› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Alguien ha dicho alguna vez que a las guerras lejanas hay que vivirlas y sufrirlas como propias, como si se desarrollaran en el propio país. Como si todo aquel que muere en la guerra fuera un propio familiar, vecino o conocido nuestro.
Llego a Europa y la noticia de un próximo ataque de Estados Unidos a Siria conmueve a todos los ámbitos. Es la principal noticia en televisión, radios y tapa de los diarios. La noticia de la muerte de niños y adultos por gases tóxicos ha conmovido a todos. Cohetes contra gases sería la solución “occidental”. En eso andan los Estados Unidos y –con menor adhesión–, Gran Bretaña y Francia.
Nuevamente la irracionalidad como método superior para solucionar problemas. Algún filósofo optimista aseguraba que las religiones serían el único método de asegurar la paz eterna. La realidad de la historia del ser humano ha demostrado lo contrario. Allí donde reina el concepto religioso parece ser que inspira el desencuentro, la superioridad del uno sobre el otro, la idea de someter al que no cree o al que cree diferente.
El empleo de gases. Siria contra el enemigo en el propio país desató las cuerdas que contenían a los más agresivos. Ahora sólo queda la guerra, la destrucción total del enemigo, de acuerdo con lo sostenido en las últimas horas por políticos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, contra las dudas de Alemania y el No airado pero fecundo de todas las organizaciones pacifistas.
Contra todo eso queda sólo la palabra, el único camino contra la destrucción. El ideal más literario e irreal en la historia del mundo, pero el único racional. El acuerdo, el respeto mutuo, la vida por sobre todo. Ni el gas ni el cohete. Una tesis irreal a todo trapo pero igual a las de aquel glorioso pacifista Mahatma Gandhi, que demostró finalmente que su tesis era la única real y efectiva.
Pero en vez de Gandhi lo tenemos a Obama, Premio Nobel de la Paz, quien hasta el momento pareciera ser el más obediente a los seguidores de los planes de sus generales; y a Cameron, el primer ministro inglés que demuestra hasta ahora ser el más firme cumplidor de los planes del poder de su antigua colonia americana. Fantasías de la realidad. Inglaterra colonizada por Estados Unidos en cuanto a su política exterior. Que, en resumen, es continuar una historia de coloniajes y agresiones simuladas de autodefensa.
Buques de guerra, lanzacohetes, gases mortíferos. Otra vez la pregunta: ¿hasta cuándo? ¿Por qué las religiones no hacen un congreso conjunto y se obligan a sí mismas a un nunca más a las armas, un sí a los pactos de resolver todo en paz y en igualdad de derechos?
¿Cuándo los seres humanos vamos a dar un sí definitivo a la vida? Y esto no sólo tiene que ser resuelto por los organismos políticos, sino por sobre todo por las religiones, en conjunto con las entidades pacifistas que existen en casi todos los países del mundo. Un control de armas internacional hasta llegar a un mundo desarmado. ¿Idealismo irracional? ¡No! La única fórmula para decirle no a la destrucción. Si pensáramos que alguna vez los soldados se irían transformando en trabajadores de la tierra, en productores de bienes, ya no habría más hambre en el mundo. Y si en vez de construir tanques y acorazados, ametralladoras y balas se destinara ese dinero y esas energías a construir viviendas, ya no existiría gente sin techo en todo el mundo.
Claro, esto para algunos suena disparatado, pero hay que proponer el tema una vez más ante el peligro cada vez más pérfido que amenaza otra vez al mundo. Estados Unidos ya tiene todo preparado para iniciar acciones de guerra. Balas y bombas contra los gases. La irracionalidad de la violencia. ¿Y qué hacen los filósofos del mundo que no llaman a un congreso para marcar un camino que detenga las balas que ya están en puntería?
Sí, esto se escribe desde hace siglos, pero no pasa nada. Deberían avergonzarse las entidades mundiales que no hicieron oír su voz ante las sinrazones de los que dominan el poder en este mundo que gira desde hace muchos miles de años y arroja a sus hijos al pozo de la crueldad.
Hoy, el diario alemán General Anzeiger, en la misma página, trae dos títulos que muestran –tal vez sin proponérselo– la irracionalidad en que ha caído la humanidad. Un título es éste: “Estados Unidos, en su presupuesto 2013, otorgó 50 mil millones de dólares a los Servicios de Inteligencia”. Un “Black Budget”, que emplea para prestar servicios a 107.035 personas. Se señala allí que la CIA (Agencia Central de Inteligencia) recibe nada menos que 14.700 millones de dólares por año. En segundo lugar está la National Security Agency (NSA), con un presupuesto de 10.800 millones de dólares. La National Reconnaissance Office (NRO), encargada de los satélites espías, recibe 10.000 millones de dólares. ¿Y Obama qué dice? El, que en el año 2007, como senador, criticó al presidente Bush cuando intervino en Irak y lo acusó de “no haber respetado la Constitución de Estados Unidos”. Pero, claro, después del War Power Act, el presidente de Estados Unidos puede iniciar una guerra hasta 90 días sin que lo apruebe el Congreso. ¿Acto democrático? El diario alemán, en la misma página, a cinco columnas, titula: “En las grandes ciudades crece el riesgo de la pobreza”. La Unesco define como pobre a aquel que dispone de menos de 1,25 dólar por día. Más aún, lo define como “pobre absoluto”.
Comparemos esos dos datos. Luego de existir ya durante incontables siglos, llegamos a esto. A los servicios de Inteligencia y a la pobreza. ¡Qué dos contradicciones que nos hablan de la perversidad en que ha caído el ser humano! A pesar de sus grandes pensadores y sus héroes del pueblo, aquellos que lucharon por la paz eterna y por el respeto a la vida.
¿Después de estas comprobaciones, nos volvemos egoístas? ¿Nos volvemos pesimistas? ¿O continuamos la discusión sobre mejores futuros pensando en la sonrisa de los niños?
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