› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Un hecho insólito ha ocupado hasta las tapas de los diarios hace poco en este país. El caso del obispo católico Franz Peter Tebartz-Van Elst. Increíble. Tal vez algunos lo miren como una página de humor, pero aquí ha provocado inmensa tristeza. Un obispo católico gastó nada menos que 31.000.000 de euros (sí, treinta y un millones) para reformar su residencia y sede obispal. (Un latinoamericano habría pensado: con esa suma se puede eliminar la villa miseria 31 de Retiro y dar a todas esas familias una casa digna.) El señor obispo hasta se compró una bañadera de 15.000 euros (sí, señores, quince mil) para bañarse los domingos antes de oficiar misa. (Pensar que Jesús, en su vida, tal vez se habrá dado tres o cuatro chapuzones en el Jordán.) Quince mil euros para la bañadera de un obispo católico.
Pero antes de la bañadera y de las reformas a su residencia obispal, este obispo Franz Peter ya había salido en los diarios. La revista Spiegel lo sorprendió cuando subió en primera clase de un avión que lo llevaba a la India, a un seminario sobre la pobreza y la miseria a ese país. Esto salió impreso, pero el obispo lo desmintió, aunque la revista lo comprobó y le inició juicio por faltar a la verdad. En eso está, aunque hace poco reconoció el religioso que sí viajó en primera porque “le regalaron el pasaje”, cosa que se sigue discutiendo. La segunda información sobre el obispo fue la enorme suma de dinero que habían costado las reformas a su residencia y que paga, por supuesto, el pueblo, ya que a los católicos se les quita el dos por ciento mensual de lo que ganan, lo que va directamente a las iglesias de las religiones que profesan.
La conducta del señor obispo ha iniciado un movimiento en su contra. Ya 4400 creyentes firmaron un escrito pidiendo que se inicie una investigación judicial verdadera de los gastos. Y a esto le ha seguido una campaña muy digna entre los medios. Ya el obispo ha señalado que sí, que se han cometido errores en los cálculos. También el Vaticano envió al cardenal Giovanni Lojolo para investigar la verdad y éste ha llamado a una comisión investigadora. Lo mismo ha resuelto el titular de la conferencia de obispos alemanes, el arzobispo Robert Zollitsch.
Por su parte, el relator del consejo de sacerdotes, monseñor Reinhold Kalteier, señaló indignado que “voluntariamente, el señor obispo no quiere renunciar”. Como exigiendo su destitución.
Una crisis del catolicismo como pocas veces se ha visto. Este es un ejemplo por el cual la Iglesia debe cambiar su conducta y sus formas. Ya lo está demostrando el Papa argentino con respecto a tantos usos y costumbres del catolicismo. Que culmina con el abuso de los niños por los sacerdotes “castos” y otros usos y costumbres que vienen de la Edad Media y que es imprescindible discutir y adecuar a las experiencias que ha tenido la humanidad desde aquellos años.
Escribimos esto no sólo porque ha sido tapa de los diarios locales, sino que aquí, una vez más, corresponde la pregunta: ¿es que la humanidad no va a aprender nunca? Hablamos de donde están las verdaderas necesidades de la humanidad. Pero se siguen teniendo mitos y falsedades que se han mantenido durante siglos. Me congratulo viendo que ahora ya están apareciendo en los órganos de prensa los errores que en nombre de tal o cual religión se han cometido siempre y que nadie era capaz de sacar a la luz porque con ello se cometía “un pecado mortal”. ¿Mortal para quién, para las víctimas de todas estas injusticias? En octubre de 2013, los diarios publicaron las últimas cifras de la FAO, la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura. Según ese informe, 842 millones de habitantes padecen desnutrición crónica. No vamos a describir ahora a cada uno de los hambrientos. Mostrar su rostro, el llanto de los niños pidiendo pan, etc. Eso ya la vimos. Pero lo que preocupa es que la FAO se alegra y pone como un triunfo que “esto representa 26 millones menos que lo calculado en el último informe de la FAO”.
No, aquí no interesa que sean unos cuantos millones menos, lo único que tiene importancia es que hay 842 millones que no somos capaces de alimentar en estas tierras y en estos mares. Y agregaría principalmente: con estos sistemas económicos que dominan el mundo y hacen padecer hambre. La finalidad principal de la política general debe ser alcanzar la alimentación de todos los habitantes del mundo. Eso tendrían que lograrlo como primera medida las organizaciones políticas y económicas de la llamada civilización. No exclamemos con alegría “26 millones menos”, sino con preocupación por no haber hecho lo suficiente: no somos capaces de alimentar a 842 millones. Uno tras otro, con ojos que nos miran y con ojos que lloran.
Pero volvamos a la religión. El cristianismo, en vez de tomar esos problemas en sus manos y darle una solución –a cada uno lo suyo y acabar con la miseria–, no, sigue con lo que decíamos: sus pensamientos de Edad Media. En medio de tantas novedades de estas dos últimas semanas, de pronto, en primera de los diarios: “El Vaticano critica a su iglesia de Friburgo, en Alemania”. Tal cual. ¿Y por qué? Porque en Friburgo, la Iglesia Católica señaló que estudia permitir la comunión de matrimonios divorciados, “comulgar a gente divorciada que se ha vuelto a casar”. Es decir, que los que desean cambiar esa moral cerrada, absolutamente cerrada, de la Iglesia Católica, también sufren derrotas, como esa. Y lo dijo el Vaticano. Eso no se hace. ¿Qué pasa, señor Papa?
De cualquier manera, a pesar de las reacciones y de lo negativo, algo se va avanzando.
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