UNO Entre las muchas cosas que fascinan a Rodríguez de su oficio están esas propagandas de Mr. Limpio. Producto todoterreno para darle brillo en profundidad a cualquier superficie. Brebaje destilado por primera vez por Procter and Gamble en 1958 a partir de un ya existente limpiador para cascos de barcos. Ahí, enseguida, la genialidad de Mr. Clean –brotado de la imaginación de un Don Draper de turno– listo para luchar contra la mugre. Y siempre con ese look cruza de genio lúbrico de las 1001 Noches con gorila de discoteca, sueño húmedo de Howard Hughes, flamante ministro de Economía helénico, y Kurtz de Apocalypse Now! dando la orden de arrojar la bomba y exterminar a todo germen y mancha de suciedad.
Y el esquema es siempre el mismo: Mr. Clean (Don Limpio en España, Meister Proper en Alemania, Monsieur Propre en Francia, Monsieur Net en Canadá, Mastro Lindo en Italia, en el Islam fundamentalista se lo considera blasfemo por creerse más grande que Alá, y cómo se llamará en la ahora engrasada Grecia, ¿Mr. Ajax?) llamando a las puertas de amas de casa desesperadas cuando sus maridos no están. Y –mensaje subliminal apenas encubierto– Mr. Clean más que dispuesto a hacerles un favor y a sacudirles el polvo de sus vidas. Y todos –maridos incluidos– contentos. Con los años, Mr. Clean fue citado tanto en Los Simpson como en Lost y en Bob Esponja, en una canción de Oasis y, claro, en una canción de Grease. Y su mito no deja de crecer. No hace mucho, Rodríguez se emocionó con el spot que revela a la humanidad toda el origen de este paladín de la profilaxis (https://www.youtube.com/watch?xytts=1421914688&xytcl=84503534&v=djxTSTEqsDI) y donde se lo muestra como un combo de Superman adoptado por granjeros norteamericanos, nómada Tintín con anabólicos, y Forrest Gump con una sola idea en su cabeza: no salir corriendo sino entrar a limpiar y no irse hasta que todo resplandezca.
DOS Y ese afán/compulsión de “knock-knock, ¿quién es?” de Mr. Clean –inevitable– llevó a Rodríguez a asociarlo con la nueva promo del Partido Popular en la que Mariano Rajoy llama a todas las puertas para dar las gracias personalmente a la muy desconcertada ciudadanía toda. El efecto conseguido (disfrutarlo aquí: https://www.youtube. com/watch?xytts=1421914688&xytcl=84503534&v=Jm7pmXzq3vM) es, para Rodríguez, involuntariamente desopilante y ya fue parodiado por humoristas gráficos, sketchs televisivos y memes virales de Internet. O tal vez ésa sea la mefistofélica estrategia, tiembla Rodríguez: que la gente se ría de sus políticos; porque es preferible reír que llorar y así la vida se debe tomar, mientras ellos les toman el pelo hasta dejarlos pelados como Mr. Clean. Sí, los españoles somos gente muy rara, piensa Rodríguez. Los españoles están convencidos de que Clint “Dirty Harry” Eastwood (quien cualquier día de estos podría aparecer junto a Mr. Clean como su padre) es un genio del séptimo arte incluso después de haber filmado cosas como J. Edgar, Jersey Boys o American Sniper. De postularse a jefe de gobierno español para hacer justicia y pasar todo en limpio, algo queda claro: los españoles votarían en masa a Clint, que suena a Clean. Y que al menos en sus películas –sin plurales cómodos y ambiguos– puede en singular, a solas. Y, si no, dispara a quemarropa con su tapón pulverizador con autostop y pone freno a todo guarro que se aparece en la puerta de tu casa diciendo esas cosas incomprensibles y turbias.
TRES Y, sí, muchas elecciones este 2015. Y Rajoy no deja de estrenar muletillas. La última es la de estar entrando en un “ciclo virtuoso”. Rodríguez y millones de españoles no entienden muy bien a qué se refiere. ¿Tendrá que ver con la aparente obligación ciudadana –restando refulgentes monedas con la efigie de Felipe VI– de seguir abonando a la cloaca de Bankia? Tal vez sea un modo subterráneo de poner en circulación la idea de lo virtuoso como contraposición al ahora suelto bajo fianza y siempre impecable Mr. Bárcenas: un compuesto antibacteriano con algo de vacuna, un germen que combate al germen hasta la autodestrucción. Alguien de quien –se dice que dice– de verse obligado a volver a prisión haría uso de sobres de material sensible y cáustico capaz de destapar toda cañería y sacar a flote la mierda de años acumulándose en pent-houses underground del Partido Popular. O tal vez, por elevación, lo virtuoso sea una manera de apuntar a la supuesta financiación desodorizante y “bolivariana” de la escoba nueva de Pablo Iglesias. O quizás una forma de mostrarse unidos y compactos frente a los plumeros cada vez más visibles del PSOE (Sánchez & Gómez & Díaz cada vez más parecidos a los Fernández y Fernández de Hergé) o de Izquierda (Des)Unida, donde no se sabe muy bien quién sacude y a quién lo sacuden mientras la joven Tania se abre porque puede o porque Podemos. Lo que, seguro, nadie parece recordar es el mantra de Mr. Clean. Eso de “nacido para limpiar”. Aquí, el estilo es más bien el de barrer bajo la alfombra. Casi no queda nadie sin roña bajo las uñas (ni siquiera la difunta y queridísima Duquesa de Alba, a quien recién ahora se le descubren cuentas que no cierran); y así lo “virtuoso” no pasa por quién no robó sino por quién robó más para que el que robó menos sea disculpado. Lo único que saben de limpieza es la conjugación en todos los tiempos del verbo blanquear aplicado al sujeto capitales. Y un colectivo de derecha llamado Manos Limpias abofetea y demanda a todo el que ande por ahí. Y, ah, son muchos, cada vez más los que andan pero ya no funcionan porque, se sabe, los pobres son virtuosos y sus ciclos son cada vez más estrechos.
CUATRO Días atrás, el alguna vez padre ético e impoluto de la patria catalana Jordi Pujol compareció, con aires de desanillado Gollum para ver si aclaraba eso del legado paterno (nunca “herencia”; “legado” suena más fantasy) depositado en Andorra y nunca declarado a Hacienda, porque “no se encontró tiempo para hacerlo”. Pujol manifestó no saber nada. Juró haberlo repartido entre sus hijos, quienes se encargaron de transformar, con la ayuda del mago Saruman, los 140 millones de pesetas en muchísimos más millones de euros. Y dijo que él nunca quiso saber nada de dinero, que todo el asunto le “daba miedo”, y que hizo a un lado ese botín para tenerlo como “hucha” y “rinconcito”. Y, ah, si hay algo que le da miedo a Rodríguez son los diminutivos. Les teme desde que escuchó por primera vez “Chiquitita” de ABBA; desde que una mexicana en un crucero de su adolescencia primero le dijo “ahorita” y después “ahoritita” pero nunca “ahora”; y cada vez que alguien le abre la puerta a la palabra “corralito” para que salga a hacer sus necesidades y ensuciarlo todo. Y –ahora hace tanto frío y todo está cubierto por esa falsa limpieza de la nieve– ahí está el problema, se dice Rodríguez. Reluciendo en todos esos oscuros rinconcitos donde los productos de limpieza no suelen llegar y, para cuando llegan, ya es demasiado tarde. Porque ya te pasaron el trapo y te dejaron hecho polvo, de vuelta al polvo del que viniste, esperando en vano a que Mr. Clean (y no Rajoy) llame a tantas puertas y entre en esas casas y haga limpieza general.
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