Jue 12.06.2014

CONTRATAPA

Veinte segundos

› Por Adrián Paenza

El 28 de noviembre del año 2013, un grupo de aspirantes a entrar en un colegio ¡primario! en Hong Kong tuvieron que pasar por una prueba de admisión. A nosotros nos resulta –creo– entre irritante/discriminatorio que niños tan pequeños tengan que ser sometidos a pruebas de este tipo. Sin embargo, le pido que no se apresure (como hice yo) a sacar conclusiones.

Uno de los problemas que tenían que resolver consistía en mirar el dibujo que aparece acá abajo y decidir qué número figura debajo del auto. Es decir, el niño tenía que mirar el dibujo y decidir cuál era el número que él creía que había quedado tapado por el auto estacionado.

Más aún: les ofrecían 20 segundos para hacerlo. Sí, ¡20 segundos!

Antes de leer la respuesta, le pido que por favor mire el dibujo con atención y tome una decisión. En todo caso, si es que siente que este tipo de pruebas no son para usted, siga leyendo más abajo.

Acá va el dibujo:

¿Qué pensó usted? ¿Está tentado en leer la solución o la pudo encontrar en soledad?

Si le sirve (aunque suene muy autorreferencial), le confieso que me pasé un buen rato pensando y que no pude encontrar ninguna relación. No me quise entregar tan fácilmente, y si bien lo dejé por unas horas, volví con más convicción y, sobre todo, sintiendo que “¿cómo podía ser que no fuera capaz de detectar la solución?”.

Me pregunté: “¿Veinte segundos? ¡Qué disparate! ¿Por qué habrían de hacer semejante cosa con niños de seis años?”.

Pero no pude. Más allá de mis racionalizaciones para encontrar un poco de paz interior, resignado, volví al lugar donde había leído el problema y me fijé en la respuesta.

La quiero escribir acá. Haga lo siguiente: dé vuelta la página. Sí: déla vuelta, póngala boca abajo. ¿Qué encuentra? ¿Está la solución allí?

Ahora bien: ¿cómo es posible que uno no pueda pensar que si un auto llega a estacionar en una playa donde todos los lugares están numerados, no se le ocurra que esos números tienen que estar “mirando hacia el otro lado”, hacia el lado del que conduce, y no hacia nuestro lado. Si uno fuera capaz de detectar algo tan obvio, la respuesta al problema sería trivial. Más aún: no tendría sentido la pregunta, ¿no es así?

Usted saque sus propias conclusiones. Lo que yo quise hacer es compartir con usted mi frustración, y en todo caso, no es malo frustrarse cada tanto y aprender a coexistir con nuestras propias limitaciones. En todo caso, eso fue lo que me pasó a mí.

Para completar los datos, una breve historia sobre cómo me enteré del problema. El primero en advertirme fue el Dr. Carlos D’Andrea, uno de los mejores matemáticos argentinos y gran amigo, quien actualmente se encuentra radicado en España y es además profesor en la Universidad de Barcelona.

Carlos mandó un correo electrónico a todos sus amigos y colegas advirtiéndonos del problema, y supongo que sonriendo ante la insatisfacción que nos iba generando a todos. Pero sigo: con los datos que me aportó Carlos, llegué hasta un artículo de Julie Zeveloff de la revista Business Insider y ella apuntaba hacia la persona que verdaderamente dio origen a todo lo escrito. Se llama (o es su seudónimo) Fauna y escribe en la revista ChinaSmack, que aparece en Hong Kong. Lo curioso es la presentación que ella hizo y que quiero compartir acá:

“¿Qué es lo que le lleva segundos a un niño de escuela primaria, varios minutos a un estudiante de secundaria, más de media hora a un estudiante universitario y una vida a alguien que ya obtuvo su título de doctor?”.

Sin dar la respuesta, publicaba el dibujo y decía que de acuerdo con el blog chino Sina Weibo, este problema se expandió en forma viral y se transformó en el segundo más popular en China.

Una reflexión final: ¿No es notable cómo funciona nuestra mente?

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