› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
El optimismo tiene que existir. Pese a todo. Pese a la realidad y repetidas experiencias de la humanidad. Volvamos cien años atrás. La guerra mundial del ’14 al ’18. Millones de muertos, en un 95 por ciento, jóvenes. Que se mataban abriéndose el vientre con sus bayonetas en las trincheras. Sí, ya sé, ya he escrito esto cien veces, pero lo seguiré repitiendo. Para que aprendamos. Esto último lo escribo con pesimismo, pero lo escribo. Después de la guerra del ’14, la del ‘39, apenas un cuarto de siglo después. Muchos más muertos, con la novedad del bombardeo de ciudades.
Bien, no aprendimos nada. Ahora continúan las guerras “locales”, como se las llama. Guerras “interiores”. Pero en las que están actuando Europa y Estados Unidos, con tropas y armamento. Alemania, con las experiencias nefastas de las dos últimas guerras, también está enviando tropas a los países asiáticos y africanos donde hay feroces luchas internas. La pregunta es: ¿se solucionan los problemas con armas?
El gobierno alemán, por primera vez en su historia, nombró ministra de Defensa (más bien de Guerra) a la señora Von der Leyen. Lo recibimos con optimismo. La mujer, en cuyo cuerpo trae la vida, va entonces a procurar la paz, nos dijimos. La paz con la palabra y las acciones positivas y no con las balas. No, todo lo contrario, lo dijo en un discurso: “Alemania tiene la obligación de solucionar los sangrientos episodios del mundo, enviando misiones militares”.
Otro detalle: ya en años anteriores se aprobó que haya soldados mujeres. Y, actualmente, en los desfiles marcha una “soldada” junto a un soldado. ¿Fue positivo esto? Vayamos al último informe anual del encargado gubernamental del gobierno alemán sobre el ejército. En uno de sus párrafos, señala que el 55 por ciento de las “soldadas” fueron abusadas sexualmente por sus colegas masculinos, y que el número será mayor “porque muchas de ellas no han denunciado a los varones porque temen hacer la denuncia por las consecuencias personales que les podrían traer”. Por otra parte, en un cuestionario, los soldados varones, en su mayoría (53 por ciento) declararon “que la entrada de las mujeres ha debilitado la fuerza del ejército”. Además se nota que hay descontento de la mayoría de seguir la carrera militar ya que el 57 por ciento de ellos declararon que “si tuvieran que decidir no volverían a seguir la carrera militar.” La ministra Von der Leyen ha prometido mejorar las condiciones de esa profesión. Pero además propone más intervenciones militares internacionales para cumplir “con la responsabilidad que nos corresponde”.
En el sector civil de Alemania esto último ha traído una gran decepción. Una gran cantidad de los lectores de diarios han contestado: “Quien busca la paz no tiene que emplear las armas”. El profesor Andreas Buro ha escrito: “Nunca participar en intervenciones militares en Asia y Africa porque éstas se realizan para asegurar los intereses de la economía de los países poderosos. Las llamadas ‘intervenciones’ militares ‘humanitarias’ sirven nada más que para engañar a la opinión pública con el fin de encubrir la cooperación con gobiernos corruptos y violentos del Tercer Mundo. Lo que sí debe hacerse es una política de cooperación en beneficio de extirpar la inmensa pobreza de esos países”.
En efecto, es así. Lo vemos en la exportación de armas, donde Alemania es el tercer vendedor de armas en el mundo. El nuevo gobierno alemán, formado por los demócratas cristianos y socialdemócratas, acaba de firmar un convenio de venta de armas a Arabia Saudita nada menos que de mil millones de euros. Y ahora, con las intervenciones del ejército alemán en varios países de Africa y Asia, se firmarán, sin duda alguna, contratos similares. ¿Por qué en vez de armas no enviarles ayuda de alimentos para los millones de hambrientos de esas regiones? El legislador del Partido de la Izquierda alemana Bernd Riexinger señaló, en el debate en el Parlamento alemán: “Quien vende armas a Arabia Saudita entrega armas para una próxima guerra”.
Ya Alemania había vendido a ese país tanques de guerra Leopard, de 60 toneladas, en su versión A7 MAS, adecuados para la represión en las ciudades. Sí, sobre la venta de armas a países del Tercer Mundo se podrían escribir tomos enteros.
Pero el ser humano está llegando a extremos indescriptibles. La organización benéfica Terre des Hommes ha publicado un estudio donde se demuestra que 250.000 niños son explotados en el mundo como soldados. Se señala que ya niños de ocho años son aprovechados como espías, ayudantes de cocina o para llevar mensajes entre los frentes. Dicha organización difunde esa perversión y se ha designado el 12 de febrero como Día contra el uso de niños en los ejércitos. En 2012 llegaron a Alemania cuatro mil niños sin padres para pedir refugio, de los cuales un gran número eran niños soldados. La mayoría llegó desde Afganistán, Siria, Irak y Somalia.
Lo único que falta es que el ser humano use las palomas para arrojar bombas sobre las ciudades.
No hay consuelo. Alemania envió 11.000 soldados a Afganistán de los cuales 55 perdieron la vida. Todos jóvenes menores de 25 años. “No muchos”, opinan los expertos en armas. Y respondemos: aunque hubiera muerto un solo joven sería ya suficiente para expresar lo negativo de esta acción. Ahora Alemania envía tropas a Mali, nación africana, para ayudar a las tropas francesas que ya están en ese territorio. Y de allí se preparan para intervenir en la República Central Africana.
Casi todas las guerras internas de los países en conflicto se deben a diferencias religiosas. En su mayoría, musulmanes contra cristianos. Es hora de que esas dos religiones comiencen a terminar esos movimientos. ¿Qué clase de dioses son esos que permiten la muerte como solución a los conflictos?
Más de un analista político ha denunciado que los países industriales organizan esas campañas de “ayuda” a los países del Tercer Mundo con grandes riquezas naturales, porque pueden servir en el futuro de fuente de recursos para los países industriales. La economía es la que manda en la política. Una verdad que surge desde hace siglos.
Ante un panorama mundial de estas características pareciera que la resignación es la única salida. Así lo demuestra la historia de la humanidad. Salvo que apliquemos la salida que propuso el humorista Michael Herl: “¿Qué les parece si se permite un ejército sólo de mujeres? ¿Qué les parece si lo intentamos?”.
Sí, la ironía podría volverse realidad si los movimientos feministas de todo el mundo iniciaran masivas campañas contra la fabricación de armas en todo el mundo.
Sería otra forma femenina de traer vida a este mundo.
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