. “No es un chiste, lamentablemente, no tenemos ni un peso.” Me miró fijo a los ojos y me dijo: “No me jodás, viejo, hace poco éramos prósperos y ahora somos no pudientes. ¿Me podés aclarar qué pasó?”. Intenté distintas explicaciones, pero me di cuenta de que yo tampoco la tenía clara. Apelé a una formula clásica y le hablé de los vaivenes de la fortuna, que en la vida nada es seguro, que en todo hay un gran componente de azar. “No me vengas con cosas raras –me dijo Oscarcito–, vos te jugaste toda la guita de mi viaje en el hipódromo a las patas de un burro roncador.” “Cómo podés pensar eso de tu padre, que nunca tuvo el vicio del juego.” “Entonces te la patinaste con las coristas del cabaret.” “Oscarcito, pará que te puede escuchar tu madre, yo soy un hombre de hogar.” “Invertiste la plata de mi viaje en un negocio ruinoso.” “Oscarcito, te lo juro por la memoria de tu santa abuela, jamás hubiese usado el dinero sagrado de tus vacaciones en ningún tipo de negocio por tentador que fuera.” “Vos me estás tomando por otario, pero yo no soy ningún gil, andá pensando una explicación coherente de por qué hace poco éramos ricos y ahora somos unos poligriyos. Mientras tanto entre vos y yo se acabó el diálogo.” Eso fue lo último que me dijo y a partir de ese momento me retiró el saludo.
–Señores –interviene el Gallego–, las historias que acabamos de escuchar son realmente misteriosas, y seguramente cada uno de losparroquianos presente tendrá una similar para contar, por lo tanto creo que acá se impone una tarea de razonamiento grupal, un taller de reflexión cuyo tema será: ¿qué pasó que hasta hace poco éramos todos ricos y ahora somos unos pobres gatos y andamos como almas en pena cargando la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser?

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