› Por Eva Giberti
La comunidad está satisfecha. Con la conciencia tranquila. Se encontró la frase que encubre la violencia contra las mujeres protagonizada por varones: violencia de género. No se sabe a cuál género se refiere. De ese modo queda en la penumbra la violencia patriarcal, la violencia machista, los ataques asesinos, las torturas, las impunidades, las complicidades, mientras las víctimas exhiben sus historias en los medios de comunicación.
Lo cual tranquiliza más aún las buenas conciencias de quienes miran y escuchan los avatares y penurias de esas mujeres golpeadas y se sienten aliviadas porque ahora “por lo menos se puede hablar del tema”.
Se habla y se averigua si hay más o menos violencia que “antes” o si se trata de una mayor difusión del tema. Se habla de las víctimas y de las posibilidades de prevención, se reconoce que “algo se ha avanzado” (menos aquellos rabiosos/as que insisten en que “no se hace nada”, negando las múltiples prácticas con las que se ha avanzado durante los últimos años); se habla de todo pero mucho menos de los varones violentos que ejercen poder.
En oportunidades se ilumina un pantallazo en tevé mostrando la cara de Fulano que debía cumplir prisión por “lesiones graves” pero que está en libertad, o se escucha el nombre del que se escapó después de intentar matar a una adolescente, pero las discusiones e intercambios entre oyentes, profesionales expertos, conductores de programas, editorialistas y comentaristas promueven la idea de género que, como sabemos, incluye a todos los géneros posibles.
La nueva trampa, destinada a silenciar la violencia de los varones, cumple la función de tranquilizar a quienes podrían preguntarse si el compañero con el cual conviven y tiene “carácter fuerte” será un posible golpeador u homicida. Hasta el momento solamente se trataba de un insulto diario o una descalificación permanente, cotidianidades que tapizaban los diálogos con la mujer, sin que ella advirtiera que así comienzan los futuros golpeadores. El tema abre la posibilidad de advertir a quienes aún dudan acerca de los modales e intenciones del compañero.
Importantes textos y programas en los medios ilustrados por profesionales conocedores del tema, con participación o testimonios de víctimas y testigos, difunden las noticias, las imágenes y las consecuencias de estas violencias. Sin embargo, se mantiene pendiente instalar el alerta para aquellas mujeres que conviven tolerando malos tratos como el preludio de una violencia mayor. Empezando por las adolescentes que en sus celulares sobrellevan los múltiples llamados del muchachito con el cual “salen” y piensan que esos contactos, cada hora, son producto del amor cuando en realidad se trata de una forma de control para saber dónde y con quién está.
Al hablar de violencia de género –frase que ganó el fervor popular– no sólo se mantiene oculta la expresión violencia contra las mujeres que inevitablemente compromete a los varones, también se los protege al impedir que la imagen masculina ilustre el imaginario social como sujeto al que es preciso educar superando los cánones del patriarcado destructor. De este modo, el varón queda aislado de la idea de violencia y de responsabilidad personal y social. Al no oponer la preposición “contra”, asociada a mujer (violencia contra las mujeres), el actor de dicha violencia queda fuera de la escena y en su lugar la palabra género asume un falso protagonismo.
Más allá de la trascendencia filosófica y social que implica la inserción de la idea de género en la convivencia y en los ordenamientos y aperturas sociales –que debemos agradecer a los movimientos de mujeres y al feminismo que no cesa de discutirlo– su aplicación en el área de las violencias autoriza a preguntarse los motivos del éxito de “violencia de género”.
Uno de ellos, ignorar la existencia de la ley 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ambitos en que Desarrollen sus Relaciones Interpersonales, texto encabezado de acuerdo con aquello que los hechos y la historia significan. La difusión de la idea de género –aplicada en lugar de violencia contra las mujeres– actúa como una barredora, como una ola gigante que se traga y deglute esta violencia que determinados varones promueven. La expresión fue elegida por la comunidad como expresión válida y certera de sus intereses. Permanece como expresión del escándalo que las muertes y las golpizas representan. Enhorabuena se avanza, se piensa y se interviene en la situación de las víctimas; la noticia emigró de la sección Policiales de los periódicos para ingresar en el ámbito de Sociedad y como encabezamiento de los noticieros. No obstante, cabe preguntarse ¿qué sucede para que se omita hablar de violencia contra las mujeres de acuerdo con el texto de la ley?
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